El actor y director Clint Eastwood, un antiguo simpatizante de los republicanos, se manifestó partidario de Donald Trump en la próxima elección presidencial, al que alabó sin alabar, a la vez que despreció la postura progresista de Hillary Rodham Clinton, la candidata demócrata.
“Trump dice lo que piensa. A veces no es bueno, a veces no estoy de acuerdo con él. Ha dicho muchas cosas, pero la prensa a menudo le presenta como un monstruo sin razón. Si tengo que elegir entre él y Clinton, yo prefiero a Trump. ¿Por qué? Porque Clinton afirmó que seguiría el rumbo político de Obama”, dijo Eastwood a un periodista de la revista Esquire.
En agosto de 2012, Eastwood apoyó al republicano Mitt Romey en la Convención Republicana y cuatro años antes hizo lo propio con John McCain. De todos modos, él mismo declaró que ha votado otras veces a los demócratas en alguna elección local en California, adonde vive.
También se manifestó anteriormente contrario a los ataques de los conservadores contra el derecho al aborto y al matrimonio igualitario. Pero en la prehistoria, en 1986, presentó su candidatura a la alcaldía de Carmel-by-the Sea, la localidad californiana en la que reside, disconforme con la política del alcalde anterior, al que había cuestionado duramente. Ganó con el 72 por ciento de los votos, aunque sólo duró dos años en el cargo. Cuando lo apuran para que se defina a sí mismo, contesta que es un “libertario”.
Eastwood, un hombre que suele regodearse con su propia incorrección política, se enterró hasta los tuétanos en su discurso habitual. “Todo el mundo está harto, en secreto, de la corrección política. Es la generación de lameculos con la que vivimos ahora. Vivimos en una pussy generation (que los medios internacionales tradujeron púdicamente como “generación de nenazas”, cuando en realidad significa “generación de maricas”). Todo el mundo va pisando huevos. Hay personas que acusan a otras de ser racistas y todo eso. Cuando yo era pequeño, eso no era ser racista”, remató sin complejos el antiguo Harry “El Sucio” Callahan, quizás recordando sus viejos films en los que el héroe se iba solo, envuelto en la melancolía, sin damas exigentes que lo importunaran, mientras una melodía que convocaba a la congoja lo envolvía.
Aunque Eastwood no lo haya expresado directamente -ni se sienta un representante de ellos- su elección coincide con la de algunos sectores en los Estados Unidos, que cuestionan el discurso pretendidamente progresista de Clinton, que es desmentida por su política exterior, que ha llevado a su país a invasiones, guerras y conflictos de toda índole, que embarcaron al país en hostilidades de larga data y de difícil resolución.
Particularmente, estos mismos sectores acusan a Hillary Clinton de ser una digna sucesora de George Bush (Sr.), el 41º presidente de los EE.UU., que antes de llegar a la Casa Blanca fue director de la Central Inteligence Agency (la popular CIA, culpable de todos los males del mundo, reales e inventados) y dicen que selló durante su mandato la política del lobby armamentista, que suele fogonear desde las sombras la inteligencia estadounidense.
Los críticos de Clinton la acusan de pertenecer a este mismo lobby, que lo mismo recluta desprejuiciadamente a sus desarrolladores en el mundo republicano que en el mundo demócrata.