La Argentina es un país pobre con riquezas aún incalculables. Poseemos además una intrincada geografía y recursos aún inexplorados, aunque las superpotencias los tienen bien escaneados, algo que tristemente fue actualizado luego del grave incidente del ARA San Juan.
Diciéndolo sencillamente y por la positiva: la pobreza es mucho más cuantificable que la riqueza, que es más fácil de esconder. Con sus infinitos recursos, sus propietarios suelen depositarla secretamente en paraísos fiscales.
Muchos de mis amigos informados, de todos los pelajes políticos, aunque sobre todo los más acomodados en lo económico, que están ya “hartos de la cuarentena, del dirigismo indefinido, de la falta de ideas para la salida, del retraso con respecto al resto del mundo, que ya va abriendo todo. Cómo pueden quitar la libertad por decreto, es mentira que la salud necesita la cuarentena más larga del mundo, todo va a estallar por culpa de estos inútiles. Van a chocar la calesita a menos de un año de asumir, no se entiende cómo no ven venir la pobreza que va a quedar”.
Podría seguir por lo menos con media docena de “verdades reveladas” de estas personas que ya tienen definido el futuro de sus vidas y del país en el corto y mediano plazo. Es una visión y no son pocos.
Quiero decir –sin vergüenza – que estoy a favor del gobierno en el tema de la cuarentena, aunque en líneas generales, no en todo. Pienso en los éxitos que hemos obtenido en cuanto a muertos y contagiados y también por el fortalecimiento obtenido en tiempo récord del devaluado sistema sanitario y en la participación del Estado como regulador del problema. Además, fue fundamental la participación del Presidente de la Nación en tomar una serie de decisiones que dolería mucho que hubieran sido erradas. Aún así, no le escapó al bulto como lo hicieron otros en el pasado reciente, todo lo contrario.
Ya habíamos destacado en alguna columna anterior el accionar del presidente Fernández, habida cuenta de que el saldo positivo -parcial- de la pandemia y el haber esquivado el default -tal como sucedería- parecen ser dos logros de cuantía para un país pobre y con problemas de todo tipo.
La cuarentena temprana -y la otra también- hastía, repudre en ciertos momentos, afecta en términos económicos y afectivos, ayuda a empobrecer a buena parte de nuestra población, pero no es una política elegida por un loco ante un escenario alocado, es una de las políticas sanitarias más comunes, que tuvieron en distintas dosis y con distintas realidades los países que menos sufrieron e incluso algunos de los que peor la pasaron, éstos en su fase tardía.
Diciéndolo sencillamente y por la positiva: la pobreza es mucho más cuantificable que la riqueza, que es más fácil de esconder. Con sus infinitos recursos, sus propietarios suelen depositara casi secretamente en fríos paraísos fiscales.
Con o sin cuarentena, somos un país pobre desde el aspecto socio económico. La pobreza roza el 40 por ciento y vamos a ver cuando termine el año cómo llegamos con los pronósticos devastadores en el plano internacional y en el local. De todos modos, todo esto ya lo éramos sin cuarentena.
La afirmación que hacen algunos es: “encima que veníamos menos diez, el pibe este (Mr. President) nos termina de arruinar y nos persigue con la seguridad en las calles para que no salgamos, mientras socialmente por primera vez en la historia moderna de este país las mismas calles están vacías de conflictos, a pesar de este nivel de padecimientos”. Obviamente, algo pasó que no vieron los quejosos.
Hubo política fuerte desde que hubo pandemia y sí hubo errores en todos los ámbitos, a pesar de las buenas intenciones. Hubo atrasos y esperas inútiles de muchos anuncios frustrados, hubo y habrá restricciones a las libertades, hubo y habrá muchas más penurias económicas en los pobres de siempre y en los nuevos del COVID 19. Y lo peor, además, es lo que viene, no esta etapa abrumadora.
La Fase 5 es difícil, es donde no se puede errar, porque sino todo lo dicho y hecho vale dos pesos. Es donde el Gobierno les puede tapar la boca a los quejosos o ponerse al país de sombrero. Es donde todos los demás temas que hoy fueron acompañando de atrás, pasan a ser tan (o más) importantes como la vida en la pandemia. Son otras vidas en las que también se contarán los muertos y los contagiados -de otra cosa y desde otro lugar-, se medirá con otras herramientas, y ahí es donde el hombre de la guitarra y su fiel aliado porteño tendrán que ver realmente para qué Liga estarán preparados cuando pase el temblor.