El 22 de diciembre de 1987, en una vieja casa de San Telmo ubicada sobre la calle Alsina, el corazón de Luca Prodan dejaba de latir. Moría el hombre y nacía la leyenda. Italiano de nacimiento y con varios años de vida en Gran Bretaña, donde presenció la explosión del punk y el devenir de las bandas que continuaron el movimiento, Luca había llegado a la Argentina en 1980, escapando de su adicción a la heroína, tras aceptar la invitación de su amigo Timmy Mackern, con quien había compartido largas horas de estudio en el estricto colegio de Gordonstoun, en Escocia, al que también asistía el príncipe Carlos de Inglaterra.Trajo consigo nuevos sonidos y, sobre todo, una actitud diferente a la escena de nuestro rock nacional, que cristalizó en Sumo, la banda que lideró hasta su muerte, pero también en su relación con la gente, alejada de todo divismo. Pese a su relativa fama, tanto Luca como Sumo no dejaban de ser una especie de outsiders dentro del ambiente rockero argentino.
Digamos que cuando falleció, Luca era medianamente conocido, pese a que Sumo ya había editado cuatro discos de estudio y había tocado en Obras. Su figura, mítica, se fue agigantando con el correr del tiempo. Primero, a partir del boca a boca y de inscripciones callejeras con la frase “Luca not dead”. Luego, con la incorporación masiva de los medios. Sobre Luca se escribieron notas, libros, se publicaron revistas, se hicieron películas y obras de teatro. Y se pintaron remeras, que no se conseguían hace treinta años, porque, prácticamente, no se vendían, salvo en algunos pocos locales muy especializados. Hoy, Noticias Urbanas le rinde homenaje al primer pelado que sacudió el rock en nuestro país, entrevistando a su hermano, el también músico –además de actor y conductor de radio– Andrea Prodan, quien arroja más luz sobre algunos aspectos de su figura y repasa sus vivencias, algunas hasta ahora desconocidas, en el único reencuentro que mantuvieron en la Argentina, a fines de 1982 y principios de 1983.
–Se cumplieron 30 años de la muerte de Luca. ¿A qué factores atribuís que su leyenda sea cada vez más grande la Argentina?
–Creo que el crecimiento del personaje, o de la fama, de Luca a través de los años demuestra que no fue una persona atada nada más que a lo que dio como músico. Él trascendió lo musical, que era Sumo, una banda increíble, para dejar mensajes que son muy útiles para nosotros a muchos años de distancia. Mensajes que no pasaban solo por los grandes medios, sino que dejaba desparramados en pequeñas entrevistas que muchas veces daba a estudiantes de periodismo, a gente que era fan. Creo que Luca tenía mucha claridad de visión de su presente y del futuro, de los problemas que tienen a la humanidad prisionera. También tenía una capacidad muy grande para analizar las cosas. Años después, en un mundo que ya está completamente privado de su espontaneidad y su libertad, la de Luca Prodan es una voz muy interesante para escuchar. Así que este es un legado muy groso. Es casi una especie de John Lennon a su manera, argentino en este punto, si queremos.
–Y hablando de su legado, ¿cómo describirías el que dejó dentro de lo que se considera rock argentino?
–No creo que el legado de Luca en el rock argentino sea tan grande como la gente dice. Me refiero a eso de que fue “el hombre que cambió el rock argentino”. Sí creo que Sumo era una fórmula, un animal, un bicho muy particular que Luca supo crear con las personas que lo rodearon, y que es una banda imposible de copiar. Lo que Luca dio con su mensaje fue la posibilidad a mucha gente de comprender que con comprarse un bajo, unos amplificadores y tener ganas de tocar, podían hacer una banda. Que no es que tenés que ser el hijo de una rica familia de Barrio Norte y comprarte los equipos en Inglaterra o Estados Unidos y esas cosas, como hacían muchas bandas argentinas anteriores a Sumo. Podías hacer algo humildemente desde adentro, con creatividad. Por eso creo que nacieron miles de bandas a partir del amor a Sumo. Pero nadie pudo repetir esta fórmula, porque pretender eso es una locura, obviamente. No se puede.
–¿Creés que Luca podría haber tenido la misma repercusión si se hubiese quedado en Londres o en Italia?
–Mirá, por algo Luca se fue de Europa, se fue de Londres, se fue de Italia. Por algo encontró en Argentina una puertita todavía abierta para hacer algo musicalmente innovador, profundo y, a la vez, divertido, en un país que ya mamaba el rock desde hacía tiempo, pero que no tenía todavía músicos con la experiencia de la auténtica fuente del rock, que es Inglaterra o Norteamérica. Luca, en ese sentido, era un escocés, era una persona que había mamado profundamente el rock inglés porque conocía a muchos músicos famosos ahí. Había tocado ahí y había vivido el rock ahí. La tenía reclara. No era un tipito que soñara con tener una banda. Ya la tenía en Londres. Pero estaba mal anímicamente en Europa porque la receta consumista ya había agarrado el sistema. Él se dio cuenta a fines de los 70 de que el punk era el último gran movimiento de libertad musical, pero, también, que él había perdido el barco. Porque los punks tenían todos 17, 19 años. Y Luca era un chabón de 26 años. Se sentía viejo. Pero acá en Argentina logró hacer algo que se dio cuenta que ya no podía existir más en Europa, donde las discográficas ya habían transformado todo en un business. Porque los 80 eran, realmente, una mierda. Todos acá hablan de qué grande que eran los años 80; en Argentina puede ser, pero en Europa ya la música era muy chatarrosa, era muy construida por la industria. Por MTV, por ejemplo. Así que preguntarse si Luca hubiera sido grande en Inglaterra o en Italia no tiene relevancia. Por alguna razón él pudo hacer su estilo y su mundo acá en la Argentina. Y la Argentina tiene la suerte de haber tenido a esta gran banda internacional. La última que hizo algo groso y profundo, y, al mismo tiempo, divertido, diría yo.
–Años antes de afincarte en Argentina, viajaste a principios de los 80 a nuestro país para visitar a Luca, ¿cómo fue el reencuentro y qué recordás de esos momentos?
–Yo viajé a la Argentina, principalmente, para ver cómo estaba Luca. Vine con mi hermana Michela, que era más grande que los dos. Tenía veinte años más que yo y diez más que Luca. Vinimos a la Argentina en el 82, después de la guerra de Malvinas. Íbamos a venir en abril, justo cuando explotó la guerra, por lo que no pudimos salir de Londres y tuvimos que esperar a que se pacificara un poco la cosa para poder venir con Michela, desde Holanda, después de la guerra. Fue en diciembre del 82. Yo tenía el interés extra de ver de qué se trataba su banda. Porque Luca me había mandado casetes hacía un año y medio y me parecía buenísimo lo que hacían. Estaba muy curioso. Pero el motivo principal, como te dije, era ver cómo estaba Luca. Él había venido a la Argentina para ponerse bien de su adicción, pero al principio la idea era volver a Italia, ya que en Argentina no tenía ningún otro amigo excepto Timmy, al que no había visto en muchos años. Y estaba en el otro lado del mundo, en un país con el que los Prodan no tenían nada que ver ni poseían ningún pariente. Nuestro viaje en el 82 fue increíble, porque pude estar otra vez con mi hermano como en los viejos tiempos. Pero, en este nuevo lugar, él ya nos hizo de anfitrión. Ya hablaba castellano, y bastante bien. Fuimos a Iguazú, a las Cataratas. Él siempre las había querido conocer y nos llevó y fue buenísimo. Pagó mi hermana, que tenía plata en esa época, ya que trabajaba en cine y ganaba bien [risas]. Así que aprovechamos este viajecito, que fue genial. Me acuerdo de que Michela después se cansó de nosotros y de nuestros chistes y se quiso volver antes. Así que Luca y yo la convencimos de darnos plata para volver en taxi desde las Cataratas del Iguazú hasta Posadas. En realidad, en un remís, con un remisero recopado del lugar. En este viaje bastante surreal fuimos hasta las ruinas de San Ignacio juntos. Y sacamos unas fotos alocadas ahí que todavía tengo. Y después fuimos en avión desde Posadas a Buenos Aires. Cuando llegamos a Hurlingham [NdR: localidad donde Luca vivía, en una casa propiedad de los Mackern] otra vez la volvimos a ver a Michela. Fue una escapadita entre hermanos que hicimos. Pero con Luca después fuimos de gira. Él tenía que ir con Sumo a Entre Ríos y allí tocaron en dos lugares: en Federación, que recién había sido reconstruida después de una tremenda inundación, y en un pequeño pueblo que se llama Chajarí. Allí tocó Sumo en el hangar de aviones afuera de la ciudad y fue un show al que fueron, no sé, 15 personas que no comprendían nada qué estaba pasando pero al final bailaban todos, les encantó, porque Luca, como siempre, logró seducirlos. Fue muy bueno. Cerca de Federación nos metimos en un río. Todos los Sumo se tiraron al agua, porque hacía un calor tremendo ese verano, y yo llegué un poco después y vi un cartel enorme que decía cosas en castellano que no comprendía bien, pero vi un par de imágenes de pirañas y las palabras “peligro”, “altamente peligroso nadar” y empecé a gritar “salgan del agua, que acá hay un cartel”. Y me decían “andá a cagar”, porque pensaban que les estaba tomando el pelo. Porque yo era de hacer chistes boludos. Como Luca y como Pettinato, que era el otro al que le gustaba hacer chistes boludos. Y terminé tan preocupado que mi cara se puso tan roja que se dieron cuenta de lo que pasaba y salieron rajando del agua. Y era verdad: era un momento del año en el que había gran cantidad de pirañas en el agua que se morfaban a todas las vacas cuando cruzaban el río. Y por eso habían puesto esos carteles. Después me abrazaron todos con un cagazo bárbaro. Se mearon encima. Zafaron de ser comidos vivos por las pirañas [risas].
–¿Hay algún otro músico hoy al que veas con un espíritu parecido al de tu hermano?
–Bueno, Luca era un bicho único e irrepetible, como todos los seres humanos, pero él asumía su personalidad y no tenía miedo de ser quien era. No es que estaba ahí intentando copiar a otra persona. Tenía sus amores, como Lennon, como Ian Dury, etcétera, pero era Luca. Y hasta cuando intentaba copiar terminaba siendo siempre Luca. Eso era su fuerza, también. Si hay alguien que hoy en día me recuerde a Luca, es muy difícil decirlo. Pero en Argentina descubrí a un músico, con su primer disco, que es Dick El Demasiado, que inventó las ahora famosas, en el under, cumbias lunáticas. Cuando lo escuché, y cuando después fui a verlo, me di cuenta de que este personaje, que era un holandés que había vivido muchos años en Argentina de chico, que había vuelto a la Argentina y que, prácticamente, había inventado un estilo musical, de alguna manera me recordaba a Luca. No digo tanto físicamente, pero sí en otras cosas: en su actitud, en su inteligencia, en su juego, en su manera de vivir experiencias a través de estar en un estado no del todo ebrio al crear, pero, al mismo tiempo, muy lúcido. Dick El Demasiado es un músico excelente, muy interesante, un compositor con ideas, una persona culta, que está en contacto, también, con la gente humilde. Pero diría que es un poco menos directo que Luca, menos claro, menos transparente, un poco más retorcido, demasiado atado a ciertos códigos difíciles de descifrar y que no lo hacen tan popular, y nunca va a ser un músico popular, realmente. Otro que me gusta mucho por su onda, aunque no es parecido a Luca, es Botis Cromático, el cantante de la Manzana Cromática Protoplasmática, una banda argentina increíble. Musicalmente no tiene mucho que ver con Luca, pero sí tiene la espontaneidad, la creatividad, el ángel y la capacidad de conectar con los sentimientos profundos. Un grande. Aparte, cuando lo conocí, él me dijo que no era fan de Luca ni de Sumo, pero que soñó con Luca y le pegó muchísimo el sueño que tuvo con mi hermano. Somos amigos, además. Una persona increíble. Primero descubrí su obra y después la persona. Muy humilde y muy groso. Así que con Dick y con Botis veo dos especies de hermanos en la música, aunque diferentes a Luca.
–De todos los libros que se escribieron sobre tu hermano, ¿cuál te pareció el más acertado?
–Se han escrito varios libros sobre Luca, pero no son tantos como comúnmente se piensa. El primero fue Luca. Un ciego guiando a los ciegos [de Carlos Polimeni]. No sé por qué este subtítulo, no le veo una gran claridad, pero igual fue un libro muy importante para la gente que curtió Sumo y que quería saber más sobre su historia, porque fue el primero en mostrar un poco de lo que era el universo de Luca. Después se escribieron otros libros sobre Luca. A mí me pareció excelente el primero de Pettinato. Él puede ser tan superficial y hasta insoportable en muchas cosas… En casi todo, realmente [risas]. Pero su libro sobre Luca creo que nació de una verdadera necesidad de su parte de contar a Luca como él lo vivió, como él lo conoció. Y además de haber sido un miembro importante de la banda de Sumo, es una persona que sabía mucho de grandes artistas fuera de la Argentina. Pettinato reconoció en Luca varias cosas y es un tipo que logró analizarlo bien. Y el libro está muy bien escrito y posee una capacidad de comprensión sobre Luca que muy pocos periodistas van a tener. Porque al no ser solo un periodista, sino un amigo de Luca, un músico, un artista, es una persona que pudo mirarlo y comprenderlo de otra manera. Así que yo rescato este primer libro que escribió Pettinato sobre Sumo, que se llama Sumo. La jungla del poder. Tiene unos momentos en los que es “muy Pettinato”, donde querés estrangularlo un poco, pero los méritos del libro sobrepasan en gran parte esto. Después está el enorme libro curado por Oscar Jalil [Luca Prodan. Libertad divino tesoro].Es, prácticamente, su biografía. Yo ayudé mucho en toda la parte anterior a la llegada a la Argentina de Luca, esa parte se la conté yo a Jalil, pero después él hizo un trabajo muy completo, muy respetuoso y muy bueno con miles de entrevistas a personas que lo conocieron. No solamente a los miembros de la banda, sino a fans y a amigos. Es un libro con mucha información, que sirve para aquellos que quieren saber un poco más sobre Luca. Todos esos son libros que te dan, cada uno, un pantallazo distinto. Y todavía hay mucho para contar sobre su vida en Europa, que es fascinante.
–¿Y el último libro que escribió Pettinato lo pudiste leer? ¿Qué te pareció?
–El insoportable nombre Luca es mío del último libro de Pettinato me da gracia. Hay que conocerlo para darse cuenta de que lo hace a propósito para frotárselo en la cara a la gente. Porque todos piensan que Luca les pertenece, así que Pettinato, a propósito, hace esto. El libro lo compré el sábado, pero no para mí, sino para mi hijo, como regalo de Navidad. Le tengo bastante fe porque el primer libro que escribió sobre Luca era bueno, gracioso y, al mismo tiempo, incisivo e inteligente. Seguro que va a contar un par de historias que se le habían quedado olvidadas, pero no sé cuántos cartuchos tiene todavía sobre Luca. Igual es un libro que yo no compraría para mí, pero mi hijo me va a decir qué le pareció cuando termine de leerlo.