La negociación que lleva adelante el ministro de Economía, Martín Guzmán, se encuentra –aparentemente, porque ya hubo al menos cinco prórrogas de la fecha de cierre- transitando por su última etapa. El plazo actual vencería el 24 de julio y sería el último.
Las azarosas vicisitudes que demandaron las tratativas con los tenedores de los bonos de deuda argentina pasaron por diversos altibajos, en los que alguna vez el arreglo estuvo cerca, pero nunca se cerró, todavía.
La primera oferta a los bonistas estuvo lista el 1° de abril, cuando Guzmán ofreció un Valor Presente Neto (VPN) de us$ 0,40 por cada dólar y una tasa de descuento del diez por ciento. La cosecha de adhesiones fue baja –menor al 20 por ciento de aceptaciones- y fue desechada rápidamente.
Luego, la oferta, que tiene muchos y complejos ítems, fue “retocada” y la Argentina comenzó a ponerle “sex-up”. Se acortó el período de gracia y se ofreció pagar a partir del año 2021 (al principio se proponía 2023); se reconocieron mayores intereses (pagaderos en un bono al 2024) y se planteó una quita menor (us$ 0,51 por dólar).
La contraoferta de Blackrock, líder del grupo de Ad-Hoc Bonholders, fue brutal: entre us$ 0,57 y 0,63, aunque por estos días este grupo de bonistas ofrece aceptar un cupón de us$ 0,538. Como se puede ver, la distancia entre los negociadores no es grande, nominalmente. Las diferencias surgen cuando se discuten los endulzantes: plazos de gracia, cupones atados al PBI o a las exportaciones y reconocimiento de intereses, además de quitas de capital.
Existen tres grandes grupos de bonistas “unidos y organizados”: Ad-Hoc Bonholders, que conforman los duros de Black Rock, Ashmore y Fidelity (aseguran representar a algo menos del 25 por ciento de los tenedores); el Bonholders Group (conocidos como Grupo BG), que agrupa al Argentina Creditor Commitee, Fintech y Gramercy y, finalmente, el Exchange Bonholders Group, en el que están presentes 18 grupos inversores, entre los que se cuentan ExBG, HBK, Monarch y Redwood, que dicen tener la representación de casi el 15 por ciento de los poseedores de títulos. De todos modos, es necesario destacar que casi el 70 por ciento de los bonistas no está inscripto en ninguno de estos agrupamientos, aunque alguno puede hacer caer la negociación porque cuenta con la cantidad de bonistas suficiente para que el Gobierno no alcance la mayoría.
El último día de junio se conoció la aceptación de la propuesta del Gobierno argentino por parte de los fondos Gramercy, Oaktree, Fintech y Greylock (el Grupo BG), que habría roto la unidad de los acreedores externos de nuestro país. Inmediatamente, Black Rock contraatacó con un duro comunicado. Resumiendo, cuestionó que no existe “ningún compromiso significativo” entre ellos y Argentina desde el 17 de junio último, cuando plantearon su enésima negativa a la aceptación de la propuesta de negociación de Guzmán. También plantearon su desagrado porque la “falta de compromiso serio de las autoridades argentinas es profundamente preocupante”, haciendo sonar los tambores de una guerra que se desarrollaría en los tribunales de Nueva York, donde tienen todas las de ganar y obligaría –si esto ocurriera- a que Argentina se someta y pague lo que ellos piden o que Nueva York declare el default. Ya conocimos a Griesa alguna vez y sabemos cuál sería el contenido de cualquier fallo surgido de cualquier juzgado neoyorquino.
El UBS Bank, uno de los representantes de Argentina ante diversos grupos de bonistas les presentó a éstos un documento, que contiene cinco cláusulas. La primera, que Argentina adelantaría el pago de cupones y mantendría los intereses. En segundo lugar, no estarían incluidos los beneficios legales de las Cláusulas de Acción Colectiva (CAC) de los bonos de 2005 en los títulos de canje. En la tercera se advierte que el Gobierno se reserva la opción de reasignar títulos (el popular método PacMan) para lograr las mayorías que necesita. Por la número cuatro quedaría aclarado que no habrá Value Recovery Instruments (VRI) atados a exportaciones ni al Producto Bruto Interno. Finalmente, en la última hay un sex-up: a los que entren en el canje se les pagarán mayores intereses sobre el capital devengado que a los que desistan de firmar el acuerdo.
La posición más dura en el conflicto, en realidad no la adoptó BlackRock, que suele ser el más rudo. En esta controversia el fondo radicado en Londres, pero de origen australiano y neocelandés, Ashmore, se convirtió en el reivindicador de los métodos punitivos contra nuestro país. Plantearon que no aceptarán las condiciones que propone Argentina, dada la condición de “deudora recalcitrante”.
Por último, está en juego el prestigio del FMI. La titular del organismo, Kristalina Georgieva, planteó que el bono no puede valer más de us$ 0,50. Si el monto final fuera superior, el FMI habría generado un valor de referencia y nada más. Si valiera esa cifra o algo menos, habría ratificado su papel de liderazgo en el mercado.
La posición más dura en el conflicto, en realidad no la adoptó BlackRock, que suele ser el más rudo. En esta controversia el fondo radicado en Londres, pero de origen australiano y neocelandés, Ashmore, se convirtió en el reivindicador de los métodos punitivos contra nuestro país. Plantearon que no aceptarán las condiciones que propone Argentina, dada la condición de “deudora recalcitrante”. Ante los esperables posibles defaults de Argentina, plantearon su reclamo de una cláusula especial de rápida ejecución. “No le pediríamos esto a ningún otro Estado que necesite reestructurar su deuda. Sólo lo hacemos en el caso argentino por su pésima fama”, plantearon sus abogados.