C uando se miden los datos que transparentan las operaciones de toma de deuda en moneda foránea, los números suelen saltar fácilmente de un lado a otro de la grieta.
Mauricio Macri afirmó que la deuda anterior a su rutilante vuelta al Fondo Monetario Internacional terminó siendo la misma que cuando se fue, aludiendo a que esos 57 mil millones de dólares (de los cuales Argentina llegó a cobrar 44 mil millones) eran para cubrir vencimientos y que para eso se usó el dinero.
Inmediatamente, a partir de su cuenta del pájaro azul, la diputada Fernanda Vallejos desmintió la especie. “En cuatro años, por Formación de Activos Externos (FAE) se fugaron casi USD 90.000 millones. Desde el primer desembolso del FMI hasta diciembre de 2019 se fugaron, entre FAE y capitales especulativos, todo el préstamo del organismo y USD 6.000 millones más”.
Lo cierto es que en los cuatro años en los que gobernó Cambiemos, la deuda bruta saltó desde los u$s 240 mil millones de dólares a u$s 323 mil millones de la verde moneda. Estas cifras no contemplan la deuda de mediano y corto plazo que tomó Macri, que pagó él mismo durante su mandato, en especial para sostener su festival de bonos, que incluían a los bonos Globales; Leliq (Letras de Liquidez); Lebac (Letras del Banco Central); Bonar (Bono de la Nación Argentina) 2019, 2021, 2026 y 2046, las Letes (Letras del Tesoro) y los Bote (Bonos del Tesoro), entre otros.
El Observatorio de la Deuda Externa de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET) reveló que entre diciembre de 2015 y noviembre de 2019, el monto total de los préstamos que tomó el Gobierno de Cambiemos ascendió a u$s 159.017 millones.
Como parte de esos pasivos fueron pagados durante esos cuatro años, hacia noviembre de 2019 sumaban u$s 310 mil millones, que un mes después ascendió hasta los 323 mil millones, que fue el monto final de la deuda al diez de diciembre de 2019, cuando Mauricio Macri le entregó la banda presidencial a Alberto Fernández.
El Gobierno de Cambiemos tomó deuda desde el inicio de la gestión. Comenzó con un préstamo de u$s 13.700 millones para pagarle a los Fondos Buitres liderados por el ínclito Paul Singer, que litigaba en el juzgado neoyorkino de Thomas Griesa desde hacía 14 años. El actual gobierno reestructuró ese crédito en 2020, ya que sus vencimientos estaban previstos originalmente para 2022, 2023 y 2025. Singer y sus gladiadores cobraron más nueve mil millones de dólares, con un beneficio muy buitre: más del 1.700 por ciento en intereses.
Entre los años 2016 y 2018, el Gobierno encabezado por Mauricio Macri puso en marcha la principal aspiradora de créditos en el mercado internacional. Argentina fue el campeón de toma de deuda, al tomar el 10,5 por ciento de los préstamos globales, seguido de cerca por Arabia Saudita (10 por ciento); Indonesia (seis por ciento) y México (cinco por ciento). Más lejos quedaron Qatar y Omán. Como se puede ver, los otros cuatro países asiáticos son grandes exportadores de petróleo, por cuya razón reciben un fuerte flujo de dólares todos los años. México también lo es, a lo que se debe agregar sus exportaciones de automóviles al mercado norteamericano.
Para agravar el panorama, en esos años se fugaron u$s 88 mil millones, en gran parte capitales especulativos, que comenzaron a abandonar el barco en 2017, cuando la liquidez empezaba a ralear y la crisis era inevitable. Luego, lo conocido: a mediados de 2018 se le abrió el portón al FMI y llegaron u$s 44 mil millones más, que jamás abandonaron las bóvedas bancarias. Ni una escuela, ni un metro de ruta, ni un puente, ni un barco se construyó con ese dinero.
Más allá de la grieta, la verdad es una sola, pero hay interpretaciones y en éstas se confunden las cosas, muchas veces a propósito. Que quede asentado.