En el último año el panorama de la gestión de los residuos urbanos cambió tanto que los funcionarios del área de Medio Ambiente se vieron desbordados por una realidad que no figuraba en sus planes.
Los principales motores del cambio son dos elementos: la fuerte desaceleración de la actividad económica y -paradójicamente- la conmovedora resistencia de la industria argentina que, aún herida de muerte por múltiples asesinos, se niega a dejarse abatir.
Para tener una idea, antes de la caída del gobierno de de la Rúa y del abandono de la convertibilidad, apenas ingresaban a la Ciudad de Buenos Aires unos cuatro o cinco mil cartoneros por día. Inclusive, desde el Gobierno porteño se planteaban organizarlos a todos en cooperativas para ordenar la actividad. Tras el fin de la paridad cambiaria -y el consecuente encarecimiento de las materias primas industriales- la industria comenzó a reclamar los materiales que antes iban a parar a los basurales que regentea la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (CEAMSE).
Desde la instauración de esta nueva demanda industrial, los cartoneros dejaron de ser pocos. Algunos expertos aseguran que en toda el Área Metropolitana existen unas 100 mil personas que subsisten trabajando en la recolección de las mismas materias primas que antes el CEAMSE enterraba.
LA CAÍDA DE LA ACTIVIDAD ECONÓMICA
Paradójicamente, al mismo tiempo que la otrora poderosa industria argentina lucha para no desaparecer, la crisis económica provocó una caída en el consumo que repercute en la cantidad de basura que es recogida por las empresas recolectoras.
Las cuatro empresas que se llevan los residuos que se generan en la Ciudad de Buenos Aires, aseguran que el peso de éstos disminuyó en el último año en alrededor del 20 por ciento. En los buenos viejos tiempos CLIBA, AEBA, Solurban y Eco Hábitat recogían -y cobraban- alrededor de 125 mil toneladas de residuos por mes. Por estos días, en cambio, se llevan alrededor de 100 mil toneladas en el mismo lapso, o quizás algo menos.
LA BOLSITA VERDE CUMPLE UNA SEMANITA
Para disminuir el impacto que a veces causa la actividad de los cartoneros, que rompen las bolsas de basura y esparcen su contenido por las veredas y las calles, el gobierno porteño lanzó hace una semana una campaña de separación de los residuos en su origen.
Con este fin, implementó la utilización de una bolsita verde, que está siendo repartida en los supermercados y en los Centros de Gestión y Participación.
Las expectativas que generó esta decisión no podrán ser evaluadas en forma inmediata, pero habrá favorecidos y perjudicados. Los cartoneros se muestran cautos a la hora de sopesar las ventajas y las desventajas que le traerá a su actividad la existencia de esta bolsita, pero no dejarán de evaluarla constantemente: la desconfianza es su primera reacción, y eso se nota en sus repuestas.
LOS CIRUJAS
La proliferación de la actividad del reciclado de residuos excedió ampliamente a los aspirantes a cooperativistas, que hasta el año pasado eran un porcentaje importante del total de los que intervenían en la actividad.
De todos modos, si existe algún germen organizativo en la actividad del "cirujeo", reside en estos cooperativistas o en los que aspiran a serlo.
BIENVENIDOS AL TREN
Enrique Aquino, de la Cooperativa "Tren Blanco", se queja de entrada: "esto fue un negociado. Algunos clientes nos contaron que en los supermercados les cobran las bolsits a 25 centavos cada una. Esto va a hacer que la mayoría no la quiera usar. Si esto sigue así es porque no están pensando en el país, están pensando en el negocio".
"Nosotros -relata Aquino-, si el vecino nos entrega el papel, por ejemplo, le tenemos que devolver algo, aunque sea nuestro respeto, o un saludo al menos. Al fin y al cabo, nosotros los conocemos a casi todos y a menudo nos dan su solidaridad. A veces, hasta nos sentamos juntos a llorar nuestras miserias, porque en este tiempo todos andamos mal".
"La bolsita verde no cambió demasiado las cosas -agrega la presidenta de la cooperativa, Analía Forastieri-, porque casi siempre la gente coloca allí la basura común y no el papel o el cartón".
RENASER: LOS QUE LLEGAN DESDE SAN JUSTO
La combativa cooperativista Virginia Pimentel comienza denunciando que la policía no le permite a la gente de RENASER ingresar a la ciudad con sus carros tirados por caballos. Apenas si pueden ingresar a la Ciudad, devenida casi en territorio enemigo, cuando, cargando sus carritos manuales, logran esquivar a los policías que pululan por esa delgada frontera que separa a los ahítos de los hambrientos.
"La bolsita hasta ahora no trajo cambios, porque al limitarse sólo al papel y al cartón, la gente que busca otros elementos sigue rompiendo las bolsas en la vereda", señala Pimentel, y agrega que "a mí unas mujeres me guardan en una bolsita todo lo que es seco y limpio y de esa manera después puedo clasificar los elementos sin dificultad".
"Otro problema -agrega Pimentel- es que los horarios en los que se saca la bolsita verde son los mismos en los que llegan los camiones de las empresas, por lo que muchas se las llevan ellos".
TRABAJO SOCIAL EN PALERM0 HOLLYWOOD
La Cooperativa "El Ceibo" firmó el 30 de agosto pasado un acuerdo con el Gobierno porteño, en el que éste se comprometía a proveer a los "cirujas" de un galpón para poder acopiar su propia mercadería, un volquete para juntar los materiales antes de llevarlos al galpón, guantes, folletos y atención médica.
Después de 40 días, Cristina Lescano asegura que se sienten casi abandonados. "No tenemos centro de acopio, ni volquete, ni folletos, ni guantes, ni camión. Hace pocos días, en el CGP Nº 14 Oeste, recibimos las vacunas junto con los compañeros del Tren Blanco".
"El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires no cumple con el acuerdo. En estos momentos -dice con vehemencia este mujer luchadora- tenemos que dejar las bolsas para seleccionar la basura en las casas tomadas, porque el galpón no existe".
"A veces pienso porqué hicimos un acuerdo y contratamos una Aseguradora de Riesgos de Trabajo, si los que trabajan por izquierda están mucho mejor que nosotros. Los cirujas no pueden ni entrar al Microcentro -la mejor zona de la ciudad-, salvo que tengan padrino. En ese lugar andan camiones sin patente, ni luces, ni nada. Pruebe usted a andar así y va a ver lo que le pasa", termina casi susurrando Cristina Lescano.
"Teníamos la ilusión de que el Gobierno nos iba a dar una mano, pero no fue así. Lo que sí, le agradecemos es a la gente de esta ciudad, porque a nosotros siempre nos dieron la mano. Eso nos mantiene en pie", reconoce Lescano.