El proceso de saneamiento y limpieza del Riachuelo, ese triste emblema argentino de la polución que constituye el límite sur de Buenos Aires, está compuesto por varias etapas, en su mayoría tendientes a identificar empresas que arrojan sus residuos en ese curso de agua e intimar a que cesen con la contaminación.
Dentro de esas acciones, también se cuenta el traslado y relocalización de cientos de familias que, por necesidad, viven a la vera de un foco de contaminación enorme.
La relocalización es un proceso complejo, donde se deben censar familias y luego asignarles una nueva vivienda fuera de esa zona, para poder avanzar con los trabajos de reparación. Claro que, en lo que compete al Gobierno de la Ciudad, los traslados se están efectuando pero a medias. Esto significa que las familias son sacadas de la vera del Riachuelo y llevadas a nuevos complejos habitacionales. Tan nuevos que no tienen ni gas, ni agua, ni luz.
La denuncia ante Noticias Urbanas fue hecha por Daniel Cárdenas, uno de los vecinos que junto a otras 174 familias vivían en la zona conocida como asentamiento Magaldi. ?Hace entre seis y ocho meses que estamos acá, pero las viviendas y las obras no están terminadas?, señala.
Cuando ocurrió el proceso de traslado, según Cárdenas, autoridades del Gobierno les refirieron que ?faltaban algunos detalles?. Claro que él, su mujer y su hijo jamás imaginaron que el detalle era carecer de servicios básicos, más necesarios aún por tener en la familia a un menor con capacidades diferentes.
El juez federal de Quilmes, Luis Armella, quien entiende en la causa, intimó al Instituto de la Vivienda (IVC) para finalizar las obras y que las casas sean verdaderamente habitables. Pero actualmente las soluciones llegan como el agua: de a chorritos. ?El agua que tenemos es de obra, viene del obrador directamente, entonces en la planta baja sale un hilito apenas y en el primer y segundo piso, directamente no sale porque no tiene presión?, señala el vecino.
Algo similar sucede con la luz, que fue conectada desde el obrador directamente y a modo paliativo, lo que les significa al menos diez cortes diarios y constantes bajones de tensión que arrojaron como resultado varios electrodomésticos quemados. ?Mi hijo es hipoacúsico y multimpedido, la televisión en un punto ayudaba a entretenerlo un poco, pero se quemó?, precisa Cárdenas a NU.
Cárdenas, al momento de mudarse, además se desprendió de los artefactos de calefacción eléctrica. Menuda sorpresa se llevó al llegar a un lugar sin gas. Y así estuvo seis meses, calentándose y cocinando con garrafas en pleno invierno.
Él y el resto de las familias mudadas ahora al barrio de Barracas fueron los primeros relocalizados de una sucesión que continuó en las zonas de Castañares y Piletones.
Se mudaron a las apuradas, porque fueron advertidos de intentos de intrusión, y el temor a perder la casa los movilizó sin demasiadas preguntas. Lamentablemente, el intento de ocupación, reflejo de los vacíos crónicos en políticas de vivienda, los alcanzó de todos modos.
?Ya estábamos adentro y hubo un intento de ocupación. Estábamos con los chicos, con todo. Llegaron, se llevaron cosas de los departamentos y también quemaron partes en donde los vecinos trataban de aguantar?, recuerda angustiado Cárdenas. Hasta ahora, esos daños no fueron reparados.
Son esas pequeñas cosas
Entre los ?detalles? a los cuales se refirió el Gobierno porteño, se cuentan por ejemplo los baños adaptados, cuyas barandas están mal amuradas y ya se desprendieron. Por otra parte, un informe de un arquitecto de la Defensoría señala que a las paredes les falta espesor.
?Las paredes transpiran agua?, se queja Cárdenas. ?Todo esto suena a ?antes vivías peor, ahora conformate?.? Cárdenas no tiene militancia política y señala que los ?más afines al Pro recibieron mejores casas?.
?Somos los desterrados?, se sincera, y apunta que el nuevo barrio está ubicado detrás de la planta Zepita del diario Clarín y cerca de una zona donde hay laboratorios, por lo que la contaminación les sigue pisando los talones.
?Acá hay muchos chicos con problemas de salud, hay al menos 127 chicos en edad escolar. En mi caso, vivir seis años al lado del Riachuelo nos trajo enfermedades respiratorias a mi mujer, a mi hijo y a mí?, señala.
Cárdenas espera que las casas se arreglen y se terminen como corresponde para poder vivir dignamente. Y pide, además, seguridad, ya que al retirarse la consigna policial del barrio ?volvieron los robos y las situaciones de violencia?.
Hace casi un año, la Defensoría llegó hasta la Corte Suprema de Justicia de la Nación solicitando que se prohibiera el desalojo de las personas que viven en el Riachuelo hasta que no se les garantizara el acceso a una vivienda digna. Sin embargo, el reclamo parece haber caído en saco roto.
En 2008, la Corte Suprema de Justicia ordenó el saneamiento de la cuenca Matanza-Riachuelo, uno de los 30 sitios más contaminados del mundo, con una población total de más de 3,5 millones de habitantes, de los cuales dos millones son considerados población en riesgo y más de 200 mil viven en Capital.
Los 171 basurales a cielo abierto completan el panorama junto a más de cien empresas ubicadas en el área porteña que vierten sus desechos al agua de modo directo sin ningún tipo de tratamiento y son, junto a los desagües cloacales, una de las principales fuentes de contaminación.