El lunes último la vicepresidenta de la Nación volvió a agitar el caldero político al definir el perfil económico argentino, exponer las carencias que envuelven a la economía, cuestionar la inexplicable vigencia del dólar y reclamar a sus aliados en el Gobierno la ejecución de acciones que permitan, aunque fuere, soñar con la victoria en 2023.
Hablando ante un público fervoroso en el cierre del plenario de la Confederación de Trabajadores Argentinos realizado en Avellaneda, una vez más Cristina Fernández volvió a mostrarse en el centro de un tablero político que expone una ramplonería que obliga a deducir que tanta decadencia no es casual, sino que es parte de una siniestra conspiración. Tanta tosquedad no puede ser sólo una coincidencia.
Los problemas reales de la Argentina que planteó Cristina en el plenario de sindicatos y organizaciones sociales integrados en la CTA están a menudo ausentes del debate político. De vez en cuando, alguien que es atravesado por un rayo de lucidez dice una verdad, pero generalmente, de manera inmediata el deslenguado es puesto en caja nuevamente y la mediocridad vuelva a penetrar los discursos políticos. Esa mediocridad es el rasero que iguala a casi todos, para tranquilidad de los sectores financieros, que dominan la política. Pocos se animan a contradecirlos.
La vicepresidenta habló para todos, pero los destinatarios específicos de su mensaje fueron en especial aquellos miles de trabajadores que son las víctimas preferidas de todas las crisis argentinas. Los que hoy no llegan a ganar lo suficiente para llegar a fin de mes. Los que están por debajo de la canasta familiar, que suman a más del 50 por ciento de los argentinos. Son los que sólo aparecen en los diarios cuando agravian o son agraviados o cuando pueden servir de ejemplo para estigmatizar a sus congéneres en la pobreza.
Un planteo para partir las aguas
Desde adentro y desde afuera del Frente de Todos se cuestionó el discurso de la vicepresidenta, pero aun así su alocución sirvió para ubicar, por la positiva o por la negativa, la coyuntura política argentina.
La primera discusión importante en cualquier reunión política es casi siempre sobre el rol del Estado. Cristina definió que las tres grandes crisis del Siglo 21 fueron la explosión de las subprime y el banco Lehman Brothers; la de la pandemia de Covid-19 y la de la Guerra entre Rusia y Ucrania. En todas ellas, fue el Estado el que salió a responder, “montando hospitales en tiempo record, poniendo plata de los estados del mundo en los laboratorios para que investigaran y produjeran rápidamente una vacuna. Más toda la ayuda social que pudo haber sido el IFE que… y que fue no solamente aquí, fue en todo el mundo. El Estado nuevamente”.
Luego, Cristina culpó a la evasión y al endeudamiento por la inflación. “Este proceso ultra inflacionario que estamos viviendo hoy en Argentina es el producto del endeudamiento criminal de los 4 años del macrismo”, expresó.
Para explicar el rol del empresariado en condiciones monopólicas y de los gobiernos liberales, la vicepresidenta se preguntó si “¿nadie se hace cargo que durante cuatro años en Argentina desde el 16 al 19 se aplicaron todas y cada una de las políticas que querían el sector privado? Miren, nos decían que si se eliminaban los derechos de exportación, comúnmente conocidos como retenciones, iban a producir más y todo iba a estar más barato. Bien. Los derechos de exportación se eliminaron, pero no sirvió para nada, porque no solamente desfinanciaron al Estado, sino que las cosas no bajaron”.
Para llegar a estas conclusiones, Cristina se retrotrajo a 1976, cuando “con la dictadura donde nos cambiaron la matriz económica y donde aparecimos en octubre del 83 con 45 mil millones de dólares que estaban estatizados. Miren los del Estado y el mercado. El Estado había tomado las deudas del mercado, de los grandes grupos privados y la había estatizado. Para eso el Estado era fantástico, para eso fue buenísimo. Y habíamos pasado de 5 mil millones de dólares de deuda y una matriz productiva basada, de acumulación de capital basada en el trabajo, habíamos pasado a una matriz financiera que terminó en el proceso inflacionario de Alfonsín. Lo mismo pasó más tarde con el endeudamiento, que fue peor porque se quedaron con los ahorros de todos los argentinos y directamente voló, voló el país. Pero toda crisis económica e inflacionaria previa es el endeudamiento. ¿Y por qué? Porque es acá donde juega la economía bimonetaria. Porque cuando se acaban los dólares o cuando el mercado atisba que no va a haber dólares, comienza la carrera por la devaluación y a apretar, entonces. Por eso comienza la brecha, la brecha entre los dólares financieros, el famoso dólar blue con el que hoy hacen pingües negocios entre ellos, con las importaciones”.
Para cerrar su opinión sobre el tema, la vicepresidenta manifestó que “esta economía bimonetaria no solamente necesita dólares para pagar las importaciones que todavía nuestro aparato productivo demanda para tener actividad; es a la que también se le exigen los dólares para la fuga al exterior. Y son los dólares también para el atesoramiento porque además, salvo las transacciones domésticas, para comprar una casa o un departamento te piden dólares. Ésta es la economía y éste es el drama. Entonces, cada vez que el país se endeuda en dólares, la economía bimonetaria hace saltar al país por los aires. Pero lo tienen que entender todos los argentinos. Fueron los cuatro años de endeudamiento brutal y duro los que nos han traído hasta acá, más allá de las diferencias que tengo yo en el día a día con la gestión para abordar esto”.
Para resolver el pago de la deuda, Cristina dijo que “para entender cómo debe articular el Estado en sus distintas fases, también con las leyes que se necesitan, porque por eso hay una ley en el Congreso, que se impulsó en el Senado y que ahora está en Diputados, para crear el fondo para el Fondo. Esto apunta fundamentalmente a los que habían fugado, pero claro, nadie la quiere aprobar en Diputados. En Senado la discutimos y obtuvo media sanción”.
Regresando a la definición sobre el rol del Estado y las maniobras que suelen realizar algunos empresarios para evadir las leyes, la líder del Frente de Todos planteó que “otra discusión que estamos dando actualmente en el Senado sobre el secreto fiscal porque hay un yeite maravilloso. O sea: en el Banco Central te dicen “no, hay secreto bancario”; los de la Comisión Nacional de Valores te dicen: “no, hay secreto bursátil” y la señora AFIP te dice: “no, hay secreto fiscal”. Entonces los que tienen y los que han tenido la sartén por el mango y el mango también, están de fiesta. Muchachos, éste es un Estado estúpido, un Estado donde no se articula la información que tiene el Banco Central con la información que tiene la CNV, con la información que tiene la AFIP para poder desarticular y desarmar la estafa, porque han estafado a la Argentina. La han estafado y todos tienen miedo. No, que no puedo hacer eso porque hay secreto… sí, es cierto que existen pero tampoco hay voluntad ni actitud de cambiar las cosas para desarmar lo que ha constituido una verdadera estafa de los argentinos”.
Con respecto a sus polémicas declaraciones acerca del accionar de los movimientos sociales, a los que dio por surgidos en los tiempos de Carlos Menem, Cristina definió que “son hijos de las políticas neoliberales de los Años ‘90”. Luego relató que, en 2003 “Había 2.200.000 planes Jefes y Jefas de Hogar, lo recuerdo como si fuera hoy, lo escribí en el libro Sinceramente y además lo tenía Carlitos Tomada, Ministro de Trabajo y sí… gran Ministro de Trabajo. Gran Ministro de Trabajo. Extraordinario Ministro de Trabajo. Sí. Lo tenía Carlitos Tomada y se lo pasó en Desarrollo Social a Alicia Kirchner. Dos millones doscientos. Claro, había 22, 23% de desocupación, dos dígitos. Cuando terminó la gestión en el Ministerio de Desarrollo Social quedaban algo así como el 10% de aquellos planes, 220.000 planes”. De paso, este fue otro palo para el gallinero del actual ministro de Trabajo, Claudio Moroni, que se mantiene lejos de los flashes y los micrófonos –aunque también de los problemas que debe resolver-, sabedor de que está en la mira de la vicepresidenta.
A continuación, CFK reclamó porque “hoy tenemos 7% de desocupación. Estamos solamente a 1,1 de alcanzar el 5,9 que teníamos allá por el 2015, pero tenemos 1.300.000 planes. Hay algo que va a haber que revisar, porque con esa desocupación del 7%, deberíamos tener menos planes sociales”, en alusión a la falta de políticas de empleo.
La polémica surgió porque la vicepresidenta propuso que “el Estado nacional debe recuperar el control, la auditoría y la aplicación de las políticas sociales, que no pueden seguir tercerizadas. No pueden seguir tercerizadas. Creo y creo que, además, ojo, sé que hay cooperativas que laburan, que producen, que hacen cosas, porque las vi también trabajar en la época en que Alicia era Ministra de Desarrollo Social. Pero es el Estado el que debe tener el monopolio, así como el Estado debe tener el monopolio de la fuerza ¿o se le ocurre a alguien que podemos tercerizar la policía? No, el Estado debe recuperar ese rol y transparentar frente a la opinión pública todo esto. Porque a mí no me gusta que me quieran convencer de que eso es peronismo. Eso no es peronismo, el peronismo es laburo, trabajo. El peronismo no es depender de un dirigente barrial para que me dé el alta y la baja. No y, sobre todo, las mujeres, que son las más explotadas. Son las que revuelven, las mujeres son a las que más basurean con prácticas misóginas y machistas. Son las que revuelven las ollas en los merenderos, son las que cuidan a los pibes y son las que tienen que ir a laburar. Los tipos rara vez laburan, las que van siempre a laburar son las mujeres. Es así, es así y ustedes saben que es así”.
Nuevamente polémica y frontal, Cristina se refirió a quienes sugieren que la relación de fuerzas impide desarrollar algunas políticas que confrontan con las ganancias empresariales. “Si San Martín hubiera pensado en la relación de fuerzas, ¿quién cruzaba la cordillera de Los Andes? Si Belgrano hubiera pensado en la relación de fuerzas, ¿qué hubiera hecho en el éxodo jujeño”. Luego concluyó que “este país existe porque hubo hombres y mujeres que no pensaron en la relación de fuerzas cuando tuvieron que tomar decisiones y las acciones que había que hacer. Por eso existimos. Y el peronismo también”, cerró la vicepresidenta de la Nación.
Lo que vendrá después del lunes
En Avellaneda, Cristina lanzó la construcción de la nueva coalición que enfrentará el 2023, que viene siendo pergeñada desde unos meses atrás. Lo hará esta vez sin el aporte de Alberto Fernández, que ha dejado de hacer política con ella y que se ha refugiado en la Casa Rosada casi en soledad, circundado sólo por sus fieles, pero aislado del resto del país.
Es impredecible la Argentina, en general y mucho más en tiempos de crisis. La próxima alianza política que se está gestando en las mentes de algunos referentes políticos del Frente de Todos incluirá a varios gobernadores peronistas, a un sector del sindicalismo peronista, a la mayoría de los intendentes del Conurbano, al kirchnerismo y a algunos sectores de la juventud peronista. En una primera ronda de consultas, realizada hace al menos cinco meses atrás, Cristina había obtenido el sí de unos diez gobernadores. Hoy ese número se elevó hasta los 14 o 15. Del peronismo, sólo se negaron a alinearse los gobernadores de Santa Fe, Omar Perotti y de Córdoba, Juan Schiaretti, aunque el primero está hoy sumido en la duda.
La pregunta que resta es si el Frente Renovador de Sergio Massa será nuevamente de la partida. La respuesta se conocerá en un futuro cercano. El primer indicio se producirá el 15 de julio, cuando el FR realice en Mar del Plata su Congreso Nacional, en el que redefinirá su rol dentro del Frente de Todos.
La fuerte alianza que anudó el tigrense con Máximo Kirchner y Eduardo de Pedro será puesta a prueba recién el año que viene, cuando haya que definir la nueva coalición, pero todo hace pensar que perdurará. Al menos, hasta ahora. En la Argentina, un período mayor a tres meses es casi el largo plazo.
En estos tiempos duros que corren, en los que la crisis del Covid-19 aceleró un calvario para todos los países del Tercer Mundo (emergentes, los llaman engañosamente ahora), los planteos de “la ancha avenida del centro” no son tan aceptables como en los tiempos de vacas gordas o, al menos, no tan escuálidas. Son tan draconianas las condiciones que imponen los países centrales para el comercio internacional, que los países del Tercer Mundo comenzaron hace unos diez años a pensar en estrategias de comercio lateral –y ya no tan dirigidas hacia el norte- y en la utilización de monedas alternativas al dólar.
En los ’70, los teóricos de la política hablaban de la contradicción Imperialismo-Nación. Hoy, todos estos países están pensando en unirse en bloques de naciones, como la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) o los BRICS, que es la alianza comercial que reúne a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
Dentro de este panorama –Perón decía que la política es la política internacional-, Argentina se debate –que se unió a la UNASUR y a la CELAC ya en tiempos de Néstor Kirchner- entre el modelo de alianza con los Estados Unidos de Norteamérica y Europa o por unirse a los BRICS. El presidente Alberto Fernández es el presidente “pro témpore” de la CELAC en estos momentos, por lo que la política de alianza con el resto de América está garantizada y seguirá siendo la misma.
El único problema que resta por resolver es que Cristina se muestra hoy sólo como la conducción de un sector del peronismo y no del conjunto. Por esa razón debió ceder el primer lugar de la fórmula a Alberto Fernández en 2015. Conducir al peronismo y no sólo a La Cámpora es algo que no figura en sus planes, por ahora. Y casi seguramente esa opción tampoco la tomará en el futuro. Ese desflecamiento es uno de los principales obstáculos para 2023.
El Frente de Todos se mostró como un buen gobierno de transición, que dejará encaminados los temas macroeconómicos para el futuro. La micro, en cambio, es la materia pendiente, que deberá ser resuelta a partir de 2023, por una coalición que incluya al peronismo o por una alianza con predominancia liberal.
En 2019, los votantes del peronismo abandonaron la contienda electoral sin pasarse a la alianza de Juntos por el Cambio. Eligieron la ausencia en las urnas o la anulación del voto. El intento de Cristina Fernández de Kirchner de despegarse del Frente de Todos muestra una tentativa de recuperarlos para la alianza que se está conformando, que podría denominarse Frente de Liberación Nacional.
El propio nombre tendrá una impronta de confrontación con los poderes fácticos, que es lo que ocurriría si ganara la elección. Algunos piensan que se acabó el diálogo en los términos en los que lo encaró el FdT.
La próxima etapa democrática pasará por la democratización del Producto Bruto Interno, más que por la búsqueda de derechos a veces difusos. Realismo al palo.