Cuando esta mañana me desperté, vi en la tapa de casi todos los diarios una foto que me desgarró el alma. Era Messi, el jovencísimo Lionel Messi, el mismo Messi que los periodistas deportivos llaman Leo o La Pulga, con esa cariñosa confianza que usan para dar a entender que ellos, los periodistas, son íntimos del ídolo.
En las fotos, Messi y el presidente del Barcelona, Joan Laporta, mostraban una sonrisa plena y sincera. Estaban contentos como hace mucho no se ve contento a nadie en las tapas de Clarín o La Nación.
Y si la imagen de alegría me dolió, no sé todavía muy bien en qué costado de los sentimientos, los títulos y las declaraciones me hicieron sentir como cuando uno se levanta a la mañana, abre la heladera y ve que la leche se derramó por todos lados. Nadie nunca tiene la culpa, pero la heladera la abrió uno y entonces es uno el que se tiene que ocupar de limpiar estante por estante.
Pero no me quiero ir por las ramas. Volvamos a Messi, pero también aclaremos que quien dice estas palabras no es un gran futbolero que sigue todos los partidos y las noticias deportivas con desesperación. Ahí nomás llego como para amargarme un poco cuando juega la Selección, porque River, uno de mis otras identidades difusas, ya no me amarga nada desde hace tiempo. Más aún, me da mucha risa como esas viejas películas de Buster Keaton.
Lo veo a Gorosito con sus rulos de oveja, al gordo Fabiani moverse como un Transformer en desuso y a Bounanote queriéndose pelear con un tipo que le lleva dos cabezas y pienso: los de River nos merecemos todo lo que nos pasa.
Ahí me acuerdo también que, además de argentino y riverplatense, todavía sigo siendo hincha de Atlanta y se me acobarda el humor.
Y sigo yéndome por las ramas, así que esta vez sí, vuelvo. Decía que me dolieron la sonrisa de Messi y sus tímidas pero nítidas palabras cuando firmó la prolongación de su vínculo contractual con el Barcelona hasta el año 2016.
Le van a pagar 10 millones y medio de euros por año y la cláusula de rescisión, que equivale a decir lo que debería pagar él u otro que quiera comprarlo para irse del Barcelona, es de 250 millones de euros.
?Quiero hacer todas mi carrera aquí? dijo el pibe que la rompe en Cataluña pero que apenas se pone la celeste y blanca se transforma en un abúlico empleado municipal. O si se prefiere, en un llanero solitario, sin caballo, sin pistola ni indio Toro que lo acompañe.
Los malditos de Clarín que están tan de culo con el gobierno pusieron incluso un título más doloroso: ?Messi quiere al Barcelona para siempre?. En realidad quisieron decir, si se me permite la subjetividad semiótica,: ?Ven, quiere al Barcelona, pero no quiere a la Argentina, ni a la Selección que hoy por hoy manejan los Kirchner, Grondona y Maradona, esos que manejan el futbol y quieren terminar con la libertad de prensa y cerrar el canal Todo Noticias?.
Y hablando de Maradona era lógico que estos turros de la prensa pusieran la noticia de Messi pegada a la que dice ?Maradona se quedó sin aros?, por el secuestro de los dos aritos con diamantes que el director técnico de la selección usaba en su oreja izquierda.
Diego se había rajado hacia Italia para bajar unos kilos después del desastre de la selección. Lo fueron a buscar hasta el exclusivo spa ubicado en el Palace de Merano en el sud Tirol, por que le debe al fisco italiano cerca de 36 millones de euros. Un diario tituló: ?No tiene paz ni en un spa?. Es de La Nación que ahora hace jueguitos de palabras como hace diez años Página 12.
Para ser sincero, lo de Maradona me tiene sin cuidado. Los grandes ídolos rebeldes, como bien enseñó el rock y el guevarismo, deberían morir jóvenes. Véanlo si no al pobre Charly García transformado en una caricatura de sí mismo. Véanlo a Maradona, un gordo que ya se operó los intestinos y sigue teniendo que hacer dieta.
Será por eso que me dio tanta tristeza lo de Messi.
Es joven, está lleno de talento y tiene más dinero que el que cualquier de nosotros pueda imaginar, pero por algún raro artilugio del destino, del que seguramente nadie se hace responsable, sabe mejor la marcha del Barcelona que el Himno Nacional Argentino. Y, por supuesto, prefiere terminar sus días jugando para el club catalán antes que en Newesl´s Old Boys. No lo censuro, pero me pone triste.