“Para finalizar, deseo que Dios derrame sobre ustedes todas las venturas y la felicidad que merecen. Les agradezco profundamente el que hayan llegado hasta esta histórica Plaza de Mayo. Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música que, para mí, es la palabra del pueblo argentino”. Con esas palabras, el por entonces presidente Juan Domingo Perón, se despedía del pueblo argentino, desde el emblemático balcón de Casa de Gobierno y detrás de los micrófonos de Canal 7 y LRA.
Eran tiempos difíciles en la Argentina. Incluso para el viejo líder, que se había impuesto en las elecciones generales de 1973 con el 62,5 por ciento de los votos. Ese mismo día, por la mañana, Perón había amagado con presentar la renuncia, molesto con algunos sectores del sindicalismo y el empresariado nacional que “saboteaban” el “Pacto Social” firmado meses antes.
“Compañeros, esta concentración popular me da el respaldo y la contestación a cuanto dije esta mañana. Por eso deseo agradecerles la molestia que se han tomado de llegar hasta esta plaza”, expresó al respecto, durante el histórico discurso.
“El General” había llegado con el fin de “pacificar” la Argentina, y dio muestra de ello aquel 19 de noviembre de 1972, cuando se gestó el histórico abrazo con el jefe del radicalismo, Ricardo Balbín. O cuando decidió cambiar su típica frase “para un peronista no puede haber nada mejor que otro peronista” por “para un argentino no puede haber nada mejor que otro argentino”.
Sin embargo, la economía no daba señales de recuperación y el clima social se encontraba convulsionado y ensangrentado, producto –quizá- de la misma interna peronista y de la intolerancia de una enorme parte de la sociedad. Mientras que los años y la salud, le jugaban una mala pasada emblemático dirigente.
“Vino a morirse”, decían muchos. En tanto que otros destacaban la voluntad del dirigente por ponerse al hombro la complicada misión de enderezar los destinos de nuestra Nación.
Lo cierto es que 42 días después de su enfrentamiento con Montoneros, y dejando el vidrio blindado de lado, el jefe del Movimiento Nacional Justicialista, con sus 78 años acuestas, optó por un mensaje pacífico, donde manifestó: “Yo sé que hay muchos que quieren desviarnos en una o en otra dirección; pero nosotros conocemos perfectamente bien nuestros objetivos y marcharemos directamente a ellos, sin dejarnos influir por los que tiran desde la derecha ni por los que tiran desde la izquierda”.
A su vez, la melancolía, previo a la frase inmortal sobre “la más maravillosa música”, se hizo presente y la sensación de despedida inundó a la plaza “del pueblo”: “Llevaré grabado en mi retina este maravilloso espectáculo, en que el pueblo trabajador de la ciudad y de la provincia de Buenos Aires me trae el mensaje que yo necesito”.
Finalmente, el 1º de Julio de 1974, a las 13:15; el General Juan Domingo Perón pasaría a la inmortalidad; dejando un complicado legado para su esposa, María Estela Martínez, quien gracias a su propia impericia y la complicidad de civiles y militares, perdería el poder a manos del ex dictador Jorge Rafael Videla.
En tanto que al día de hoy, el justicialismo continúa debatiéndose entre los constantes tironeos que izquierda y derecha hacen sobre su dirigencia, imposibilitado de superar la orfandad que la muerte de su líder le dejó.