Desterrados y desertores: los que ya no están con Milei

Desterrados y desertores: los que ya no están con Milei

Por Catalina Iannelli / Especial para Noticias Urbanas

No importa quién sea ni cuán leal haya sido. En el gobierno de Milei, el que se corre del libreto está afuera. ¿Cuánta gente más va a perder el oficialismo? ¿Qué revela este particular uso de la motosierra humana sobre el gobierno?


Ramiro Marra era uno de los que no se lo esperaba. El legislador porteño y referente libertario (que hasta el día de hoy defiende a Javier Milei en cada aparición pública), se enteró de su expulsión, según él, al mismo tiempo que el resto del país. La Libertad Avanza lo echó a finales de enero, acusándolo de haber traicionado los ideales del espacio al votar a favor de un aumento de impuestos en la Ciudad de Buenos Aires. Ni siquiera él pudo escapar de la motosierra: quedó afuera del partido y sin margen para la negociación. “Es un estilo de gestión política que tiene que ver con un liderazgo muy centralizado en la figura de Milei, además de que es un espacio político de reciente creación, en el que está muy desbalanceada la relación entre el líder y el espacio”, planteó Facundo Nejamkis, consultor y licenciado en Ciencias Políticas.

El comunicado oficial lo dejó bien claro. “Todos aquellos que no respeten la agenda del presidente serán expulsados. No importa quiénes sean”. No importó que Marra hubiese sido uno de los personajes libertarios más visibles en los medios, ni que defendiera al gobierno con uñas y dientes. Su voto fue visto como una afrenta y él no iba a ser la excepción. “Dicen que mi hermana tiene una guillotina y sí, la tiene. Si hacen cosas en contra de los parámetros de lo que la gestión defiende, guillotina”, justificó Milei con su estilo habitual.

“En principio yo te diría que en un plano abstracto es insostenible, porque es un gobierno de chapuceros, que no tiene gente preparada para hacer las cosas como hay que hacerlas”, apuntó Atilio Boron, sociólogo y politólogo con un doctorado en Ciencia Política por la Universidad de Harvard y profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.

Marra, desconcertado, pero aún alineado con el gobierno, no se salió de la fila. En un video publicado en sus redes sociales, agradeció el apoyo recibido y reafirmó su compromiso con la gestión. Sin embargo, su expulsión dejó un mensaje contundente: en La Libertad Avanza, no hay espacio para las desviaciones. Porque él no fue el único en quedar afuera.

Los proscriptos

La historia de Marra no fue un caso aislado. A lo largo de su primer año de gobierno, Milei ha ido purgando su gabinete con la misma determinación con la que denuncia a la casta. Uno de los despidos más resonantes fue el de Nicolás Posse, el ex jefe del Gabinete de Ministros de la Nación. Su salida, en mayo de 2024, no fue amistosa: lo acusaron de falta de gestión y de haber tenido cortocircuitos con Karina Milei. La Casa Rosada, sin embargo, presentó el hecho como una renuncia. “El presidente Javier Milei aceptó la renuncia presentada por Nicolás Posse a la Jefatura de Gabinete de Ministros. Motivó esta decisión la diferencia de criterios y expectativas en la marcha de gobierno y las tareas encomendadas”, indicaba el comunicado oficial. En su lugar asumió Guillermo Francos, “con el objetivo de brindar mayor volumen político a la Jefatura de Gabinete”. Nejamkis señaló que los reclutamientos ocurren “de manera algo caótica y desordenada con la llegada al poder”, lo que otorga al presidente una mayor flexibilidad para desplazar a esos funcionarios, dado que “todos accedieron al poder gracias a él”.

Eso sí, la propia jefatura de Gabinete, aun con Posse a la cabeza, puso un manto para esconder las diferencias. “Posse continuará acompañando, como desde el primer día, las ideas de la libertad, la defensa de la vida y la propiedad y el proyecto de una Argentina libre impulsadas por el presidente Milei”.

El descontento y el doble discurso quedaron servidos en bandeja. Mientras el Gobierno hablaba de “diferencias de criterio”, la rotación en el gabinete dejaba en evidencia una gestión marcada por el desgaste prematuro y las fracturas internas. La salida de Posse no fue la única. En esa misma semana, el ministro de Infraestructura, Guillermo Ferraro, otro de los hombres en el arranque de la gestión, también quedó en la mira. Su renuncia, una de las primeras del gabinete, llegó tras el escándalo en torno al debate de la Ley de Bases. Primero pidió una licencia y luego llegó la renuncia definitiva. Y Milei, fiel a su estilo, cumplió con su promesa de borrar ministerios: Ferraro se fue, y con él, el Ministerio de Infraestructura. Objetivo cumplido.

La misma lógica aplicó con Flavia Royón, ex secretaría de Minería. Su salida, ocurrida en febrero de 2024, no respondió a errores de gestión ni a escándalos personales, sino a una jugada más amplia: la Casa Rosada la convirtió en el blanco luego de que los legisladores salteños —su provincia de origen— votaran en contra del proyecto de la ley ómnibus. La decisión puede ser interpretada como una advertencia a los gobernadores: el respaldo debía ser total o el costo se pagaría con cargos. Royón, por su parte, aceptó la medida y dejó el puesto sin hacer ruido. “El sistema económico de Milei está armado con alfileres, cualquier tipo que pasa cerca se le viene todo abajo”, comentó Boron.

El cordobés Osvaldo Giordano tuvo un breve paso por el ANSES. Estuvo apenas dos meses al frente del organismo que maneja el presupuesto más voluminoso del Estado y es clave en la distribución de recursos para millones de argentinos. Desde los pagos, hasta las asignaciones familiares y los beneficios sociales, el ANSES es el corazón financiero del aparato estatal. Sin embargo, su gestión terminó abruptamente cuando su esposa, la diputada nacional Alejandra Vigo, votó en contra de la Ley Bases, el proyecto estrella del gobierno. Un gesto político que, en el universo de Milei, se tradujo en un acto intolerable.

Lo irónico es que Giordano no fue juzgado por sus habilidades de gestión, sino por el voto ajeno de su esposa. “¿Acaso la mujer de Giordano no votó en contra de la ley? Bueno, es un problema de él si duerme con el enemigo”, decía el presidente Milei en una entrevista radial. Días después, Mariano Antonio Salvador de los Heros Battini tomaba la conducción del ANSES.

Otro caso significativo fue el de Diana Mondino, ex ministra de Relaciones Exteriores, desplazada en octubre de 2024 tras un voto que contradijo la alineación internacional del gobierno. Argentina apoyó en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la resolución que pedía el fin del embargo de Estados Unidos a Cuba, un gesto que desató el desacuerdo de Milei y su círculo más cercano. La canciller, que hasta entonces había sido una de las caras más visibles de la política exterior, fue apartada sin demasiadas explicaciones públicas. Su salida marcó un punto de inflexión en la estrategia diplomática del oficialismo. En su lugar, asumió Gerardo Werthein, hasta entonces embajador de Argentina en Estados Unidos.

Los que renunciaron: ¿decepción, desgaste o corrida?

La salida de Mario Russo del Ministerio de Salud tuvo algo de todo eso. Oficialmente, renunció “por razones personales”. En la práctica, su margen de acción dentro del gabinete ya era prácticamente nulo. Russo había asumido con un perfil bajo, siguiendo la línea de recorte que el gobierno le imponía a su cartera. Las fuentes indican que factores como conflictos de gestión y diferencias con otros funcionarios del gobierno también jugaron un papel importante en su decisión de renunciar. Con su salida, Salud quedó en manos de Mario Lugones.

La renuncia de Ana Lamas, subsecretaría de Ambiente, es la más reciente, y quizás la más simbólica, en medio de los incendios del Bolsón. Oficialmente, su salida también se explicó por “agotamiento” y “motivos personales”. Pero si se lee entre líneas, podemos interpretar que Lamas se fue del gobierno producto de una gestión ambiental que nunca estuvo a la altura de las circunstancias.

Durante su tiempo en el poder, Lamas fue perdiendo autoridad. Primero, el Sistema Nacional del Manejo del Fuego pasó a depender del Ministerio de Seguridad, en manos de Patricia Bullrich. Después, las políticas ambientales pasaron a ser, básicamente, invisibles, eclipsadas por las prioridades del gobierno. Y ni hablar de que, en boca del presidente, el cambio climático parece más un “verso climático” que una preocupación real.

En el caso de los incendios en la Patagonia, la crisis se profundiza mientras el gobierno se enfrenta a una inacción peligrosa. El reemplazo de Lamas, Fernando Brom, llegó en un contexto donde la gestión ambiental se encuentra al borde del colapso. “Los ministros no se hablan entre sí, es un gobierno donde hay un nivel de descoordinación total”, aseguró Borón.

Para él, algo queda demostrado: el círculo cercano del presidente lo es todo. “Es un gobierno donde hay tres personas que saben todo: él, la hermana y Caputo”.

El patrón Milei: lealtad por encima de la gestión

¿Qué dicen todas estas salidas sobre el gobierno de Milei? Para Borón, son el síntoma de una administración que privilegia la fidelidad por encima de la capacidad técnica. “Habla de la improvisación que manejan. Improvisan, y ponen en un cargo de mucha importancia a alguien que es afín a sus convicciones o a su liderazgo personal”.

Algunos ven en esta inestabilidad una estrategia deliberada. “Se puede visualizar como una estrategia política, pero también responde a un estilo de liderazgo compulsivo e improvisado”, agregó. Sin embargo, la sustentabilidad de este modelo es incierta. “Se mantiene a costa de un deterioro de la democracia y un aumento cada vez más fuerte del papel de los dispositivos represivos del Estado”, advierte Borón. El costo de gobernar a fuerza de lealtades y expulsiones puede volverse insostenible en el tiempo.

Por ahora, el gobierno sigue avanzando con su propia lógica. Pero la lista de echados y desertores crece mes a mes. La pregunta es: ¿en medio de la inestabilidad que provocan los cambios permanentes, cuántos funcionarios más van a caer antes de que el propio Javier Milei tambalee?

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