La crisis se va devorando todo, incluyendo partidos, referentes y las pocas ideas que hoy transitan por la ciudad. La fragmentación interna parece ser la moneda corriente de las estructuras partidarias porteñas, que serán muy diferentes a las tradicionales cuando llegue la hora de las urnas. A tal punto que no se distingue con nitidez qué y quiénes van a representar al oficialismo mientras que el menú opositor está marcado más por las personas que por los partidos.
El radicalismo de la Capital no es ajeno a la debacle nacional tras el fracaso delarruista. No en vano el ex presidente era el principal referente distrital. Un sector- el terragnista al que también adhiere el diputado Cristian Caram- ha decidido atar su suerte a la del jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra mientras que las estructuras más poderosas estiran el frenaje de la decisión procurando no errar el "viscachazo" por apresurados. De cualquier modo es poco probable que surja un candidato testimonial "de pluma y martillo".
A todo esto Ibarra, que se encuentra en el momento más difícil de su gestión, tuvo como mayor éxito mostrable, la no desintegración de su gobierno a pesar de la hecatombe aliancista nacional, con renuncia de Chacho Álvarez incluída. Asumió el poder nacional de un partido diminuido a la mínima expresión -el Frente Grande- pero, sabedor que ello no le alcanzará para renovar, busca dentro del pluralismo progresista el aire que lo oxigene. El ARI sigue siendo -por necesidad, no por convencimiento- uno de sus objetivos prioritarios, mas no parece haber la misma reciprocidad desde las huestes de Carrió. Ibarra buscará entonces sumar masa crítica para forzar la negociación en mejores condiciones. Tiene un problema adicional, no todo el Frente Grande la quiere a la chaqueña, curados de espanto con anteriores inventos.
Los peronistas porteños curiosamente, mientras todos se fracturan en la Legislatura recorrieron el camino inverso, agrupando hoy la primera minoría en la cámara. Seguidores de Gustavo Béliz, de Daniel Scioli, de Rafael Bielsa y hasta alguno de Mauricio Macri, conviven en aceptable armonía conscientes que no llegó aún el momento de la diferenciación. Entre Macri, Scioli y Béliz las encuestas aún son prematuras; si se cruzan intención de voto e imagen negativa, nadie tiene la vaca atada. No se descartan por lo tanto aquí posible negociaciones de primus-interpares, aunque es imposible que unifiquen candidaturas entre todos. De aquí saldrán -por lo menos- dos candidatos. También el periodista Carlos Campolongo quiere ser y habrá que ver hasta dónde puede llegar y si lo hace desde el peronismo.
La izquierda, que viene en crecimiento las últimas elecciones, tiene hoy una estrella fulgurante que se llama Luis Zamora, por ahora un mimado de las encuestas de este centro urbano. Otros sectores como la Izquierda Unida hacen lo imposible por acordar con el líder de Autodeterminación y Libertad, mientras que el Polo Obrero parece sumar más en la lucha social que en las preferencias del electorado. El Humanismo tiene un piso muy cercano al techo, por lo que no se espera ninguna variación de caudal.
Una de las incógnitas es saber que postura adoptará Patricia Bullrich, una apuesta fuerte que llega desde el Norte. Con su partido Ahora Argentina intenta filtrarse en el tablero nacional -al igual que Macri-, pero difícilmente pueda hacer pie de una manera digna. El descenso obligado la colocaría como una adversaria de fuste en el espectro de la centroderecha porteña, cansada de la ineficiencia en un distrito privilegiado.
Como queda expuesto son los nombres los que se privilegian por sobre los partidos. De los orígenes y las identidades queda muy poco aunque casi ninguno reniegue de ellas. El escenario entonces se va delineando lentamente. El adelantamiento dejaría afuera a muchos de ellos por carecer del tiempo necesaria para su instalación. Un vendaval político nacional podría arastrar a otros, mientras en la jefatura de Gobierno deshojan la margarita por la conveniencia de desdoblar o no los comicios.