En un desesperado intento por evitar una devaluación que se veía como inminente, el gobierno nacional decidió "bancarizar" a la castigada clase media. También las medidas apuntaron a frenar una corrida de depósitos bancarios que amenazaba una vez más a la disponibilidad de fondos de la economía argentina. De paso, el Estado argentino se aseguró una fuerte disponibilidad de fondos, que quedarán inmovilizados en las arcas de los bancos argentinos.
Durante toda la semana pasada, el sistema financiero había estado tomando dólares a término -la mayor parte de ellos para el año que viene-, en un tipo de operación que ahora está prohibido. Los prestamistas -otros bancos- se cubrieron otorgando esos préstamos a tasas que llegaron al 700 por ciento anual. Este mecanismo desnudó lo que todo el mundo sabe en la "city": que las mesas de dinero de los bancos nunca dejaron de funcionar, y siguen trabajando con los fondos de sus propios clientes.
Esta corrida, según expresan los analistas, fue protagonizada por los bancos extranjeros, esencialmente, habida cuenta de que sólo quedan cuatro bancos nacionales de primera línea. Con ellos operan los "fondos buitre" a los que se refirió el minsitro de Economía, Domingo Felipe Cavallo, que utilizó la denominación que acuñó el secretario del Tesoro norteamericano, Paul O’Neill.
El proceso de "bancarización" que se intenta implementar en unos pocos días en nuestro país, en el Primer Mundo llevó varios años, a pesar del shock de confianza que generó un proceso de crecimiento económico que fue constante durante mucho tiempo. Para que el proceso fuera exitoso, de todos modos, los bancos debieron adaptar su operatoria y sus estructuras a esa realidad, y eso también les llevó varios años. No se sabe cómo reaccionará el ineficiente y parasitario sistema financiero argentino, pero una primera lectura arroja la casi seguridad de que harán gala de su proverbial resistencia al cambio, y complicarán de esta manera el proceso de adaptación al nuevo panorama.
De todos modos, una primera lectura permite inferir que los primeros perjudicados por las decisiones que tomó de la Rúa son los pequeños comerciantes y empresarios que no trabajan con tarjetas, es decir, los "no bancarizados". El público concentrará -como era de esperar- sus operaciones de compra en los negocios que aceptan tarjetas, motivado por la bonificación del 5 por ciento del IVA. La gente priorizará de ahora en más la retención del efectivo de que dispone, por lo que aumentarán sensiblemente las operaciones bancarias y disminuirán las cobranzas de los negocios tipo "pago fácil".
El otro gran sector perjudicado por estas medidas es el del trabajo en negro, porque en estos sectores se pagan los salarios con el dinero en efectivo. Las pymes, que emplean al 80 por ciento de los asalariados del país, se sentirán empujadas seguramente a prescindir de personal, porque se les dificultará seriamente conseguir efectivo.
El jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra, en tanto, dijo que "el gobierno no pudo generar confianza y pretende lograrlo por decreto".
A pesar de algunas dudas con respecto al futuro -que aún subsisten- el riego país bajó sensiblemente por primera vez en mucho tiempo; la fuga de capitales disminuyó -el viernes, según fuentes de la city, 400 millones de dólares se fueron al Uruguay-; se evitó la devaluación y la Bolsa subió seis puntos, al contrario del viernes, cuando había bajado diez. Sería prematuro que a causa de estos ítems auspiciosos, el equipo económico cayera en un optimismo excesivo. Podrían estar abonando de esta manera el camino hacia un abismo que esta vez estuvo muy cerca, y que aún no está lejos.