En septiembre e 1994 un chico de 14 años se accidentó en la calle Araujo al 600 en el barrio de Mataderos. En su momento sufrió una fractura de tobillo, pero hasta el día de hoy arrastra una lumbalgia. El joven circulaba de noche en un ciclomotor "Yamaha" – que alcanza una velocidad máxima de 25 kilómetros por hora – cuando se topó con un lomo de burro que no estaba correctamente señalizado y se cayó de la moto, dando contra un auto estacionado.
Los abogados de la ciudad argumentaron que el lomo de burro había sido construida por un particular, sin la correspondiente autorización de la Dirección de Obras Públicas, pero en el fallo, los integrantes de la Sala F de la Cámara de Apelaciones en lo Civil – Ricardo Burnichon, Elena Highton y Fernando Posse Saguier – consideraron la Ciudad también debe responder por las "vallas u obstáculos, autorizados o no, que puedan transformarse en una fuente de daños".
El Cuerpo Medico Forense elevo un informe que fue considerado por los jueces para fijar una indemnización de 13.000 pesos por los problemas físicos, pero a esta cifra también le agregaron 7.000 pesos por el daño moral, 100 pesos por los ocho días que se quedo sin usar la moto y 500 pesos por los costos de reparación que debió afrontar el muchacho.
Durante el juicio la Ciudad considero que se comprobó, a través de estadísticas, que las lomas de burro son peligrosas y que en la ciudad no las promueve.