Como en un balotaje imaginario, previo a la elección del 25 de octubre, Mauricio Macri y Sergio Massa hacen cuentas mirándose el uno al otro. El juego matemático es simple: como casi excluyentes rivales opositores, resulta probable que lo que baje uno lo suba el otro y viceversa. Muchos analistas y políticos pensaban que para esta altura el rincón anti-K estaría reservado solamente para uno. Se suponía que quien saliera mejor parado de las PASO absorbería buena parte del apoyo opositor y dejaría en la banquina al tercero en discordia. En la vereda de enfrente, se descontaba, estaría el inconmovible Daniel Scioli.
El voto del 9 de agosto dejó un camino intermedio. Ni a Macri le fue tan bien ni a Massa le fue tan mal. Sumando al Frente para la Victoria y su primer lugar, quedó conformado un podio aritmético: 40-30-20. Las semanas posteriores a las primarias, aun con la polémica por las inundaciones y la salida de la cancha de José de la Sota, quien como sparring había sido un soporte importante de la cifra final de Massa, la escala se mantuvo sin grandes variaciones.
La anticipada polarización que gustaban fogonear en sintonía desde el kirchnerismo y desde el Pro nunca terminó de consolidarse. Y pasó lo impensado. O lo menos anunciado. Una denuncia como muchas sobre uno de los principales candidatos de Cambiemos provocó una implosión política en el hasta hoy principal conglomerado opositor.
El affaire Niembro, un caso de posible corrupción o dudoso manejo de los fondos del Estado en la Ciudad (favorecer a amigos con contratos públicos), no tiene el volumen de la mayoría de las denuncias, muchas de ellas avanzadas, que sacudieron al Gobierno nacional y a sus dirigentes en los últimos años. Incluso, pese a que las cifras puedan sorprender a los votantes de a pie, 20 millones de pesos es poco menos que un vuelto comparado con otras causas. Sin embargo, el caso desacomodó al Pro, al punto de desnudarlo y dejarlo casi en escala amateur.
Macri reaccionó tarde y mal. Si la decisión era correr al candidato-contratista para “ponerse a disposición de la Justicia” y bla, bla, bien podría haberlo hecho apenas se conoció la denuncia. Si el plan era sostenerlo, la defensa duró la nada misma. Un golpe y a la lona. Y la película recién empieza: por un lado, queda por discutirse la responsabilidad del Gobierno porteño en otorgar esos contratos a la empresa de Niembro; por el otro, hace tiempo se rumorea sobre más denuncias y de mayor densidad. Se habla en particular de otro talón sensible: el entorno de María Eugenia Vidal. El entorno más cercano. ¿Atacarán? ¿Aguantarán? ¿Cómo quedarán?
El mismo día que se confirmaba la renuncia del periodista a su postulación, una fuente en el macrismo admitía que Massa ya les había “comido” tres puntos en la provincia de Buenos Aires. Unas horas antes, uno de los principales armadores del Pro agitaba el fantasma: “Lo que bajamos nosotros lo sube Sergio [Massa]. Entonces, esos diez puntos pueden ser cinco. Él lo sabe y es inteligente en salir a buscar nuestro voto. Por eso ya fue a Córdoba tres veces”.
Hay más. Para alejar la idea de un supuesto acuerdo, el líder del Frente Renovador hizo un acto en la Ciudad para firmar un compromiso con los porteños y le dedica casi más críticas a Macri que a Scioli. ¿Y la supuesta negociación para frenar al Frente para la Victoria? Un sector del macrismo asegura hoy que hubo más especulación que pasos reales. Si bien existió el mentado encuentro entre Massa, De la Sota y el Pro (representado por Rodríguez Larreta y no por Macri, aseguran algunas fuentes), la dinámica de la campaña habría vuelto a separarlos.
“Si hubiera acuerdo, Massa debería ir a robarle votos a Scioli al norte y, en parte, a la Provincia, pero nos dejaría el camino más libre a nosotros en Córdoba y en la Ciudad, por ejemplo”, analiza un macrista.
Por cierto, en el Pro hay algunos enojos con el jefe de Gobierno electo, Rodríguez Larreta, por lo que consideran un relajamiento en la campaña porteña. La elección presidencial de Macri en el distrito fue más bien regular para sus antecedentes. “Y ahora decime si ves alguna sombrilla o algo en las es- quinas de la Capital”, se queja un dirigente-candidato. La teoría es que Larreta y compañía, una vez que se aseguraron trabajo por cuatro años más, aflojaron la intensidad en el proyecto nacional.
La idea de que Massa se puede volver a colar en la pelea no solamente parece ser un tema de discusión política. También hay rebote empresarial. El dueño de una compañía que supo hacer buenos negocios con el kirchnerismo dice que entre sus colegas, si bien mantienen a Scioli al tope de los favoritos, vuelve a hablarse del líder del FR. “Y hasta lamentan que el Massa que se ve ahora, el mejor de los tres en campaña, pero lejos de ganar, no haya aparecido antes, cuando ganó la elección de 2013 y se mostraba como un soberbio”, agrega. El propio Massa ha hecho autocrítica en este sentido. ¿La política le dará otra chance? En su mano a mano, Macri le abrió una puerta.