Para trazar algún panorama coherente sobre la izquierda, se debe comenzar por definir qué es la izquierda, cuáles son las expresiones que la representan, cuáles las tendencias ideológicas que las unen (y que a menudo las desvinculan a unas de otras) y cuál es la praxis política que las define mejor. Nada menos.
Las posiciones de la sinistra en la Argentina han sido lábiles, confusas. La representación política del peronismo –que ocupó gran parte de los espacios que en otros países “serios” están reservados a los hijos de León Davídovich Bronstein (Trotski) y Vladímir Ilich Uliánov (Lenin)– arrojó a la izquierda a navegar en un mar de contradicciones que le ha quitado entidad.
En estos días existen casi tantas corrientes en su seno como dirigentes más o menos importantes. En el principio, aparecen los maravillosos y desconcertantes partidos trotskistas, que a veces hasta se alían entre sí –un caso excepcional en el mundo, donde suelen combatirse con ferocidad– para presentar candidatos en las elecciones parlamentarias, redondeando una paradójica instancia, ya que es dable suponer que cuando hay comicios se alejan las opciones revolucionarias del proletariado.
Los troskos
Todos los partidos trotskistas responden a la IV Internacional, que tiene sede en París o en Bélgica, y a sus subdivisiones, ya que tampoco hay una sola “cuarta”. Por ejemplo, el partido Izquierda Socialista, que preside Juan Carlos Giordano, representa a la herencia de Nahuel Moreno, el mítico y controvertido líder ideológico de varios partidos trotskistas, entre los que se cuentan el Grupo Obrero Marxista (GOM), el Partido Obrero Revolucionario (POR), el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), la escisión de este último, el PRT-La Verdad, el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y, finalmente, el Movimiento al Socialismo. Estos responden actualmente a la Liga Internacional de los Trabajadores-IV Internacional, que es, a su vez, una escisión de la primigenia IV Internacional, que fundó Trotski en 1938.
Para encarar el mientras tanto, es decir, el advenimiento de la revuelta final, el Partido Obrero (PO), el Nuevo Movimiento al Socialismo (Nuevo MAS), la Izquierda Socialista (IS), el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) y el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) se solidarizan, se unen, se desunen, riñen y fraternizan. Por ejemplo, el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) agrupó en los últimos comicios a tres de los partidos nombrados: el PO, el PTS y la IS.
Los piqueteros
Otra de las tendencias que agrupan a los partidos de izquierda es menos orgánica que la de los partidos ligados a las internacionales. Estos tienen mayor presencia en los barrios obreros del Gran Buenos Aires y desarrollan una praxis política más ligada a los movimientos piquetero y cooperativo.
Entre estos se cuentan la Corriente Clasista y Combativa, el Frente Popular Darío Santillán, la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular y el Movimiento Barrios de Pie. Están ligados al Movimiento Evita, que lidera Emilio Pérsico, y al sindicalismo combativo peronista. Existen a su alrededor otros epifenómenos, como el Movimiento de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón, la Corriente Clasista René Salamanca, el Movimiento Teresa Rodríguez por la Democracia Directa, la Túpac Amaru que lidera Milagro Sala, el Frente Arde Rojo, el Movimiento de Resistencia Popular, la Cooperativa El Triángulo y la Agrupación Barrial Víctor Choque, entre muchos otros grupos y subgrupos, a menudo desgajados de estas mismas organizaciones.
En la misma dirección funcionan el Frente Barrial de la CTA, el Frente Milagro Sala, la Confederación Nacional de Cooperativas de Trabajo y las organizaciones sociales de la CTA Autónoma y la CTA de los Trabajadores.
Poseen una gran capacidad de movilización y desarrollan complejos esquemas en sus convocatorias, como lo hicieron en la concentración realizada el último martes, que constó de numerosas ollas populares, instaladas entre la plaza Congreso y la Plaza de Mayo. En ellas volvieron a aparecer los tradicionales guisos del conurbano, las tortas fritas y el mate cocido, que son un clásico en las mesas de la clase trabajadora argentina.
El miércoles, día en que esta publicación está cerrando, agrupaciones de izquierda –con algunos agregados recientes, como los trabajadores del Astillero Río Santiago– se movilizaban al Obelisco, instalando una olla popular para protestar contra los recortes en la educación pública, en apoyo al paro de 48 horas convocado por los docentes porteños y bonaerenses y para exigir la reincorporación de los despedidos en distintas dependencia estatales. Las banderas que portaban los identificaban con grupos de la izquierda inorgánica.
En algunas ocasiones, como ocurrió en La Plata el 21 de agosto durante una marcha de los trabajadores del Astillero Río Santiago, la respuesta del Gobierno suele ser heterodoxa: en lugar de contestar con una negociación salarial y política, envía a la Guardia de Infantería y todo termina con palazos, gases irrespirables y hasta con un obrero atropellado por un vehículo policial.
La vieja izquierda
Por su parte, las izquierdas tradicionales, que hasta la década de 1970 dominaban absolutamente el panorama de la protesta, hoy se debaten entre una existencia azarosa y la desaparición. Así, el Partido Comunista y el Partido Socialista viven momentos de zozobra. El PC tuvo una serie de pequeñas sangrías, como la del Partido Comunista Revolucionario, de tendencia maoísta, y algunas anteriores, que se remontan a la década iniciada en 1920, de nombres extraños, como los “chispistas”, los “penelonistas y los “frentistas”, que obedecían a sus abstrusas internas de la época.
Por su parte, los socialistas, que siempre tuvieron fuertes divisiones, sobreviven abroquelados en Santa Fe y un poco más. Otro sector del viejo “tronco socialista” adhirió al peronismo y se mantiene aún ahí, mientras que en la Ciudad otro sector se mantiene cercano a Cambiemos, votando casi todos sus proyectos.
Para la izquierda parlamentaria, a quienes el palacio no les es extraño, las instituciones son importantes, al contrario de la doctrina que profesan los grupos piqueteros, para quienes la calle es su hábitat. Para definir la cuestión, los primeros tienen mayor cabida en la clase media, mientras que los segundos tienen su representación en los sectores más desfavorecidos por el sistema.
Calles calientes
La crisis que azota a la economía en estos tiempos de vigencia de las recetas culinarias del FMI hace prever que las protestas no dejarán de crecer, al menos desde aquí hasta el 10 de diciembre de 2019.
En este laberinto de ajustes, tarifazos, nuevas miserias, desocupación y cierre de fuentes laborales, los grupos piqueteros del conurbano crecerán en importancia, en detrimento de los grupos más moderados.
Un viejo sabio, que solía fumar una vieja y aristocrática pipa que encajaba perfectamente con su actitud pensativa y sensata, solía acotar que de un laberinto “se sale por arriba”. Pero al mismo tiempo recomendaba no adentrarse en ellos. Lógica pura, como para tener en cuenta.