Hasta el día de hoy, los resultados de la política económica que pergeñó la administración que encabeza a duras penas el presidente Javier Gerardo Milei se definen con una sola palabra: ajuste.
Cada decisión que toma cada uno de los distintos funcionarios del gobierno unipersonal del líder libertario pasan por tantos cedazos, que van perdiendo esencia a medida que avanzan. Todas ellas deben superar la estricta vigilancia de Karina Milei primero y la su hermano, el presidente, después.
El blooper de la inflación, una vez más
De todos modos, el Excel del Superávit de Procusto se va llenando de números que no estaban dentro de las expectivas. La inflación de marzo, como las de los meses anteriores, se mantiene demasiado alta. Los precios no bajan, ni suben los salarios. Para peor, a pesar de la declamada libertad en la que se desenvuelve la economía, apenas los sindicatos consiguen cerrar una paritaria en la que se recompone el poder adquisitivo de sus asociados, el propio ministro Kaput se muestra agraviado y no homologa la libre decisión de los actores económicos que estuvieron representados en la mesa de las negociaciones entre obreros y patrones. Así, parecería que la variable inflacionaria es el salario, no las devaluaciones, ni la deuda externa, ni los constantes aumentos que provocan las pistolas remarcadoras de los supermercadistas.
De todos modos, en este tortuoso camino, aparecieron algunos tropiezos, cuando tanto Milei como su ministro Luis Kaput citaron como válidos los datos de dos cuentas falsas de otros supermercadistas (Jumbo y Coto), con la esperanza de mostrar en público algún resultado positivo.
“¡Caída de precios!, advertía un eufórico Javier Milei ante los micrófonos de una radio, leyendo los números que figuraban en la cuenta @Bot Jumbo, que supuestamente daban cuenta de una caída en los precios de esa cadena de supermercados. El reportero quiso saber si la información era la que utilizaba para tener una guía y el presidente lo chicaneó, contestando que “estoy mirando los números todo el tiempo”.
Pocas horas después, los titulares de la cuenta debieron desmentir la veracidad de sus propios números, revelando que “esta cuenta es un experimento social. Nunca analizó precios, ni existió ningún bot que siguiera los productos de Jumbo”.
Luego, el ministro Kaput expresó que “no sólo no están subiendo los precios, sino que están bajando nominalmente. La carne volvió al promedio de diciembre-enero”. La verdad es que ni la carne bajó, ni mucho menos lo hizo en esos términos.
Luego, el inefable publicó un tuit en el que daba cuenta de una cifra publicada en Coto Bot, que indicaba que “la variación de precios de la canasta básica en el mes de abril al día 10 es del 0,6%”. Canchereando la parada, el ministro Kaput escribió: “inflación desacelerando fuertemente según Coto. Si este bot es trucho también me avisan porfa, gracias!!”. Pues bien, este bot también es falso. Otro experimento social, seguramente.
Lo que va de ayer a hoy
En 1989 la inflación hacía estragos, mientras el presidente Carlos Saúl Menem preparaba sus planes de ajuste y el país se debatía entre la adopción de un modelo neo-liberal -que a la postre se impondría- y el establecimiento de un modelo peronista tradicional.
En esos días de incertidumbre, Menem acuñó una frase que serviría para enmarcar casi todos los desatinos políticos que se sucedieron desde entonces: “estamos mal, pero vamos bien”.
Es imposible no apelar a la ironía para explicar este aforismo, digno de una mente sin estatura política, ni intelectual. El cómico mexicano Mario Moreno, actuando en nombre de su personaje, Cantinflas, pronunció alguna vez palabras similares en tono humorístico. “Estamos mal, pero vamos bien -expresó-, porque antes estábamos bien pero no era cierto; porque no sabíamos cómo estábamos; ahora, estamos mal, pero lo sabemos. Ahora es cuando podemos dejar de estar mal y llegar a estar mejor”. Luego, Cantinflas remató con una fake no menos abstrusa: “Estamos peor, pero estamos mejor. Porque antes estábamos bien, pero era mentira. No como ahora, que estamos mal, pero es verdad”.
Hablar sin decir nada es la profesión que mejor practican los estafadores. La misma que practicaban los sofistas en la antigua Grecia, cuyo surgimiento marcó la decadencia de la filosofía. El filósofo intentaba llegar a la verdad, pero los sofistas sólo intentaban ganar una discusión. Éste fue el origen de los abogados, de los economistas y de los timadore
Y, hablando de filósofos
Llegó a la Argentina el filósofo francés Éric Sadin para presentar su libro “La vida espectral-Pensar la era del metaverso y las inteligencias artificiales generativas”.
Entrevistado por el matutino Página 12, el pensador advirtió acerca de que “este mundo contemporáneo es apasionante y pesado, pero a veces es una forma de sufrimiento que no me quita alegría. Observo el mundo contemporáneo, en presente y es apasionante. Es difícil ver que las cosas se tornan frágiles, el sufrimiento aumenta, el aislamiento, el rencor, el odio, el antisemitismo también. Son muchos sufrimientos juntos”, concluye.
Antes, había intentado una aproximación al mundo Milei, al expresar que “las multitudes no creen en nada. No creen en todo lo que es autoridad, institución, inclusive la prensa. Es muy grave esto. Cuando nadie cree en nada, cuando no hay un pacto común, fundamentos o cimientos comunes, es el fin. Y es el origen de la violencia y de la locura”.
Luego, la completa. “Tengo una teoría y es que el argentino, por muchos motivos históricos, de sufrimiento, complejo con el Norte, tiene un espíritu que no es ingenuo. La gente es crítica. Quizá haya gente que se haya convertido en tan crítica que enloqueció un poco. Eso es Milei”.
Enseguida, se refiere a la mentalidad de época. “El otro que es culpable y yo que soy la víctima es una gran marca de estos tiempos. Es el discurso de Milei, nosotros somos las víctimas y los otros son culpables”. Después advierte que “los Milei van a florecer en todo el mundo. Miremos en Portugal, del socialismo pasamos a un populismo con el espíritu de Milei; Le Pen, en Francia; Trump, que podría ganar de nuevo. Nos mintieron, ésa es la idea y es momento de ajustar cuentas”, terminó.
Matemática política y corazones destrozados
A pesar de que Milei está ejecutando el ajuste más feroz que se haya conocido en Argentina, cierto hastío popular contra un peronismo que vive en el pasado, sin honrar aquellas banderas por las cuales hubo una generación que entregó su vida, mantiene un nivel de esperanza en el Gobierno que con el transcurrir del tiempo decaerá en volumen y en solidez, si no hay un cambio de rumbo.
Es por todos conocida la teoría del romance del público con un nuevo gobierno, que se mantiene sin demasiadas fisuras durante 100 días. Éstos están a punto de cumplirse, el 19 de abril. Hasta ahora, Milei sostiene la fidelidad de su base electoral. La mayoría de quienes lo apoyan suponen que tanto derroche de firmeza en mantener pisadas las cajas del Estado y en afirmar que no hay plata, debería culminar con una mejora en la vida de los argentinos.
Pero el amor no es eterno. Si no hay incentivos, habrá decadencia. Hasta el día de hoy no hubo una sola medida a favor de los trabajadores, excepto postergar algún aumento de tarifas. Poco, para tanta esperanza.
La pobreza ya alcanzó al 41,7% de los hogares argentinos en el cuarto trimestre de 2023, según la Encuesta Permanente de Hogares del Instituto Nacional de Estadística y Censos. Ese número creció, de eso no hay dudas, aunque aún no hayan sido publicados los números del primer trimestre de 2024. Este número iguala al del primer semestre de 2020, en la época de la pandemia, cuando los argentinos se encerraban para cerrarle el camino al Coronavirus Desease (Covid-19).
La indigencia, por otra parte, alcanza a aquellos que no cubren con sus ingresos la canasta básica de alimentos. En estos días el 13,8% de los argentinos soportan esa situación, mientras que en la pandemia, estos componían la dramática cifra del 12,3% del total.
En estas condiciones no hay futuro, por lo que los 100 días no se van a extender demasiado, si Milei persiste en no escuchar las voces de los que siempre pierden más que todos.
Algunos números que activan las alertas
Las distribuidoras eléctricas están endeudándose cada vez más con la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico S.A. (CAMMESA). Edenor, la empresa de Daniel Vila y José Luis Manzano, le paga sólo el 3,37% de su facturación. Edesur paga el 11,18%; EDEA (Costa Atlántica) paga el 5,55%; EDEN (Norte y Centro de la PBA), el 8,86%; EDELAP (La Plata), el 7,76% y EDESA (Salta), el 6,18%. El promedio de lo que pagan todas éstas es el 7,15% de su facturación.
Las deudas son millonarias. Edenor debe $185.000 millones y EDESUR, $107.000 millones. Entre todas, le deben a CAMMESA $636.000 millones. Ante las intimaciones de pago, algunas cubrirán algún porcentaje de sus deudas, pero las cooperativas del interior no lo harán, porque quebrarían. Esto también es parte del ajuste, porque el consumo cae todos los días un poco más y si las empresas distribuidoras no tienen clientes, nada es posible.
De prolongarse esta circunstancia, quebraría el sector eléctrico. Esto, porque si no le pagan, podría quebrar CAMMESA, que entrega energía a las distribuidoras que son las empresas endeudadas que llevan la electricidad a los hogares.
¿Volveremos a un estilo de vida “natural”, sin electricidad, ni agua caliente, ni cocinas? ¿Volveremos a a vivir las guerras del fuego que se produjeron en el período paleolítico medio, tal como las describiera Jean-Jacques Annaud en 1981?
A veces, la realidad se parece tanto a la ficción que desafía hasta a los soñadores.