Lo delicado de las sociedades es que todas las partes se consideran indispensables, especialmente en circunstancias favorables, pero nunca se asumen responsables cuando las papas queman. Durante dos años, ayudado por la coyuntura política y la inercia electoral, Mauricio Macri solo tuvo que administrar egos para mantener la cohesión de Cambiemos, el armado electoral que lo llevó al poder en 2015 y que, por ahora, es el plan A para buscar la reelección en 2019.
Hoy, el equilibrio ya no es tan sencillo. Con todos los indicadores económicos en rebeldía, las mediciones de opinión en baja (según los estudios que la misma Casa Rosada ordena con obsesión) y algunas bombas de tiempo activadas, los desafíos internos comienzan a requerir más atención. Si bien la alianza está lejos de crujir, este triángulo de amor bizarro, cuyos otros vértices son la diputada Elisa Carrió y la entelequia electoral llamada Unión Cívica Radical, ya no funciona en piloto automático. En estas semanas, somos testigos de cómo el oficialismo comienza a dirimir, tímidamente, las pujas de poder hacia el futuro.
A las turbulentas jornadas de diciembre, en las que Carrió fue una espada del Ejecutivo para la aprobación de los recortes a las jubilaciones, les siguió un largo verano de silencio y exilio en el Este, con preocupantes rumores sobre su salud. A finales de febrero, la chaqueña regresó a la vida pública para trenzarse en lucha con el clan Moyano, al momento enemigo público número uno. Las asperezas con la Casa Rosada, que habían marcado la relación durante buena parte del año pasado, parecían haber quedado atrás.
Pero en estos días la gran alter ego volvió a tomar distancia del Gobierno. Para peor, coincidió con la UCR en poner el dedo en la llaga que más le arde a Macri: el alza de las tarifas públicas que arrastra la inflación en dirección a la estratósfera y que resulta una de las medidas más impopulares en la nutrida agenda de medidas impopulares que le viene costando al Presidente una buena tajada de popularidad. Incluso, el bloque de la Coalición Cívica presentó en el Congreso un pedido de informes al respecto dirigido a Marcos Peña. Por primera vez, en el asimétrico triangular de Cambiemos, el Pro quedó solo contra los otros dos.
No se trata, en el fondo, de las tarifas, cuyos aumentos más cuantiosos ya quedaron atrás. Hay, detrás de la cruzada de Carrió contra Aranguren, capas geológicas de motivos más caros. Los acuerdos políticos del Gobierno con el titular de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, por ejemplo. La diputada teme que, a cambio de colaboración en la reforma judicial que se planea en la Rosada, Macri se comprometa a apoyar la reelección del rafaelino en la presidencia del máximo tribunal, que se dirime a finales de este año.
Lilita quiere promover en ese cargo clave a otro santafesino, Horacio Rosatti, con el que tiene un vínculo mucho más amable. No es la única en el oficialismo que trabaja por un ascenso del ex ministro de Justicia, que cuenta con el aval de una parte de la mesa judicial que asesora al Presidente y del peronismo pivote que conduce con mano firme Miguel Ángel Pichetto, pero no del radicalismo, que es la pieza que falta en este rompecabezas.
El tercer socio está atravesando un duro proceso de debate interno. El cambio de conducción, que pasó del aquiescente José Corral al adusto Alfredo Cornejo, significó, también, un cambio de tono marcado en la relación con el Ejecutivo. El gobernador de Mendoza forma parte del sector radical que cree que la estrategia de los primeros dos años de Cambiemos en el gobierno llevaba al partido radical a diluirse en la ola amarilla, tanto política como identitariamente.
En ese sentido, ya les avisó a sus interlocutores Pro, Marcos Peña y Rogelio Frigerio, que pretende un reparto más equitativo de lugares clave en las listas el año que viene y que está dispuesto a llevar candidatos propios a las PASO, en todas las categorías. Algo que se choca de frente con la estrategia que se traza en la Rosada para las elecciones: listas únicas en todos los distritos.
Por ahora, no hay coordinación en las acciones entre la UCR y su ex hija pródiga, separados por veinte largos años de cisma. Esa es, quizá, la única buena noticia para Macri en este contexto. Sin embargo, emisarios de Carrió ya le han informado a la nueva conducción radical que ella está dispuesta a negociar una colaboración táctica para conseguir un botín mayor en el reparto de poder para un eventual segundo mandato de Cambiemos.
La propuesta resulta tentadora para un sector, que quiere imponer un candidato propio para el vacío que va a dejar Gabriela Michetti en la boleta más importante. Otros, como Gerardo Morales u Oscar Aguad, opinan que la mejor ruta hacia la vicepresidencia es exacerbar su amarillismo y no plantarse para negociar. Después del Mundial, empieza la campaña. Para entonces, todas las fichas tienen que estar sobre la mesa. Ahora es el momento de hacer las apuestas.