La tradición política de la democracia moderna argentina nos llevó durante muchos años por un eje dominado por dos partidos hegemónicos que obviamente son el Justicialista y la Unión Cívica Radical. Ambos conviviendo lamentablemente con las interrupciones golpistas militares en el siglo XX y también con algunos desprendimientos que fueron forjando nuevas fuerzas políticas en el sistema.
Con características bien diferentes, ambos partidos dominaron la escena política del espectro democrático. El Justicialismo como herramienta electoral de un movimiento muy amplio y heterogéneo en lo social con base en los trabajadores y el radicalismo –también ancho en su momento de esplendor- más identificado con las capas medias y de un funcionamiento interno más conservador y prolijo.
Sin embargo -y nos vamos a saltear la transición y el camino hacia la actualidad por cuestiones obvias- hoy nos encontramos con que tenemos una coalición de partidos en el gobierno que tiene una base decisiva en el peronismo y una coalición como principal oposición que contiene además del oficialismo perdedor del 2019 al radicalismo en pleno proceso de lucha por la hegemonía de la misma.
De alguna manera en lo que hace a la pelea por el poder, lo que antes era una disputa mano a mano entre peronistas y radicales, con expresiones menores por derecha e izquierda, hoy se ha convertido en un fenómeno más complejo, con características muy particulares en cada una de las coaliciones que analizaremos al menos desde lo medular, ante el escenario electoral que se avecina.
Las elecciones que vienen serán complejas para el armado de propuestas y listas ya que, si bien las diferencias internas no han explotado hasta ahora en ningún bunker, la tensión de los cierres puede generar disputas fuertes que tendrán que ver no solo con esta elección sino con el posicionamiento hacia el 2023.
El Frente de Todos tiene tres sectores –entre muchos grupos menores- bien diferenciados que han convivido razonablemente bien durante el primer año y medio de gobierno. Los mismos son representados por el Presidente de la Nación Alberto Fernández, su vice Cristina Fernández y el Presidente de la Cámara de Diputados Sergio Massa, líder del Frente Renovador.
El ala peronista más tradicional –no kirchnerista- se refleja más en el Presidente, mientras el kirchnerismo viene de gobernar tres de los últimos cuatro períodos de gobierno anteriores a Alberto y siempre está agazapado y a la ofensiva intentando conducir la coalición. Massa, la tercera pata de esta historia y el de mejor relación con los sectores medios, fluctúa entre su pasado anti K y su nueva alianza interna con el jefe de la Cámpora, Máximo Kirchner, el cuarto en el cuadrado mágico del oficialismo, los dos con proyectos presidenciales en marcha, desde distintas terminales, aunque tiren juntos en esta etapa.
Las elecciones que vienen serán complejas para el armado de propuestas y listas ya que, si bien las diferencias internas no han explotado hasta ahora en ningún bunker, la tensión de los cierres puede generar disputas fuertes que tendrán que ver no solo con esta elección sino con el posicionamiento hacia el 2023. Son muchos los espacios y las realidades políticas y desde ya que no todos quedarán contentos.
El Presidente buscará mantener la gobernabilidad por acuerdos propios de mínima y quedar triunfante para una eventual reelección de máxima, objetivo que parece difícil de lograr observando cómo se mueve el tablero y la influencia de la Provincia de Buenos Aires en el resultado, que puede ser la salvación de algunos o la tumba de todos.
Hay otros referentes peronistas por fuera de la coalición de Todos, intentando de nuevo escupirle el asado al Gobierno, que apelarán a la clásica “ambulancia” que siempre rinde algún dividendo sobre todo en PBA.
Por la otra parte en Juntos por el Cambio hay un gran revuelo entre los principales referentes del PRO, Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta, pero hay dos temas que dominan la agenda inmediata del futuro de esta coalición: los candidatos en la Ciudad y en la Provincia, ambos distritos con muchas posibilidades de internas por falta de acuerdos previos y la posición de los radicales que, liderados por Enrique Nosiglia, Martín Lousteau y Facundo Manes pretenden un salto en calidad de los radicales en el frente y apuestan también a las PASO para lograr ese objetivo.
Para esta Coalición que gobierna CABA hace casi 16 años y que la ganará de nuevo en este turno es imprescindible lograr un buen resultado en la Provincia de Buenos Aires–aunque no necesariamente sea ganar- para mantenerse con vida en la próxima presidencial. Otra paliza como la del 2019 daría por tierra con todas las movidas que vienen intentando, no solo allí sino en el interior del país donde parecieran estar mejor acomodados en las provincias más grandes y con centros urbanos importantes y con dificultades en NEA/NOA (excepción de Jujuy) y la Patagonia como es habitual, siempre hostil, aunque no solo para ellos, con los provinciales haciéndose fuertes en Neuquén, Tierra del Fuego y Río Negro.
Las coaliciones son un fenómeno distinto en nuestro país y pareciera que esta será la primera vez que las elecciones pondrán a prueba cómo se dirime el poder interno en ambos frentes, en un país que se había acostumbrado al dedazo para ese tipo de definiciones. Quizás no sea solo un cambio de paradigma del sistema sino también la consecuencia que ya nadie tiene el poder para acomodar las fichas propias o cercanas y garantizar el triunfo en ninguna de las coaliciones. Todo apunta a unas PASO más que interesantes. Bienvenida sea la participación, es más necesaria que nunca.