Cristina Fernández de Kirchner no pasó desapercibida por el poder en la República Argentina. Qué le reservará la historia parece ser un enigma por este tiempo. Hay algunas pistas. La grieta que construyó le asegura algunas adhesiones, de poco fuste pero adhesiones al fin. En el corto plazo seguro que abundarán sólo pálidas, para igualar el tratamiento que acostumbran a dar la gente y los medios a cualquier ex presidente de cualquier signo cuando dejó el poder. Más allá de la corrupción, de los aciertos y errores.
Si hablamos de peronismo tenemos que decir que nada volverá a ser igual para la ex conductora de algo parecido que se llamó Frente para la Victoria. Por varias razones, la más clara es la ley del peronismo que explicita que todo aquél que deja el poder deja de conducir. Otras son que la diáspora en el Parlamento refleja un modelo de conformación de un nuevo esquema de poder en el cuál todos se alejan de ella más que acercarse. Se fueron 28 diputados, luego los del Evita -con mucho ruido- y ahora se pergeña una fuga masiva de alrededor de 40 diputados que no se fueron esta semana por no tener bien acordado el hacia donde. Tenían claro el puerto de salida y no tanto el de llegada.
Y CFK un día volvió. No va a bailar esta vez al menos en el balcón. Los cinco mil van a estar siempre, ahí o en Aeroparque, con o sin lluvia. Son una versión más peroncha del PTS o del MST.
Recuerdo en su anterior pasada por al Instituto Patria, hacia donde concurrieron citados a la antigua -con el látigo- algunos de sus ilustres compañeros (ladrones y no) para no dejarla tan mal y sola en el medio de aquél lío de Comodoro Py que apenas empezaba, y no tenía la solidez y difusión que tiene hoy la investigación gracias a las habilidades de López y Compañía. Quedamos algo perplejos hoy. Aunque en Argentina no sorprende nada, pero todavía respiramos.
Ni el puntano Gioja ni el estrellado Daniel Scioli, ni los tándem que quiera armar ese terrorista político de Gildo Insfrán, ni Urtubey con su bella y conocida novia como jefa de campaña, ni los intendentes del conurbano que tienen dobles y triples juegos, ni Florencio Randazzo -la estrella, el MVP de los K- que se esconderá hasta que pasen todos los procesos desde los juzgados federales para salir tranquilo siempre que no lo agarre alguno al voleo, nadie en el peronismo puede hacer pata ancha.
Y eso es lo que le está haciendo fácil la vida a Massa. Y no errar su ubicuidad. Mientras nadie junta la tropa Massa es rey. Cristina soño con manejarla un rato más pero no pudo. La juntará él más tarde o más temprano.
Distinto será si el nuevo modelo Peronismo Smart 2017 eleva nombres de peso, sólida organización, renovación y poca dispersión, gremios afines que traccionen en la crisis que nadie piensa que se superará rápido y ejerce potencia parlamentaria. Con esos atributos, el peronismo si discutirá con Massa palo a palo quién conduce la oposición a Macri y a Cambiemos en el 2017.
Y nunca será Cristina a pesar que todos estos fracasen. Lo más triste de la incapacidad de conducción de Cristina es que no tiene remedio. No existirá nunca más. Huele a cala, decíamos antes.
Si habrá quiénes la recuerden como una heroína en tiempos de los CEOS y grupos concentrados, como una incansable sumadora de derechos -la mayoría marginales- al pueblo, como la única (y Néstor) que le dijo de frente algunas verdades al poder y privilegió a su modo la industria nacional y la única que no le temió a Rusia y a China entendiendo las características del nuevo mundo.
Pero siempre la política de la ex Presidenta será cruzada por los horrores de algo que nadie se anima a llamar asociación ilícita, pero que lo es, vergonzoso y hasta obvio a los ojos del propio pueblo, que terminarán uno tras otro en las cárceles, no llevados por Clarín si no por sus propios actos y ello teñirá para siempre los escasos aciertos de su conducción. Y si no los llevan los jueces la gente se los llevará puesto a ellos también.
La Jefa era la jefa de todo, de lo bueno que se lo reinvindican sus herederos elegidos de la Cámpora, algún intendente que otro del conurbano como Ferraresi entre otros, y era también la Jefa de todo el resto de la banda de delincuentes que, no es uno que mancha al movimiento como nos provoca Rossi en el Parlasur, sino una mancha tan grande y negra que no deja ni ver al pulmón. Eso se llama cáncer y mata la política. Pero al menos no jode más.