Cristina pretende legitimar su liderazgo en el PJ

Cristina pretende legitimar su liderazgo en el PJ

La convocatoria de la expresidente a los jefes comunales fue contundente. Sobre 54 intendentes, asistieron 51. Sumaron a su favor la dispersión del PJ y las medidas económicas del Gobierno.


Cristina Fernández de Kirchner convocó el lunes a los intendentes bonaerenses a una reunión en el Instituto Patria (Pensamiento, Acción y Trabajo para la Inclusión Americana) y la expectativa que surgió inmediatamente después del llamado -que fue lanzado sobre la hora, el viernes a la tarde- se centró en su capacidad de liderazgo. Hay 54 intendentes peronistas en la Provincia de Buenos Aires y en su respuesta radicaba la duda, porque algunos debían recorrer largas distancias para llegar.

El lunes, a las 17:40 todas las incógnitas quedaron despejadas. Lentamente, de a uno, los jefes comunales respondieron al llamado. Fueron 51 intendentes los que arribaron a Rodríguez Peña 80, la sede de Patria, superando las expectativas de los optimistas y obligando a callar a los otros.

Además, los que asistieron lo hicieron más allá de sus adscripciones partidarias y de sus alineamientos, porque existen por ahora al menos dos agrupamientos principales que reúnen a los intendentes, aunque por vía subterránea existen otro más, basados éstos, más que nada, en sus pertenencias regionales.

Los estamentos que aúnan voluntades de los jefes comunales son, hoy por hoy, el grupo de “Los 12 Apóstoles” y los “Kirchneristas Puros”. De todos modos, ambos son estamentos en formación, en tránsito, que agrupan a sus miembros originales pero cosechan muchas simpatías por afuera de parte de otros alcaldes, que prefieren no pronunciarse todavía, tironeados por su cercanía política con algunos de sus colegas y por las operaciones que parten desde La Plata, que permutan provisión de fondos por apoyo a la gobernadora o, al menos, lejanía de una oposición seria.

Desde aquí surgen las reticencias de algunos intendentes para sumarse a la construcción política de distintos sectores del peronismo, más allá de los rebeldes -que ayer no concurrieron al mitín- Alejandro Granados (Ezeiza), Mario Ishii (José C. Paz) y Gabriel Katopodis (San Martín), que prefieren, por el momento, mantenerse alejados, no sólo de las agrupaciones provinciales, sino también de la jefa del kirchnerismo. Ellos sólo jugarán, en este tiempo de aridez monetaria para sus arcas, en el interior del Partido Justicialista, sin buscar peligrosos alineamientos políticos vaciadores.

Prescindiendo de otra consideraciones, la reunión del lunes en el Instituto Patria fue áspera y comenzó a volverse amena sólo al final, cuando algunas facturas previas habían sido saldadas. En el principio, habló CFK, que se sentó sola en una mesa al frente de sus invitados, con un pequeño micrófono. Después de dar la bienvenida a los presentes, aclaró de entrada que “esto no es un cuadrilátero ni una demostración de fuerza ni una convocatoria personal. Esto es un encuentro para hablar entre compañeros del futuro político”. “Podemos tener una charla sincera, abierta y discutir la política del país”, amplió a continuación la exmandataria.

Luego, notando que entre los que escuchaban había sólo dos mujeres que ocupan cargos comunales, la exjefa de Estado bromeó, en estos tiempos de ni una menos, con que “a ver si la próxima vez hay más intendentas”, desatando una risa generalizada que sirvió para distender el ambiente, algo tenso al principio. Fue, como dijo uno de los asistentes, “una Cristina 70% más dialoguista y 30% más parecida a la última que vimos en diciembre”.

Vestida con tonos de azul claro, Cristina volvió a declamar que es el momento para “abrazar a todos” y de que hay que conseguir la “unidad del partido”, aunque teniendo en cuenta “en función de qué, sin olvidar a quienes dividieron los bloques”.

Después, llegaron los cuestionamientos. Los doce Apóstoles eligieron como vocero a uno de sus adherentes periféricos, Hugo Corvatta (Intendente de Saavedra), que pidió realizar una autocrítica por la derrota del 22 de noviembre. Lo mismo hizo, aunque en tono menos sutil, Julio Pereya (Florencio Varela), que, por si esto fuera poco sufrió hace pocos días la pérdida de la Presidencia del Concejo Deliberante en manos de una alianza espúrea, conformada por el Pro y por Nuevo Encuentro, algo que Cristina debió explicar para calmar la tormenta que se avecinaba.

En este punto Cristina dijo que “la culpa fue mía, no de La Cámpora”, delimitando los campos internos. Con generosidad, también se refirió a la “pésima campaña del candidato”, en alusión a Daniel Scioli, sin olvidar tampoco a “los que no quisieron competir”, un golpe destinado a Florencio Randazzo.

En cuanto al reclamo de Pereya, la exjefa de Estado contestó con una dureza no exenta de perspicacia, que “yo le dije a Martín Sabbatella que eso estaba mal. Pero también es cierto que si ustedes dicen que yo no conduzco, no puedo intervenir”, con una sonrisa cómplice, que provocó otras entre los presentes.

Seguidamente, la líder del kirchnerismo reclamó a los presentes que “no hay que enredarse en discusiones de dirigentes, sino sumar representatividad y estar cerca de la gente. Hay que ir a los clubes de barrio, a las cooperativas y armar un frente ciudadano”, exhortó, repitiendo la idea que lanzó en el acto de Comodoro Py y volvió a plantearles a los diputados. También planteó que es necesario que “nos dejemos de jorobar con el PJ, ya va a haber tiempo, ahora no es el momento”, cerró.

Hablaron luego -por pedido de una CFK abierta a escuchar propuestas- diez intendentes, que plantearon los problemas más acuciantes que sufren en sus municipios. Se quejaron de que todas las obras que comenzó el gobierno anterior están frenadas, despotricaron por el impacto en sus municipios de las medidas económicas que lanzó Mauricio Macri y plantearon que éstos serán las células básicas de la reconstrucción del peronismo.

A las tres horas de haber comenzado, la reunión terminó cuando ya el aire estaba un poco más despejado. Hubo jefes comunales que se fueron cargados con una mochila de pesimismo, lo contrario de otros, que se mostraron esperanzados de que, ante la dispersión del Partido Justicialista, existe una conducción que lleve el barco hacia alguna parte.

Lo que ocurre es que el PJ es hoy un barco sin timón, que navega sin voluntad hacia donde lo llevan los vientos que lo azotan. Este panorama es producto de la ausencia de liderazgo que sufre el partido desde el fallecimiento de Néstor Kirchner, que no fue reemplazado por nadie, lo que hace que nadie conduce, nadie se puede hacer cargo y sólo puede presentar una lista que expresa su crisis, más que una que muestre su voluntad de poder. Esa dispersión afianza el liderazgo de la expresidente.

Este vacío, a lo que habría que sumar los efectos de las medidas económicas que tomó Mauricio Macri, lanzó a casi todos los diputados e intendentes en brazos de Cristina, que se verá si sobrevive a la tormenta demoledora de perder la elección en noviembre del año pasado.

Ahora, Cristina va por los pesos pesados intermedios que son los senadores. Si culmina la ronda con otro éxito, será porque los gobernadores aún le dan vida. Y ahí, será difícil negar su liderazgo en el futuro. Pero falta mucho para eso.

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