El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires mantendrá momentáneamente en suspenso el lanzamiento del bono -que se llamará, eventualmente, "Porteño"- que pensaba emitir en el caso de que el déficit fiscal sobrepasara los límites tolerables.
Algunas de las razones que explican la lentitud de Ibarra para definirse en este tema hay que buscarlas en que, por una parte, espera una inundación de bonos similares -hay muchos distritos que claman al cielo por un poco de efectivo-; en tanto que, por otra parte, el bono se encuentra aún en la etapa de diseño por parte de funcionarios que, por las mismas razones, no tienen apuro.
Más allá de todos los detalles, los hombres de Ibarra están planeando -una vez que tengan los LECOP en su poder-, la creación de un circuito económico. Al igual que el flamante gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Felipe Solá, la Ciudad piensa en venderles a las grandes empresas los LECOP que reciba de la Nación, para que éstas, a su vez, cancelen sus deudas por la misma ventanilla, beneficiándose con la exención impositiva con la que Cavallo intentó volver atractivo a este bono para los inversores privados. Las empresas tendrían la ventaja adicional de pagar en la "ventanilla cautiva" del Estado nacional, que emitió el bono y que deberá -por lo tanto- aceptar sin protestas su valor de cambio de uno por uno.
De todos modos, la Ciudad de Buenos Aires -junto con Santa Cruz y San Luis- es el único estado que sólo tiene acreencias y no deudas con el estado nacional. El problemas es que
éste dilapidó de una manera irresponsable el megacanje, el blindaje financiero y aún el declamado superávit porteño, junto con el de las otras provincias.
Este proceso de apropiación por parte del estado nacional de los recursos provinciales no es nuevo, pero se aceleró entre los meses de septiembre y diciembre pasados, motivado en
gran medida por la baja en la recaudación, que a su vez fue la consecuencia directa del "ajuste perpetuo" que se viene aplicando en el país desde hace muchos años.
Los hombres de Ibarra no imaginaban que los 89 millones de pesos que adeudaba la Nación no iban a llegar a tiempo. Así fue que se les pagó el incentivo a los docentes con sus
propios recursos, cayendo de esta manera en un espiral que recién tendrá un puerto transitorio a mediados de enero, cuando la Nación le gire sus acreencias -alrededor de 110 millones de pesos -. La diferencia es que esta vez será en LECOP, lejos de aquellos tiempos remotos -casi prehistóricos- en los que el dólar valía lo mismo que el peso.
Por su parte la Ciudad -en tanto el escenario siga estando plagado de rumores, feriados bancarios y cambiarios y otros elementos que sólo aportan a dificultar la evaluación de las estrategias gubernamentales-, avanzará en el diseño del bono, en la elección del papel o en la decisión en cuanto al color que distinguirán los porteños en cuanto abran sus faltriqueras, pero no definirá fechas ni el hecho sin vuelta atrás que significa imprimir el "Porteño". Como otras provincias, ha "desensillado hasta que aclare", a la espera de que se disipe una neblina que no permite ver claro el panorama.
Una muestra de esta dificultad para diseñar acciones de gobierno, cruzadas a menudo por operaciones de "lobby" y de rumores que sólo aportan confusión, se dió en estos días, cuando la consultora Merryll Lynch salió al mercado con la versión de que a fines de diciembre de 2002 el dólar va a valer cuatro pesos. La verdad es que -dicen los analistas económicos-, tomando el escenario actual y las posibilidades reales de la Argentina en el corto y mediano plazo, es irresponsable diseñar estrategias para más tres meses, y eso en el mejor de los casos. Quizás Merryll Lynch alquiló el oráculo de Delfos para que los ilumine con la verdad. O quizás -según versiones más pedestres- está sólo haciendo "lobby" para alguno de sus muchos clientes del mundo financiero internacional, que poseen papeles de la deuda argentina.