Se habla mucho en estos días de las circunstancias en las que transcurre la pandemia de Covid-19 que se abatió sobre el mundo. Se citan números, se despliegan teorías, se discute sobre si tal o cual vacuna realmente es efectiva o no lo es. Hasta se habla sobre “la cuarentena más larga del mundo”, sin tener la certeza de que ésta haya sido efectiva o ineficaz. Porque sobre este tema, nadie sabe demasiado.
Los medios exigen velocidad, superficialidad y poca precisión. En esta realidad vertiginosa, los periodistas ponen en escena las noticias, a menudo sin comprobar su veracidad. Pero resulta que muchas noticias son publicidades encubiertas de una marca, de un producto o de un partido político. Y el público jamás se enterará del interés que afecta al presentador, sea éste pecuniario o no. Al fin y al cabo, los estudios televisivos se pueden utilizar para escenificar la realidad o para presentar una ficción.
En este contexto, el aislamiento de los ciudadanos oficia como un agravante de su situación. Bombardeados por noticias cada vez más contradictorias, confusas y alarmistas, los consumidores de información son como hojas en el viento, bendecidos por un optimismo en ciertos momentos y azotados por el temor, segundos después. No le dan tregua.
Cuando desde el Gobierno se pidió distancia, se convocó a concentraciones que ni siquiera oficiaban como protesta, sino que eran excusas para difundir el virus y para gritar indignaciones ficticias o verdaderas, que de todos modos podrían haber sido expresadas de otras maneras.
Pareciera que la estrategia de algunos es que el temible bacilo nunca se vaya y que contamine a la mayor cantidad de argentinos que pueda. Así, todo culminaría algún día -cuando lo peor haya pasado- con el cuestionamiento a todo lo hecho y, de esa manera, se profundizaría la grieta hasta que la tensión sea tan insoportable que así el púbico evaluaría que si votara a los vociferantes, el miedo al conflicto permanente acabaría o, al menos, amenguaría. Es decir, que elegiría saltar desde la sartén para caer en el fuego.
Se llega a una irracionalidad tan extrema que hemos presenciado, atónitos, cómo periodistas con formación en ciencias sociales increpaban a especialistas en medicina o farmacología. Estas invectivas tenían un solo fin, que era el de insinuar que el científico mentía. Un periodista no puede desmentir con fundamentos a un médico o a algún otro especialista en infectología. No tiene conocimientos suficientes, por lo que lo único que puede cuestionarle al especialista es su honestidad, a algo que estaría ocultando, jamás a su sapiencia.
En estos días, por estos planteos, un público confundido se interroga sobre la dicotomía que existe entre morir o malvivir. Pareciera que no hay otra salida que sufrir. De todos modos, es en estos momentos de incertidumbre cuando todo empieza a cambiar, porque la realidad se vuelve insoportable.
Al mismo tiempo en que la vida se complicaba, comenzaron a modificarse las costumbres y las relaciones laborales, casi sin que nadie se diera cuenta. Los trabajos y las compras desde el hogar, los shows por streaming y los pagos cibernéticos se fueron agregando a nuestras rutinas. Todas estas opciones ya existían, pero el aislamiento las perfeccionó y las volvió masivas, por lo que para muchos se volvieron imprescindibles para vivir.
Trabajar, comprar y ver espectáculos desde casa
Hace años que trabajamos online, pero en 2020 el recurso se volvió imprescindible para muchos tipos de trabajo, aunque aún en este rubro hay diferencias porque hay empleos que exigen la presencia física del trabajador.
Por de pronto, la inseguridad acerca del futuro, el temor por lo que vendrá y otras incertidumbres, comenzaron a darle forma a una serie de tendencias a las cuales deberán adaptarse los trabajadores e incluso afectarán su forma de vivir, porque no sólo el mundo laboral se modificó en estos meses.
Por de pronto, el comercio online se volvió, por usar un término en boga, viral. Esto hizo que también crecieran otras opciones cercanas, como las ofertas “take away” (tómelo y llévelo) en los restaurantes y los pagos “contactless” (sin contacto o pagos electrónicos), que pueden realizarse a través de tarjetas de crédito, débito, billetera electrónica o cualquier sistema de radiofrecuencia.
Para los especialistas, crecerán aún más el social commerce y los voicebots y cambiaron ya los comportamientos online y las actividades que se nutren de los clicks permanentes de los usuarios. Esto significa que aquello, casi incomprensible que reclama desde hace tiempo el humorista Emanuel “Peroncho” Rodríguez desde su show por streaming, eso de “estimulame el algoritmo”, comienza a ser una realidad.
Se llega a una irracionalidad tan extrema que hemos presenciado, atónitos, cómo periodistas con formación en ciencias sociales increpaban a especialistas en medicina o farmacología. Estas invectivas tenían un solo fin, que era el de insinuar que el científico mentía. Un periodista no puede desmentir con fundamentos a un médico o a algún otro especialista en infectología.
Para el fundador y CEO de la empresa The Cyprinus, que se especializa en conocer la vida real de los consumidores, Silvio Pestrin Farina, “éste ha sido un año de perfección y madurez de todo lo que el big data nos ofrece, y confío en que en 2021 las innovaciones serán superadoras. Desde The Cyprinus analizamos más de 170 atributos del consumidor, y gracias al uso de inteligencia artificial y machine learning armamos una radiografía de sus consumos y comportamientos. Esto ayuda a las empresas a ser más eficientes en sus decisiones, y por extensión a los consumidores, que obtienen lo que desean”, afirmó.
Otro tema es que la prolongada permanencia en el hogar que debieron implementar las personas, volvió a este ámbito un centro de experiencias novedosas, que anteriormente se desarrollaban en estadios, bares, teatros e inclusive, cines.
Miles de artistas se adaptaron a esta realidad. Proliferaron, por esta razón, los shows, eventos, recitales y espectáculos de todo tipo por “streaming”, que captaron la atención inclusive de los que nunca habían utilizado este formato para presenciar manifestaciones artísticas.
“El streaming creció alrededor de cuatro veces respecto al último año. La industria se volcó de lleno a esto. Las ticketeras tuvieron que modificar todo su modelo de negocios para no quedarse afuera de esta tendencia” advirtió Pestrin Farina.
La cuarta tendencia que se avecina -para este especialista- es el cambio en las relaciones de los consumidores con las empresas. Éstos les exigen a las marcas que se comprometan más con las circunstancias postventa. Es por esto que se volvió una necesidad para los empresarios generar confianza en un contexto de incertidumbre y angustia por el futuro.
Las marcas buscarán generar una mayor proximidad afectiva y comunicacional con sus clientes, para generar una mayor confianza. Un reciente estudio de la consultora KPMG resultó en que el 39 por ciento de los usuarios esperan que las empresas les briden un servicio de calidad. Por eso, las fallas en los envíos y una logística poco eficiente trazan el camino más rápido para que se quiebre la reputación online de cualquier compañía.
“Los consumidores no creen en la marca, sino que creen en sus amigos, entonces las marcas están cambiando la estrategia online en ese sentido. Los influencers son referentes: por su comunicación cercana y la cercanía que establecen, son amigos del consumidor. El objetivo final es el microinfluencer, que tiene una imagen menos ‘poderosa’ o lejana que los influencers tradicionales”, aseguró Pestrin Farina.
Las empresas apostarán en 2021 a capitalizar lo que obtuvieron en el conflictivo período en que una pandemia -que aún se niega a retirarse- alteró los patrones tradicionales de relación con el público.
Una filosofía de vida en crisis
La conclusión primaria de esta situación que vivimos es que “no hay mal que dure cien años”. La pandemia se irá, más temprano que tarde. Bastará para ello con que una sola de las muchas vacunas que circulan por el mundo sea exitosa en su función de afectar la circulación del virus.
Lo lógico es que tanta desesperanza, tanta angustia y tanta incertidumbre algún día fructifiquen en las transformaciones que los pueblos del mundo necesitan para vivir mejor. La voz de Leonardo Boff, que tantas veces predicó en el desierto en el pasado, advierte en estos días que “la pandemia es un contraataque de la madre Tierra contra un tipo de humanidad que la sigue amenazando, destruyendo. Esta humanidad ha creado muchos valores, pero también la posibilidad de autodestrucción”.
De todos modos, existen advertencias de que pandemias similares podrían afectar a la Humanidad en los próximos años. Si no se aprende la lección que nos dejó el Coronavirus y si no se modifican algunas políticas antiguas y recientes, las consecuencias de los nuevos azotes podrían ser peores, mucho peores que las que estamos viviendo en estos días.