Alberto Fernández: el virus que lo convierte en el núcleo de la política argentina

Alberto Fernández: el virus que lo convierte en el núcleo de la política argentina

La crisis del Coronavirus marcará a fuego su gestión. Por eso, su actuación está ahora en primer plano.


La crónica podría hacer eje en los primeros 100 días de gobierno de Alberto Fernández. Y en algún punto orbitará por allí. Pero la pandemia de Coronavirus, que comenzó por China, se expandió principalmente por Europa y desembarcó a principios de mes en la Argentina, pone al Presidente en una situación inédita: cuando otras gestiones transcurrían para esta época inicial la trillada “luna de miel política”, Fernández debe abordar prematuramente una crisis que marcará a fuego sus cuatro años de administración.

Hasta ahora, el ex jefe de Gabinete había planteado virtualmente al 31 de marzo como un punto de inflexión en su gobierno: ese sería, supuso en el ya lejanísimo diciembre, el comienzo de un panorama más despejado en lo económico, con la renegociación de la deuda encaminada y algunas señales de consumo positivas. Frío, el dato del riesgo país en casi 4.000 puntos llena de dudas cualquier conversación con los acreedores. Más caliente, la postal de las ciudades de la costa bonaerense blindadas para evitar turistas –clientes- aleja cualquier idea de reactivación económica.

El temor por la llegada de la enfermedad, con bajo porcentaje de casos mortales pero sin una vacuna que le quite incertidumbre, llevó a todos los argentinos a priorizar la inmunodefensa. Y en este combate inicial, al menos media docena de encuestas que abordaron el tema aseguran que la mayoría está de acuerdo con la dureza de las medidas que decidió el Presidente.

Si en los primeros tres meses hubo una sombra llamada Cristina sobre cada decisión de Fernández, la centralidad que tomó el mandatario con el Coronavirus cambió la ecuación de poder. De ahí la conclusión inicial: por la profundidad del problema y con el Presidente al frente de los anuncios, su manera de gobernar entra en el plano de la evaluación personal y permanente.

Fernández y su vice empezaban a transcurrir una de las peleas de fondo de la interna –la reforma judicial, con la polémica por los supuestos presos políticos detrás-, cuando la pandemia corrió a Cristina del escenario. Su nuevo viaje a Cuba para ver a su hija Florencia terminó de dejar a Alberto en el foco de las miradas y demandas.

El mandatario parece sentirse cómodo en el rol. En parte, quizá, por los datos aún prematuros de la enfermedad en el país. Si el ministro de Salud, Ginés González García, quedará en la historia  como el especialista que subestimó el desembarco del virus, Fernández por ahora apuesta al rol contrario. Él mismo aclaró que decidió medidas duras –como cerrar fronteras y establecer cuarentenas a amplios grupos- pese a los consejos contrarios de los sanitaristas. En el temor latente por el contagio masivo, la población agradece los extremos.

La incógnita es qué pasará en los próximos meses, o acaso semanas. El hilo fino por el que caminan -y se cruzan- la salud y la economía requerirá de un timming preciso. Y deberá hacerse sin manuales de guía más que las experiencias de los países que tienen la epidemia más expandida, aunque en algunos de esos casos con una estructura económica sólida.

Hasta ahora, el Presidente optó por la lógica: intentar frenar el contagio, por un lado, y volver a inyectar dinero en los sectores más vulnerables por el otro. Es una manta cortísima, en un país que ya lleva casi dos años de recesión y con un fuerte ajuste reciente.

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