Todavía el Gobierno porteño no tiene una respuesta de la Nación con respecto a las negociaciones que encararon por el Bono Porteño. Esto, mientras la deuda por la coparticipación y por el pago a los docentes terciarios -que tiene la Nación para con la Ciudad- sigue creciendo.
La deuda nacional ya llegó a los 123 millones de pesos, que en la prehistoria -hace apenas cinco meses- equivalían a una cifra similar en dólares. Los ingresos mensuales de la Ciudad, que llegan procedentes de la Nación, son: una suma fija de 13 millones de pesos por mes por la coparticipación y unos 3 millones más, en concepto de pago a docentes terciarios, tanto públicos como privados.
La deuda por este concepto comenzó a crecer en agosto del año pasado, cuando -paralelamente- los ingresos nacionales comenzaron a mermar a causa de la crisis económica. Poco después de que las arcas nacionales se cerraran, Pesce presentó un recurso administrativo en la Secretaría de Hacienda, reclamando el dinero faltante. Este planteo, que por ahora se mantiene en el plano administrativo, andando el tiempo puede volverse un recurso judicial, por lo que a la Nación se le están venciendo los plazos de pago.
Para el futuro, en tanto, Pesce negoció con el renunciante secretario de Hacienda de la Nación, Oscar Lamberto -un hombre cuyo origen genovés se demuestra en su renuencia a abrir las puertas del tesoro nacional- un mecanismo de goteo diario que se calcularía por una simple fórmula matemática. De todos modos -esto es la Argentina, al fin y al cabo- ya existen dos interpretaciones diferentes. La primera, la que plantea Pesce, se compone de la suma mensual que la Nación le destina a la Ciudad, es decir, 16 millones de pesos, y que se dividirían por 20 días hábiles, es decir, 800 mil pesos por día. La segunda es la cuentita que hacen en la Nación: 157 millones de pesos por año, divididos por 200 días hábiles, es decir, 785 mil pesos por día. Ironías de las matemáticas, que significan 15 mil pesos menos -o más- por día.
Pero, a pesar de todo, un oasis apareció ante los ojos de los porteños en medio de ese desierto que son las finanzas nacionales. La semana próxima ingresarán al tesoro porteño 40 millones de LECOP, procedentes del fondo fiduciario -el fondo que ayuda, no el otro-, que ya envió 100 millones a mediados de enero.
En este contexto, en el que cada uno rehace permanentemente sus cuentas, tratando de encontrar un equilibrio fiscal cada vez más difícil de alcanzar, la recaudación genuina de la Ciudad habría encontrado aparentemente su piso en el 20 por ciento con respecto a la del año pasado. Quizás éste sea el único motivo que le arranque una sonrisa -sumamente moderada- al cada vez más precocupado secretario de Hacienda y Finanzas, que cada vez encuentra menos motivos para la alegría.