Alejados por ahora de los lugares de preponderancia en las encuestas que supieron ocupar en los viejos tiempos, tras el desastre que dejó tras de sí Fernando de la Rúa, los radicales se disponen a jugar el juego que mejor juegan: el bordado político.
Sabedores de que los laureles de la gloria electoral les serán esquivos en esta ocasión, los ganadores de la última interna – Jesús Rodríguez, Rodolfo Terragno y Gabriela González Gass- tejen desde hace varios meses un trabajoso acuerdo político con Aníbal Ibarra, con la esperanza de colocar a Cristian Caram como candidato a vicejefe de Gobierno.
De todos modos, reina entre los dirigentes principales del centenario partido una cautela casi excesiva, producto quizás de la incertidumbre que domina la escena política argentina, que los envuelve también a ellos, que ni siquiera lograron fijar aún la fecha de su interna, que sería en diciembre.
Plantean que primero hay que resolver la ecuación que plantea el escenario nacional -en el que Leopoldo Moreau enfrentará a Rodolfo Terragno por la candidatura presidencial del radicalismo- y que luego será el momento de enfrentar a la tríada opositora que conforman Rafael Pascual, Enrique "Coti" Nosiglia y Facundo Suárez Lastra, que oficia también como jefe de la campaña de Moreau en la Capital.
Pero, más allá de las internas, hay radicales que están haciendo las valijas para abandonar el partido. El diputado porteño Jorge Enríquez va a ser candidato a jefe de Gobierno, apoyado por un heteróclito grupo de organismos vecinales, en alianza con uno de los adalides de la derecha, Ricardo López Murphy, otro migrante del partido de Alem, que alineó en su flamante partido, Recrear para el Crecimiento, también a los ex ministros de de la Rúa -y ex jóvenes brillantes-, Andrés Delich y Hernán Lombardi.
Presos de una aguda parálisis interna, los radicales reproducirán en esta interna las alianzas de la última, que se produjo el 12 de agosto de 2001, antes de los trágicos sucesos de diciembre, cuando se enfrentaron los mismos contendientes. La única novedad estará en este caso en la cabeza de la lista que perdió el año pasado, y que volvería a perder en esta ocasión. Luis Brandoni abandonó en esta ocasión la escena teatral para subirse a un azaroso escenario político y reemplazará en ese puesto a Facundo Suárez Lastra, que oficiará desde el lugar que prefiere: el de bastonero.
Las aspiraciones del radicalismo en cuanto al acuerdo con Ibarra son las de un partido grande: quiere el 50 por ciento de todos los cargos a repartir. "Éste es el mismo acuerdo que hicimos con Ibarra cuando se armó la Alianza, pero que emtonces no se cumplió", refirió un dirigente radical de primera línea. Por ahora, en los inicios de la campaña, Ibarra dice a todo que sí, porque en la lucha por la reelección no tiene muchos logros de gestión para mostrar y necesita desesperadamente todo el apoyo que pueda recibir.
En este escenario, los radicales también necesitan una cara visible que no sea propia, sumidos como están en la que posiblemente sea la peor crisis de su historia. Por eso es que, en estos momentos, Ibarra se parece mucho a la única oportunidad para alcanzar un resultado decoroso. Parafraseando a Borges, estos aliados, que aún tienen una gran cantidad de cuentas pendientes y a los que los separan incontables abismos ideológicos, podrían recitar aquellos versos que rezan:
"no nos une el amor sino el espanto,
será por eso que nos queremos tanto".