Después de una serie de desgracias que aún es prematuro evaluar hasta adónde dañarán la imagen del jefe de Gobierno
porteño, Mauricio Macri, finalmente Javier Ignacio Ibáñez fue designado como nuevo jefe de la Agencia de Control Comunal, en reemplazo de Daniel Oscar Ríos.
Ríos fue eyectado de su cargo cuando, en plena crisis por el derrumbe del gimnasio de Villa Urquiza, concurrió a la sede
del Club Atlético Boca Juniors, a cuya Comisión Directiva pertenece, para votar por la no contratación de Juan Román Riquelme.
Ibáñez se desempeñaba, hasta el momento de su nueva designación, como jefe de Gabinete de asesores del ministro de Desarrollo Económico, Francisco Cabrera. De todos modos, sería prematuro adjudicar este nuevo casillero conquistado a Cabrera, que viene soportando fuertes embates desde el seno del PRO y ni siquiera contaría ya con el apoyo del jefe de Gobierno, que también le reprochó algunas decisiones recientes.
Aún menos habría que concluir en que la designación de este ingeniero industrial de 37 años -ex ejecutivo de TenarisSiderca Argentina, nave insignia de la multinacional argentina Techint- sea una derrota para el todopoderoso jefe
de Gabinete de Ministros, Horacio Rodríguez Larreta, que pujó sin éxito por ubicar en ese lugar a Alejandro Speroni. Es curioso también que el titular del Ministerio de Justicia y Seguridad, Guillermo Montenegro, no haya participado de las decisiones siendo su cartera donde reside la institución cuestionada.
En realidad, Ibáñez tiene un vínculo estrecho con Gustavo Eglez, el subsecretario de Gestión y Administración Financiera
del ministerio de Hacienda que conduce Néstor Grindetti. El ex Techint trabajó anteriormente con éste como director general de la Administración de Bienes del Gobierno, pero la relación entre ambos se deterioró rápidamente e Ibáñez emigró hacia la cartera de Cabrera, después de cruzar sus aceros con Grindetti en varias ocasiones.
De todos modos, habrá que adjudicar el arribo de Ibáñez a la Agencia de Control Comunal a la impericia con la que actuaron sus antecesores en el cargo -no solamente los macristas- mucho más que a una decisión relacionada con una mejora en la gestión, ya que la larga cadena de control del Estado porteño en todas sus áreas falló -de una manera dudosa y mecánica también en las áreas de Trabajo-, en simultáneo con un llamativo proceso de autodestrucción que se está generando al interior del PRO.
Inclusive, Ibáñez deberá tener en cuenta el hecho de que una de las fallas más evidentes que concluyeron con el derrumbe del Orión Gym se originó en que la denuncia que los inspectores de la Unión Obrera de la Construcción (UOCRA) ante el director general de Protección del Trabajo, Ángel Enrique Rodríguez, nunca fue girada a la Agencia de Control.
Hay quienes sostienen en el Gobierno que los días del ministro Pancho Cabrera estan contados y que sólo la problemática general por la que atraviesa el Gobierno hace que permanezca en el cargo. También hubo quienes soplaron en los oídos de los más altos funcionarios del Gobierno que ésta era una práctica habitual de la oficina de Rodríguez, que consistía en denuncias tardías de las inspecciones del gremio a las obras y en posteriores visitas estériles, que concluían en controles inexistentes. Calumnias, seguramente, que serán investigadas para que sean sustentables.
