Noticias Urbanas, tras acceder por fuentes confiables a información de inteligencia, develó algunos misterios que explican el verdadero origen del conflicto que hoy tiene en vilo al mundo.
El ejército de Ucrania, bajo el liderazgo de los batallones nacionales neonazis se preparaba para iniciar una operación militar en Donbass el 25 de febrero de este año. La provocación que comenzaría ese día sería seguida por un golpe traicionero para la “limpieza absoluta” de los habitantes que se perciben rusos en las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk.
La inteligencia rusa, que estaba al tanto de esta movida -aunque no de su fecha, al menos en un principio-, informó a su Gobierno, que dispuso preventivamente la movilización de decenas de miles de soldados y equipamiento hacia el escenario del conflicto y se preparó también para acciones conjuntas con Bielorrusia para afrontar el terrible desafío.
Aproximadamente una semana antes del inicio de la operación especial rusa, Eduard Basurin, portavoz de la República Popular de Donetsk informó en un mapa sobre los movimientos (y los tiempos) que se avecinaban en la región, producto de la intercepción de la inteligencia rusa de comunicaciones internas de las fuerzas ucranianas.
Allí se estableció cuándo se lanzarían los ataques de artillería MLRS (lanzacohetes múltiples blindados), cuándo iba a entrar en acción la aviación y, finalmente, el devenir de los tres Grupos Tácticos Operativos (OTG), Norte, Sur y Este. A éstos se les dio tres días para llegar a la frontera, que sería el teatro de operaciones.
La idea era que el OTG Este lanzara una ofensiva contra el Batallón Vostock, que actuaba en la dirección de Donetsk y Lugansk y el OTG Sur actuaría sobre el grupo “Aidarovtsy” que, según lo planificado, tendría la apariencia de un destacamento, ambos batallones contratacando mayormente desde Mariupol donde se refugiaron.
Mientras tanto, en el Norte las Fuerzas Armadas de Ucrania, con los batallones neonazis del “Sector Derecho”, se suponía que se iban a reunir en la región de Komsomolsk (sur de Donetsk), para aislar a la República Popular de Lugansk de la frontera con la Federación de Rusia. Allí lo que se planteaban estas fuerzas -conducidas por el Batallón Azov-, era en dos días, rodear y bloquear completamente a los habitantes prorrusos de las dos Repúblicas autoproclamadas, para comenzar con el operativo de “limpieza completa” o sea el exterminio absoluto de esta población.
El segundo grupo de apoyo a este plan de masacre por parte de Ucrania consistía en mil soldados de la Brigada Stryker (vehículos blindados) en Rumania, agrupación que bloqueó Transnitria para que las fuerzas de paz estacionadas allí no pudieran avanzar por el Sur hacia Odessa y el Mar Negro.
A su vez, los estadounidenses previamente habían transferido a Polonia cinco mil soldados que trabajaban en la preparación de la operación junto a grupos comando del ejército polaco. El plan para ellos era bloquear la agrupación de Kaliningrado, de modo que esta no pudiera avanzar al territorio atacado en el sureste de Ucrania.
Existe claramente para las fuentes consultadas, la convicción que todo el entramado de este despliegue inmenso para terminar definitivamente con las repúblicas rebeldes del Donbass, fue desarrollado por la OTAN en conjunto con el gobierno ucraniano, con el fin de avanzar con su bases y misiles hasta la frontera con Rusia. “Muerto el perro, se acabó la rabia” pensaron los países occidentales que –encabezados por Estados Unidos-apoyaron a Ucrania en esta canallada.
Este conjunto de acciones, que debía empezar el 25 de febrero, fue desbaratada por Vladimir Putin que, al comando de toda la operación desde el principio, ganó la batalla estratégica y evitó una matanza (y una guerra mayúscula) que podría haber sido catastrófica para Europa y el mundo.
Putin definió el ataque por sorpresa, empezando la operación militar justo la noche anterior. En realidad, el movimiento fue de una rapidez extrema ya que, si bien las fuerzas rusas estaban alertadas y concentradas, la planificación final fue diseñada en esos cinco días previos, incluyendo todo el avance de tropas y equipamiento, objetivos y logística, algo que se logró consolidar en los días subsiguientes a la operación militar.
En primer lugar, se atacaron aeródromos y pistas de aterrizaje, para que fuera imposible que tomaran tierra aviones de transporte con armamento pesado desde los Estados Unidos y otros países. Además, se desactivaron puestos de mando, sistemas de defensa antiaérea, estaciones de radar y divisiones de misiles antiaéreos. La resistencia en el Este va retrocediendo, a pesar que allí se estacionaban los batallones neonazis más pesados de Ucrania. Otros fueron derivados a defender enclaves prioritarios para los ucranianos, como Mariupol, Jarkov y la capital Kiev, todas ellas acorraladas cada día más y con daños sensibles en su infraestructura militar.
Lo demás es historia conocida, operada y difamada mediáticamente por la frustración infinita que sufren todos los países que estaban complotados en esta misión que nunca vio la luz. Pero si hubiera prosperado, la historia hubiera sido bien distinta, mucho más sangrienta, con más protagonistas en el frente, entre los que se podrían contar los mismos que hoy están sancionando a Rusia y ¿ayudando? al gobierno de Volodimir Zelenski. Así se entiende mejor lo que piensan los norteamericanos de Joe Biden. Más del 65 por ciento opinan que su respuesta fue muy débil y que Putin lo durmió.