En el segundo aniversario de la tragedia de Cromañón, una cantidad importante de gente, familiares de las víctimas, sobrevivientes, adherentes, oportunistas opositores y una varipinta fauna, se dio cita primero en Plaza de Mayo y después en la ex sede del local, en Once, para rendir homenaje a los 194 muertos y criticar a las administraciones del ex intendente Aníbal Ibarra y a la actual de Néstor Kirchner.
El actual Presidente fue criticado por encubrir las responsabilidades políticas y administrativas del ex fiscal -que finalmente le costaron el puesto- bajo el supuesto de un retorno a la arena electoral de la mano del actual diputado nacional Miguel Bonasso.
Sin embargo, y contra lo que se pensaba, antes de llegar a Once, la misa ofrecida por el arzobispado de la Ciudad en la Catedral, no fue pronunciada por el titular de la diócesis, Jorge Bergoglio, sino por el obispo auxiliar, monseñor Eduardo García, que exhortó a deponer rencores junto con la impostergable necesidad de no olvidar.
La ausencia de Bergoglio es pasto de hermeneutas, pero no hay lectura que pueda eludir la política; tras las bambalinas de la Iglesia se tejen y destejen, se toman y despejan opiniones y argumentos no tan sencillos de descifrar para el acólito, y no necesariamente creyente.
Si se tratara de no perder o ceder, las cr{iticas a la administración central del país pueden considerarse más que obvias, previsibles; y las hechas al gobierno de Ibarra, menos justas que precisas.
Es otro capítulo tal vez el que se está empezamdo a abrir, y las responsabilidades, las admisibles y las otras, estám identificadas. Acaso la aoarición con vida de Luis Gerez no sea un episodio tan aislado de esta política inaugural.
