Dalia Gutmann es de esas mujeres que con una panza de ocho meses y monedas salta, bailotea, anda todo el día de acá para allá y encima tiene el tupé de mofarse del médico que le pidió que se quedara tranquila: "Dalia, tranquila".
¿Tranquilidad? ¡¿Qué es eso?! Y no es que el bebé no le importe. Todo lo contrario. Lo que pasa es que ella hace lo que se le canta. Y es feliz así. Es una déspota amable, casi con cara de hada, de labia desopilante y papelones que dan cuerpo a su declaración de principios.
Un día llegó al Bululú, reducto standupero por excelencia, y flasheó. Ahí supo, después de pasar por decenas de ocupaciones estériles, qué quería ser de grande. Quería hablar, recuerda, hablar, hablar: quería contar sus miserias, que son las de todas, las del montón, las que somos una suerte de hermano del medio en el universo femenino.
Pero, lejos de la resignación a lo arriero de Yupanqui, apenas Gutmann decidió su futuro le empezó a sacar jugo a su condición de locutora como a una naranja de ombligo. Lo que siguió fue un par de meses de pulido de sus dichos con Diego Wainstein, referente local de los monólogos de humor. Y al escenario nomás. Este es el segundo año en que Gutmann hace de la vergüenza ajena un rito todos los jueves en Cosa de minas, en el Paseo La Plaza.
Ella, la que agotó su autobiografía en clave paródica, Entregada al ridículo, en la que relata, entre otras alegres desgracias, su pasado de gordita simpática y su historial sentimental en el que le echa querosén a varios ex, es la anfitriona de otras comediantes. Ella, la egresada del Iser que pese al corset televisivo actúa con sorna la sombra de la voz en off en las mañanas de AM, por Telefé, lo será hasta parir.
?¿Hay límites para el humor?
?Para mí se puede hacer chistes con todo. El moralismo con el humor me rompe las bolas. Me gusta mucho el humor negro, desprolijo, pero para eso tenés que contar con alguien que tenga ese sentido del humor. Si yo te empiezo a joder con algo que a vos te lastima de verdad, no está bueno. Me gusta el humorista al que no le interesa quedar bien con su público. No hables dudando, con culpa. Si decís algo terrible, ¡bancatelá!
Son muchos los entendidos que afirman que, en la materia de pisar escenarios solito y solo, sin escenografía, micrófono en mano y desdicha arropada de ironía en la punta de la lengua, habría que empezar a decir que, en rigor, Sebastián Wainraich es el esposo de Dalia Gutmann al referirse a la pareja. Y no al revés. Explican: en este caso el orden de los factores altera el producto. ?Dejen de joder con eso de que el pelado trabaja para la corpo, que yo le voy a tener que dar de comer a dos pibes ahora?, dice Dalia sobre el conductor de La Biblia y el calefón, ex-TVR.
?¿Hablan del trabajo con Sebastián?
?Cada vez menos. Yo cada vez consumo menos lo que hace, no porque no me guste sino porque vivo con él. Me parece demasiado. Si escucho algo que me gustó, se lo digo, y lo mismo hace él. Tratamos de no decirnos nada negativo, porque a veces es al pedo la crítica negativa. Pasa que cuando hacés un laburo tan poco objetivo como el humor es al pedo, porque lo que a mí no me causó gracia, a otro sí. Entonces no tiene mucho sentido la crítica.
?¿Cómo te parás frente a la política? ¿Te interesa?
?No soy una persona formada ni estoy leyendo el diario. No digo: ?Me encantaría estar en el Senado mientras debaten una ley?. Me aburre. Pero a su vez me parece que es muy importante la política y todos estamos atravesados por ella. Estoy muy contenta con el gobierno. Es como en el laburo: cuando sabés que tu jefe es una persona criteriosa, que usa la cabeza, que está capacitada, tenés una tranquilidad que no la tenés cuando te toca un jefe que es una bestia, un hijo de puta. Con el gobierno de Cristina siento eso: siempre que ella toma una decisión, siento que la toma una persona preparada, algo que en este país nunca me había pasado.
?¿Descartás hacer humor político?
?No me parece que sea un momento del país como para hacer humor político. No me voy a poner a criticar a Pinti porque sería una pelotuda, pero la última vez que lo fui a ver me pareció que todo quedó muy viejo. No podés criticar a Cristina con todo el pasado que existe en este país. Dale una vuelta de tuerca, porque criticar a este gobierno, al menos para mi forma de pensar, no es gracioso. Hacer humor con algo que está bien es difícil. Soy bastante cerrada en mi apoyo a Cristina. La apoyo ciegamente. Siempre la justifico. Nadie que la ataque me divierte.
A Dalia Gutmann le tocó trabajar en la tele del ejército de culos piel de durazno. A ella, que seguramente debe ser del palo piel de naranja. No lo sabemos, pero, si fuera así, Dalia diría que está todo bien, que se está dejando los pozos: que ya van a estar de moda. Antiheroína, o de esas perdedoras que asumen el estigma como emblema, Gutmann también cree que la mujer tiene mucho, muchísimo para dar en el humor. Que solo le falta soltarse. Dejar de ruborizarse.
?Vos te reís mucho de tu tendencia a engordar. ¿Cómo hacés para que esa mirada no resulte contradictoria respecto a la visión mediática sobre el aspecto que debe tener una mujer?
?Hubo cierto momento en que en la tele me dijeron que por qué no adelgazaba un poco, pero sin agresividad, como un consejo. Hay un montón de cosas que no son tema para mí. Me salva mucho el stand up, sé que siempre lo tengo. Digo: ?Bueno, y si no, buscaré otra cosa?. Soy sana, me gusto más o menos, no tengo mucho mambo con nada, no estoy todo el tiempo evaluándome. Y, además, el personaje que armé? puedo estar en ojotas si quiero. No dependo de mi imagen. Pero igual considero que está bueno que haya gente real en los medios. Por otro lado, todos los días hago un gran esfuerzo para tener en claro que mi vida no es solamente esto. Este momento está buenísimo. El libro, estar en teatro y que vaya gente a verme tiene que ver con la tele, pero mi vida es mucho más que esto. La tele te lleva a tener una adicción por aparecer en cámara o estar impecable. Te maquillan, te peinan? Si no te cuidás, creés que sos eso. Te lleva a creértela. Te saludan, te sacan fotos. Sé que esto es algo momentáneo.
?Por último, como chica de Villa Crespo, te llevo de nuevo a la política y te pregunto: ¿cómo ves la gestión de la Ciudad?
?Nunca fue un lugar conflictivo para manejar. Toda la gente que la gobernó lo hizo bien. Y si te digo que Macri no me gusta, es por la familia. Es más prejuicio que algo concreto que te diga ?la Ciudad está para atrás?. Pero lamentablemente no toma decisiones muy populares.