De acuerdo a los datos difundidos por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censo más de la mitad (51,4%) de las personas de 0 a 14 años son pobres, de ese total el 12,6% son indigentes, en el segundo semestre del 2021.
La pobreza infantil viene siendo un flagelo ya que para el primer semestre del año pasado los datos que arrojó Indec fue que el 54,3% de los niños eran pobres, es decir, también más de la mitad de las personas de 0 a 14 años se encontraban bajo la línea de pobreza.
A pesar de que los índices sobre este sector se redujeron 3 puntos porcentuales siguen siendo muy alto el porcentaje de pobreza infantil. Mientras que las consecuencias que este fenómeno genera sobre los niños no tendrá la misma suerte de reducirse.
A su vez; los informes del Observatorio de Deuda Social Argentino (ODSA) de la UCA afirman que en el 2020 el riesgo alimentario total las infancias trepó al 46%, dentro de los cuales, el 28% experimentó episodios de “hambre” por no tener que comer.
En este sentido, el Dr. Víctor Gallo, pediatra especialista en nutrición, jefe del servicio de nutrición del Hospital del Niño Jesús de Tucumán y secretario del comité de nutrición de la Sociedad Argentina de Pediatría Tucumán, le dijo a Perfil: “El niño que crece en hogares pobres, lo hace en desventaja con respecto al que no. Esto también condiciona en la calidad de alimento que desde el gobierno le ponen trabas o impuestos a las frutas, a las verduras o legumbres, que son fundamentales para una correcta nutrición. Se hacen inaccesible para estos sectores y sólo se alimentan de guiso porque es barato”.
A su vez, aclaró que en consecuencia “vemos una paradoja, yo siempre les digo a mis alumnos ‘la paradoja del gordo pobre’, la mayoría tienen sobrepeso de los sectores vulnerables. El 60% de los niños tienen sobrepeso, porque tienen déficit de nutrientes”.
Y concluyó: “El niño, hijo de padres mal alimentados, tendrá los mismos genotipos, esto se llama epigenética. Es decir, el chico va a nacer con el mismo déficit que sus padres, es algo heredado. Estamos creando generaciones con niños con déficit cognitivos y físicos que no sabemos a dónde vamos a llegar”.
Por otra parte la médica pediatra, Melina Bonifacio, luego de recordar la creación del Yogurito por científicos del CONICET para su distribución en escuelas públicas afirma que “otra opción también, para una buena alimentación y tener los componentes nutritivos necesarios para una buena infancia, es trabajando junto al CONICET y fomentarlo, ya que también sufrió recortes en el presupuesto. Abrir un presupuesto más amplio, invitar a más científicos a investigar en todo lo que sea cuestión de alimentación, inversión, distribución, etc. Esto es una espiral, que si no se corta en algún punto es una rueda que no se detiene, entender que hasta que no alimenten bien a las infancias, difícilmente vas a tener un país fuertemente productivo”.
Por su parte, Paula Gallo, Licenciada en Nutrición, quien se encuentra en el servicio de alimentación y dietoterapia del Hospital de niños de la provincia de Tucumán, le explicó al diario Perfil: “La pobreza en un niño -y su entorno- afecta su seguridad alimentaria, es decir, el acceso a una alimentación adecuada y suficiente acorde a sus necesidades”.
Y agrega que “una mala alimentación en la infancia deja secuelas irreversibles en el crecimiento, desarrollo corporal y cognitivo del niño ante el déficit de nutrientes esenciales. Esta situación conlleva a un retraso crónico del crecimiento en el cual se ve afectada su capacidad intelectual impidiendo su inserción en la sociedad. Hay muchas posibilidades de que un niño pobre sea un adulto pobre”.