Perder aun ganando. El riesgo político del Gobierno nacional de cara a la próxima elección podría resumirse en esa aparente contradicción. La meneada victoria pírrica, con más daños que beneficios. El análisis lo hacía en estas horas un conocido consultor. “Difícilmente, Cambiemos no termine como la fuerza más votada en el país. Va a ganar por mucho en la Capital, le va a ir muy bien en Córdoba, Santa Fe y Mendoza. También es fuerte en Entre Ríos, Tucumán… Pero si pierde en la provincia de Buenos Aires, y sobre todo si queda lejos de los 30 puntos, va a quedar como el gran derrotado y será difícil la gestión hasta 2019”. Para completar su parábola, el encuestador recordaba un caso comparable: los comicios legislativos de 2009. Entonces, el Frente para la Victoria fue la alianza con más sufragios a nivel nacional, pero la victoria de Francisco de Narváez sobre Néstor Kirchner, pos conflicto con el campo, dejó tambaleando al Gobierno de su esposa.
En la mirada de este analista, el escenario hoy aún está abierto, pero el oficialismo parte de un lugar interesante: “Nuestros últimos números, de mayo, nos daban paridad entre Cristina y el candidato de Macri/Vidal, ya sea Esteban Bullrich u otro. Están en unos 30 puntos. Debajo viene Massa, con 23 y piso consolidado de 20. Parece difícil que el Gobierno nacional, sobre todo cuando lance la campaña, esté por debajo de 30. Y Cristina tiene un techo”.
El oficialismo, con Macri a la cabeza, entendió ya hace meses que no habrá proyecto exitoso sin un buen paso por las legislativas. En algún momento, con este cambio de paradigma que busca instalar Cambiemos, el Presidente intentó quitarles dramatismo a los comicios de medio término y aseguró que ni él ni sus funcionarios gastarían energías de la gestión en campaña. En sus últimos discursos, sin embargo, incluidos algunos en el exterior, Macri ratificó la importancia de obtener un buen resultado para confirmar el rumbo. Ya se hable de una vuelta de tuerca (¿ajuste?) si las urnas acompañan.
La Argentina, y así se lo hicieron saber empresarios y funcionarios extranjeros, no terminará de atraer inversiones genuinas y a largo plazo si hay dudas sobre la estabilidad política. Hasta ahora, los capitales que entraron fueron más bien para aprovechar el boom financiero que auspicia el Gobierno. Excusa de las compañías o necesaria previsibilidad, lo cierto es que las inversiones de calidad no llegarían al menos hasta 2018. De ahí la desesperación del oficialismo de mostrar un buen resultado como anzuelo.
Esa necesidad de ofrecer un país estable y a largo plazo llevó incluso al Presidente a hablar de su propia reelección, cuando ni siquiera consumió la mitad de su primer mandato. Algo parecido a lo que piensan (pero evitan decir) María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta en las dos Buenos Aires. Los cambios requieren un mínimo de ocho años. Más complicado de justificar en el jefe porteño, que es la continuidad de dos períodos de Macri.
A nivel electoral, donde más claro parece estar el panorama es en la Ciudad. Como candidata, y según coinciden varias encuestadoras, Elisa Carrió capta como pocas el voto a favor de Macri y el voto en contra de Cristina. Hoy, los números la dan por encima del 40 por ciento, podría hacer una elección récord para ella en el distrito y casi duplicar a su rival interno/externo Martín Lousteau y a la oferta que ponga en la cancha el kirchnerismo-PJ: si es por intención de voto, debería ser Daniel Filmus, pero en otro arranque de capricho electoral, Cristina dijo que en la Ciudad le gustaría una mujer.
También en Córdoba el panorama podría favorecer al Gobierno nacional si se consolida una polarización con el kirchnerismo. Allí, Macri tiene mejor ponderación que en la propia Capital porteña. Es la provincia en donde sacó la diferencia necesaria para vencer a Scioli. Aunque a nivel local el PJ es muy fuerte, la deserción de José de la Sota como candidato dejó a Unión por Córdoba sin una figura de peso para encabezar. Se menciona al vicegobernador Martín Llaryora. Cambiemos le opondría al taquillero ex árbitro Héctor Baldassi.
De todos modos, como se consignó en el arranque, la lupa se pondrá en la Buenos Aires grande. Y el análisis se proyectará a 2019. Así de grande es la apuesta del Gobierno nacional.
El oficialismo tiene números favorables en varios distritos importantes, pero debe ganar la provincia de Buenos Aires para poder ser visto como el vencedor. El fantasma de la derrota de CFK con De Narváez en 2009 que hizo tambalear al gobierno kirchnerista.