Finalmente, la crisis argentina dibujó el escenario en el que Aníbal Ibarra nunca hubiera querido actuar: el bono Porteño verá la luz en la segunda quincena de marzo. Las empresas Ciccone Calcográfica -que le imprimió los patacones a Ruckauf-, la alemana DyG -que imprimió el Euro- y la Casa de la Moneda -que imprime los LECOP y los ahora añorados pesos argentinos- ya presentaron sus propuestas, que están siendo evaluadas por una comisión ad-hoc.
La baja en la recaudación -que fue la madre del bono Porteño- superó ampliamente las cifras que esperaban en la Secretaría de Hacienda y ni siquiera los 100 millones de LECOP por los que se endeudó la Ciudad oficiaron como paliativo. De todos modos, existe una errónea interpretación en cuanto a esta remesa de LECOP que a mediados de enero le giró la Nación a la Ciudad. Buenos Aires se endeudó en 100 millones con el Fondo Fiduciario, que manejan las provincias argentinas y que administra los LECOP, pero la Nación no pagó aún su deuda del año 2001 -de 92 millones- ni su deuda del 2002 -de 16 millones.
La única opción que tenía la Ciudad para evitar el nacimiento del bono Porteño era la toma de créditos bancarios, pero, a pesar de que Buenos Aires tiene una evaluación favorable de parte de Standard y Poors y de otras calificadoras de riesgo, la situación argentina empujó hacia arriba las tasas de interés que le exigían los bancos. Los hombres de Ibarra eligieron entonces la opción más barata, que es el bono, aún a sabiendas de que ahora Standards y Poors y sus secuaces van a evaluar menos favorablemente a la Ciudad. Cosas del mundo financiero.
A pesar de todo, los hombres de Ibarra van a tener que apresurarse, porque todavía ni siquiera saben a ciencia cierta qué imágenes llevarán los billetes de 2, 5, 10, 20 y 50 Porteños. Una de las razones de tanta ignorancia es que los familiares de Alicia Moreau de Justo, Jorge Luis Borges y otros personajes que van a figurar en un nuevo sucedáneo del peso argentino, aún no han autorizado al Gobierno porteño a utilizar sus imágenes.
