Las encuestas propias que maneja la jefatura de campaña de Cambiemos indican que María Eugenia Vidal supera por alrededor de 6 puntos al kirchnerista Aníbal Fernández en la carrera por la gobernación bonaerense. El desafío primordial que tienen ahora es que esa intención de voto se traslade a los telegramas que se entregarán al Correo Central el domingo por la noche.
La situación de Vidal es muy peculiar: arrasa en el interior bonaerense (en algunos distritos supera por 30 puntos a Fernández), gana en dos tercios de los municipios del conurbano y en algunos incluso del corazón del peronismo, como Lanús, excede al jefe de Gabinete por 6 puntos, o en Esteban Echeverría, por 4, según pudo recolectar Noticias Urbanas de varias fuentes del espacio.
Sin embargo, su caso es particular porque supera en los sondeos ampliamente la intención de voto de su candidato a presidente, Mauricio Macri, quien en la Provincia todos descuentan que perderá por no menos de 10 puntos ante Daniel Scioli. La clave pasará entonces por la magnitud del corte de boleta y por qué tipo de corte se haga.
En Provincia no hay una tradición arraigada de cortar boleta, especialmente en los sectores sociales a donde la información no cala tan hondo, la influencia de los medios es menor y la del aparato político territorial es mayor. El promedio general suele rondar el 3%, aunque en casos específicos pueda crecer (como en la boleta que compartieron Ricardo Alfonsín y Francisco De Narváez en 2011).
Los intendentes, con el caso más sonoro de Joaquín de la Torre (San Miguel), ya están repartiendo la boleta cortada para que quien quiera evitar a Aníbal gobernador pueda sostener a su vez a su intendente. Allí radica el quid de la cuestión sobre la suerte de Macri: si el corte de la boleta se hace por “arriba”, beneficiará a Vidal y los candidatos locales, si se hace por “abajo”, catapultará a Macri a un balotaje en detrimento de sus postulantes municipales.
Ante un escenario que se prevé complejo, ya que el poder real en la Provincia está en juego por primera vez en 16 años, el jefe de campaña de Cambienos en ese distrito, Jorge Macri, y el armador político principal de Vidal, el legislador Federico Salvai, procuraron incrementar la cantidad de fiscales y sofisticar la logística para que no se escape ni un foto y el conteo sea lo más fidedigno posible.
Anoche, en Lanús y al inaugurar el acto de cierre de campaña de Cambiemos en Provincia, Jorge Macri dijo que “habrá 55 mil almas cuidando el voto”. La estrategia fue tener 20% más que lo necesario para no quedar al descubierto ante faltazos o traiciones. Además, se incorporaron casi 7 mil nuevos fiscales con respecto a los que ya tenían en las PASO.
Desde la cúpula del PRO bonaerense también informaron que se aplicó mejoras en el sistema de mesas testigos que tienen distribuidas en la Provincia y que se pulieron detalles con respecto a la logística (traslados, reparto de las viandas y de las boletas). Además, como en las primarias, enviarán a referentes nacionales a inspeccionar distritos, dar apoyo y que denuncien mediáticamente los inconvenientes (como hizo la diputada Laura Alonso con Merlo el 9 de agosto).
En PRO están convencidos que si no se dejan robar los votos y si el aparato que tienen (inferior en recursos y experiencia al del PJ) funciona a tope, Vidal podría dar el batacazo de ser la primera gobernadora mujer de la historia de la provincia de Buenos Aires, y la primera no peronista desde 1987.
La batalla central se dará en el primer cordón del conurbano, en donde la composición social es más afín al electorado que puede optar por Cambiemos y por el corte de boleta. Además de San Isidro y Vicente López, se esperan buenos resultados en Tres de Febrero, Lanús, Avellaneda y las regiones de Ramos Mejía y Lomas del Mirador del municipio de La Matanza. Cierto hartazgo con liderazgos locales, como el caso de Quilmes, pueden provocar una mejor tracción desde abajo a favor de Cambiemos en distritos difíciles, mientras se descuentan triunfos aplastantes en Mar del Plata, Bahía Blanca (y posiblemente La Plata), San Nicolás y Tandil.
