No había posibilidad de confusión. A una cuadra del lugar indicado se divisaban los familiares de las víctimas de Cromañón, que esta vez no llegaban a reunir más 40 personas. Nombraban, uno por uno, a los chicos muertos por el incendio desatado la fatídica noche del 30 de diciembre de 2004. Un doble cordón policial cubría la puerta del 1331 de la calle Pasco, bajo la autopista 25 de Mayo, que corre paralela a la Avenida San Juan. Imposible equivocarse, el acto de Aníbal Ibarra era ahí. Estaba programado para las 19:30, era casi una hora después y aún no había comenzado. Sí, era el lugar correcto.
Allí, en un sucucho caluroso, hundido unos escalones por debajo de la superficie de la tierra, el ex jefe de Gobierno y el diputado nacional Miguel Bonasso sellaron este viernes su alianza política con un acto conjunto. Lejos quedó el glamour de otras épocas: el lugar, más bien, parecía un búnker para refugiados de guerra con angostas ventanas rectangulares, cruzadas por barrotes horizontales. Las que daban a la calle permanecían con las cortinas extendidas, para que quienes estaban dentro pudieran evitar cruzar las miradas con las de los familiares de Cromañón. Por las otras podía vislumbrarse los cuerpos de los que jugaban al tenis en las canchas bajo la autopista. Un par de ventiladores ruidosos trataban, en vano, de llevar alivio a los cerca de 200 asistentes, entre los que se encontraban el ex secretario de Planeamiento Roberto Feletti; el subsecretario nacional de la Gestión Pública, Juan Manuel Abal Medina (h), la ex diputada Alicia Caruso, la ex subsecretaria de Derechos Humanos de la Ciudad, Gabriela Alegre; la legisladora porteña Marta Talotti, la titular del Consejo de Niñas, Niños y Adolescentes, María Elena Naddeo, algunos amigos del Nacional Buenos Aires de Ibarra y los incondicionales sin nombre que están en todos los actos del ex jefe porteño.
No estaba, en cambio, el secretario general del gobierno de Jorge Telerman, Raúl Fernández, ex mano derecha del ex jefe porteño. Consultado por NOTICIAS URBANAS, Ibarra explicó la ausencia diciendo que, en el Frente Progresista y Popular, "cada uno tiene su espacio político y éste es un acto de nuestro espacio". Tampoco estaba la legisladora Laura Moresi.
EL ACTO
En el pequeño escenario del búnker/sucucho se ubicaron el ex secretario de Cultura porteño, Gustavo López; el ex subsecretario de Comunicación Social, Daniel Rosso, el ex jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra; el diputado nacional Miguel Bonasso y el presidente de Astillero Río Santiago, Julio Urien. Todos, dispuestos a dar su punto de vista. Y cada uno a su turno, fueron haciendo uso del micrófono a medida que un locutor les daba la palabra.
"La derecha", a la que se identificó con el macrismo, fue el eje de todas las críticas sobre las que giraron los discursos. El primero en hablar fue López, quien acusó a este sector de haber llevado adelante un "golpe de Estado" en la Ciudad. "Nosotros estamos acá porque los valores en los que creemos están más vigentes que nunca", remarcó.
Luego de Urien, quien pronunció un discurso muy corto en el que agradeció la invitación y destacó algunas cualidades del espacio, fue el turno de Rosso. El discurso del ex subsecretario de Comunicación fue muy didáctico, acerca de cómo "la derecha" suele vaciar de contenido político los proyectos de Estado para medirlos solamente en términos de eficiencia. "Esto genera una especie de posmodernismo político en el que todos somos iguales. Pero nosotros no somos lo mismo que Macri", sentenció. Después pidió la unión de la izquierda con el peronismo. Contra su exposición, certera en lo conceptual, conspiró el estilo de su alocución, apropiado para conquistar el aula de una facultad pero no una tribuna política.
Después llegaron los platos fuertes de la noche: Bonasso, primero, e Ibarra, en el cierre. El primero cuestionó, por enésima vez en la noche, a Macri; alabó las políticas de Kirchner y señaló que la centroizquierda debe "ganar el centro" del electorado, ya que éste es un sector proclive a ser conquistado por la derecha. Además, abogó porque no haya divisiones dentro de la centroizquierda.
Previo a su discurso, se recordó a su mujer, la productora, documentalista y periodista Ana de Skalon, fallecida el 17 de febrero de este año, quien, a decir de Bonasso, no sólo luchó hasta último momento contra su propio cáncer, sino "contra el cáncer que corroe los medios de comunicación".
Finalmente, fue el turno de "el compañero" Ibarra, quien arrancó su discurso denunciando nuevamente el "golpe institucional" que lo depuso. Manifestó que, como resultado de ese proceso, "hoy la Ciudad está siendo gobernada por un macrista", en referencia a Santiago de Estrada quien, desde hace unos días, está reemplazando a Telerman al frente del Poder Ejecutivo porteño. El ex jefe de Gobierno prefirió bajar los decibeles a la hora de referirse a Telerman. Optó por decir que en el Gobierno de la Ciudad "hay confusión" y por pedirle a Telerman que "no confunda el enemigo". Como al pasar, le solicitó a su ex compañero de fórmula que no eche a los empleados del Gobierno que quieran asistir a los actos ibarristas. Y les apuntó directamente a los funcionarios que "hoy están en el Gobierno pero no ganaron las elecciones". En especial, mencionó al ministro de Planeamiento y Obras Públicas, Juan Pablo Schiavi, ex jefe de campaña de Macri, a quien otros oradores también le dedicaron algunas palabras.
Después fue el momento de los encuentros, de un par de fotos de Ibarra con algunas admiradoras y de la desconcentración, mirando siempre que no hubiera ningún familiar de Cromañón cerca. "Dale, dale, Flaco, metete en el auto", le gritaron a Aníbal en el momento que ponía un pie en la vereda, ya despejada de peligros. Entró al auto corriendo y partió rápidamente. Una salida difícil para alguien que, tiempo atrás, se jactaba de ser un político que podía caminar tranquilamente por la calle.