La imagen, bajo la lógica de la virtualidad, impresionaba. Mientras Alberto Fernández –con Cristina Kirchner a su lado- decía que acceder a la declaración jurada de bienes de los miembros de la Corte Suprema era “virtualmente imposible”, los miembros del Máximo Tribunal lo escuchaban, inconmovibles, desde cinco sillas distanciadas en el edificio de la calle Talcahuano. La dualidad –el mandatario criticando enérgico a la Justicia y los cortesanos ponchados en vivo- se repetiría un par de veces más durante el discurso de apertura de sesiones legislativas. Y funcionaría, a su modo, como un termómetro de la pelea entre el Gobierno y los jueces. De un lado, un Presidente enojado, a veces subiendo la voz, anunciando y reclamando y, del otro, las autoridades más altas de otro poder del Estado ni siquiera haciendo una mueca para eludir las estocadas.
Como en una pelea de boxeo, lo que vendría horas más tarde también podría confundir a un espectador poco atento. Algunos de los principales dirigentes del oficialismo salieron a la palestra, uno atrás de otro. El senador Oscar Parrilli amenazó con avanzar con una comisión bicameral para investigar a jueces y fiscales; la abogada Graciana Peñafort habló de “remover a jueces de la Corte”; el ministro De Pedro –en su caso, hablando de temas de femicidio- anunció que los magistrados “se transforman o llegó la hora de irse”. Y, finalmente, un camarista cercano al Gobierno, Alejandro Slokar, directamente le reclamó al titular de la Cámara de Casación, Gustavo Hornos, que deje su cargo por la revelación de varias supuestas reuniones con Mauricio Macri, en las que se habría acordado perjudicar a ex funcionarios K.
En la Casa Rosada avisaron que no hay aún ni una línea escrita de las iniciativas que adelantó Fernández en su discurso, mientras que algunos constitucionalistas salieron a cuestionar la validez de una bicameral, aun cuando el oficialismo consiguiera –hoy parece improbable- los votos para crearla.
La seguidilla, claro, vino después de las críticas que había lanzado el propio Presidente. No sólo acusando a los jueces de la Corte de ocultar sus bienes, sino reclamando a la Cámara de Diputados convertir en ley dos proyectos que hoy se encuentran trabados, como la Reforma Judicial y los cambios para elegir al Procurador de la Nación y anunciando, al mismo tiempos, el envío de nuevas iniciativas para “mejorar el funcionamiento de la Justicia”, vinculadas a los recursos y algunas competencias que llegan al máximo tribunal. Todos estos objetivos, alineados indisimulablemente con los reclamos del peronismo en general y a la vicepresidenta en particular, que insiste en denunciar una confabulación de jueces, opositores, empresarios y medios que hacen lobby para complicar su situación judicial.
El tema generó un previsible impacto. Pero también con el correr de las horas, varios de esos golpes parecieron quedar dando vueltas en el aire. ¿Ejemplos? Sergio Massa, titular de Diputados, avisó que no están los votos para convertir en ley la Reforma Judicial ni los cambios para la Procuración si los proyectos se mantienen tal cual fueron votados en el Senado. Por otra parte, en la Casa Rosada avisaron que no hay aún ni una línea escrita de las iniciativas que adelantó Fernández en su discurso, mientras que algunos constitucionalistas salieron a cuestionar la validez de una bicameral, aun cuando el oficialismo consiguiera –hoy parece improbable- los votos para crearla.
En paralelo, fuentes opositoras e incluso del Gobierno admitían que su tono combativo podía relacionarse con dos cosas: con la sabida preocupación de Cristina por los juicios en su contra –y también en algún caso contra sus hijos- y con la preocupación de Fernández por cómo viene impactando en su imagen el escándalo del vacunatorio VIP.
Del otro lado, dentro la corporación judicial se escucharon los previsibles rechazos al nuevo avance que pretende el Gobierno. Y, sobre todo, cierta satisfacción por cómo ellos ven que se desarrolla la pelea. Mientras el oficialismo se enreda para plasmar sus iniciativas, distintos jueces encadenan fallos contra ex funcionarios o aliados K, como Amado Boudou, Lázaro Báez o Milagro Sala. Golpes que pegan de lleno en el contrincante.
¿La Justicia? Bien, gracias.