Fragmentación constante con pociones de sentido. Esto que parece una receta o una frase de machete, es el intento de explicar lo percibido con Charada.
La puesta cuenta con momentos de humor bizarro, la plasticidad de sus intérpretes y diversas situaciones que van desde un Cristo que posa sobre una cruz invisible hasta dos mujeres, una francesa y otra alemana, en el medio de un baile.
No obstante, no hay que limitarse a estas palabras únicamente. Es menester presenciar la experiencia teatral para poder aprehender hasta el más mínimo detalle. Las acciones se inician, se cortan y saltan a diversos lugares como si fueran extractos de sentido propio, pero que necesitarán de un espectador que salga del esquema ?clásico? de conformación de una puesta. Una vez abierta esa puerta, se podrá abrir el foco para ver que en cada rincón del escenario sucede algo que está ahí, para ser descubierto.
La iluminación, al igual que la escenografía, es austera, básica y, por ende, contundente. Música y humor se encontrarán para conformar junto con un elenco ecléctico y de variados matices, una puesta intrigante, enigmática y disfrutable de principio a fin.
Paco Jiménez vuelve a demostrar su capacidad no sólo en la creación de una puesta de calidad sino en la concepción desde las cosas mínimas y cotidianas, lejos de los ornamentos multimediáticos de pretensiones desmedidas.