Cristina, la nueva líder de culto

Cristina, la nueva líder de culto

Opinión por Fernando Riva Zucchelli


La unidad de los argentinos, una de las tres aspiraciones de Macri, parece una utopía escuchando el discurso de Cristina y los cantos de los miles de militantes que fueron a “bancarla” en su regreso.

El nivel de la brecha parecía insalvable. Ella era una star con sus fanáticos. Cero problemas con el lugar y la ocasión. La lluvia hacía un poco lúgubre esa idea, pero la fiesta fue impecable para los que la armaron. El resto, veremos.

Qué pasó este miércoles en Comodoro Py

Es absolutamente cierto que ningún presidente se fue con el grado de popularidad de Cristina. Si bien Carlos Menem –mal que le pese a muchos, es el rigor histórico– sacó el 24,45 por ciento de los votos cuatro años después de irse, la manifestación de Cristina fue un tributo contundente a una dirigente de envergadura que intentó la inclusión democrática a cualquier precio y lo logró a medias. Una parte del pueblo le reconoce esa intención, asume el relato como propio y espera que esos días, que la realidad política marca que nunca volverán, vuelvan. La cifra más lógica –entre los cortos números que suelen dar las fuerzas de seguridad y las exageraciones propias de los organizadores– se ubica en alrededor de los 70 mil convocados.

También es cierto que había abstinencia de una Presidenta que manejó su relación con la gente de manera ejemplar. Con una verba que exasperó a ciertos sectores medios e ilustrados, pero que enamoró a muchos nostálgicos y a los más vulnerables. Ella tuvo una comunión diferente con gran parte del electorado, en especial con los más jóvenes, algo que generó la envidia hasta de los más preparados. Irrepetible en la actualidad.

Los errores de Macri

Si el gobierno de Mauricio Macri no hubiera generado un ciclo inflacionario demoledor en el primer semestre de este año, quizás el plafón de la reaparición de Cristina no hubiera sido lo que fue desde el plano político. No hay que olvidar que el humor social se maneja desde los precios de la góndola, esos que treparon hasta el cielo sin que nadie tuviera un plan para contenerlos en el marco de las medidas de sinceramiento de tarifas y costos que adoptó este gobierno.

Algunas medidas erradas, otras mal comunicadas, desajustes en el equipo de gobierno y errores groseros, como duplicar el costo del viaje del colectivo para ir al trabajo –si se puede mantener, claro–, forman parte del cóctel que envalentonó a los K y aumentó el número de aquellos que ya no defienden a cara descubierta a este gobierno.

Las bombas

En política, las bombas siempre existen, las literales y las metafóricas. Por ejemplo, Medio Oriente y África sufren las literales, mientras la ONU se distrae con temas más amigables. Por suerte nosotros vivimos en el continente de la paz, algo a mejorar pero que significa un buen piso en este mundo tan alterado.

En ese marco es que en la Argentina vale todo menos la guerra. Es cierto que el gobierno anterior estiró al máximo las medidas necesarias para no volcar el país, es cierto también que llegó dejándolo muy mal (pero sin volcarlo), como también es objetivo asegurar que Daniel Scioli o el Pato Donald no hubieran tenido margen para hacer algo muy diferente a esto. Las bombas las dejaron todas, la política eso lo permite. Cualquiera hubiera hecho algo parecido con otros funcionarios, otros tiempos, otros discursos, otros apoyos y sin meter presa a Milagro Sala.

Los medios y la calle

Para gobernar con cierta tranquilidad, hay que tener solucionado el tema del control de la calle y la relación con los medios de comunicación. Cristina logró la primera premisa, con la única contra de Hugo Moyano y sus camiones y, eventualmente, Roberto Fernández y sus “bondis”. En la segunda, dio batalla hasta irse. Hizo comprar de la manera más corrupta todos los medios que tenían éxito a través de sus amigos, que los arruinaron, fundieron y hoy van en fuga, y ella se bancó que la trituraran desde aquellos sectores de la comunicación que le eran imposibles de adquirir incluso con todo el oro del mundo.

Macri, por su estilo moderno antimilitante, jamás tendrá la calle –quizás con la Policía, si logra domarla– pero sí podrá tener los medios si planifica una política para ello. Hoy solamente goza del favor de los hegemónicos. Y, por supuesto, las redes sociales no alcanzan para lo que viene.

¿Puede volver Cristina?

De ninguna manera. Fue el gobierno más corrupto de la historia democrática. Y las consecuencias del horrible último período todavía las sufrimos. La Argentina no está tan mal de la cabeza. Como no dejó pasar a Aníbal Fernández en una elección que perdió él solo, tampoco podrá heredar Cristina un “hipotético” traspié grosero de Macri.

El “vamos a volver” es simpático pero estúpido. El peronismo quizás, pero sin ella. Podrá ser parte, o no. Es muy difícil que desde el PJ la dejen pasar, a ella o sus fieles Cámporas, pero dejémosle un puertita para el caso de que no vaya a la cárcel.

Lo que nunca podrá es ponerse nuevamente el frente de este pueblo. Se confundió demasiado al comparase con Juan Perón. El peronismo es una mayoría política en el país desde hace casi 70 años. Casi siempre acompaña al poder. Y se regenera para lograrlo cuando no lo tiene. Y es un todo, un movimiento amplio, popular y cambiante. El kirchnerismo y el menemismo son gemelos inseparables para la historia del peronismo. Distintos, pero ya fueron. Con los años serán idénticos.

Un día ella volvió a Buenos Aires, desde su lugar en el mundo, y bajo la lluvia su gente le tributó amor, lloró ante su líder, le agradeció todo lo que le dio, y la historia luego la despidió. Con innegable glamour, ella bailaba sola en su balcón.

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