El fantasma del default, a la vuelta de la esquina

El fantasma del default, a la vuelta de la esquina

El Gobierno busca la estabilidad en terreno resbaladizo.


“La última semana hemos tenido nuevas expresiones de falta de confianza en los mercados, específicamente sobre nuestra capacidad de lograr financiamiento para 2019”, admitía Mauricio Macri durante su mensaje grabado desde la Residencia de Olivos. Con una expresión algo decaída y un tono de voz que denotaba una lectura incómoda, el Presidente explicaba, en solamente un minuto y medio de oratoria, que la decisión apuntaba a eliminar “cualquier incertidumbre que se hubiera generado ante el empeoramiento del contexto internacional”.

Así quedó estipulado lo que el propio ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, había negado hacía apenas diez días. Adelantar para este año el resto de los fondos del crédito stand by no estaba en el plan original del Gobierno, que hoy por hoy apuesta a cumplir, al menos por este año, con la meta asumida ante el FMI sobre el déficit fiscal y postergar a la incertidumbre los compromisos sobre el crecimiento económico y la pelea contra la inflación.

Tampoco estaba en los cálculos oficiales que, pese al lío del caso de los cuadernos de la corrupción, la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner levantara aún más su imagen, según reconocen hoy en Casa Rosada los integrantes del equipo de comunicación que asesora al Presidente de la Nación. La “conmoción” del caso obligó al primer mandatario a renovar el discurso de la transparencia, pero también a tomar algunas decisiones que traigan certeza sobre el futuro de la obra pública, que hoy está en el eje de la tormenta por la implicancia en el caso, no solamente de los exfuncionarios kirchneristas, sino también de importantes empresarios de la construcción.

Desde hace semanas, el Gobierno trabaja para destrabar el Presupuesto del próximo año, a través de distintas negociaciones que el Presidente repartió entre sus colaboradores más cercanos. El diálogo con el peronismo es un ida y vuelta complejo, teniendo en cuenta que los parlamentarios del PJ ahora presionan para que fracase la designación de Inés Weinberg de Roca como jefa de los fiscales. Entre los argumentos, aparece que el hijo de la jurista está mencionado en la causa de los cuadernos.

Para afrontar este escenario complejo, los miembros de la mesa política presidencial entienden que debe haber un tiempo de paz entre ellos para sacar al Gobierno adelante y que, claro, lo que los une no es el amor sino el espanto, porque saben que la suerte de todos está atada a la suerte de Mauricio Macri. Es por eso que, les guste o no, deben trabajar articulados para negociar con la oposición.

Así es como María Eugenia Vidal debió aceptar hace un tiempo la vuelta de Emilio Monzó, con quien su relación había llegado a un punto crítico durante la campaña de las últimas elecciones legislativas, en la que al exintendente de Carlos Tejedor le habían vedado la construcción política en el territorio bonaerense. Por esos tiempos, antes de que anunciara y luego deshiciera su salida del Gobierno en diciembre del año próximo, el titular de la Cámara baja afianzó su vínculo con Horacio Rodríguez Larreta, con quien también tenía en común algunos cortocircuitos, además de los que arrastraba con el jefe de Gabinete y la gobernadora.

Otro que volvió hace poco a integrar ese círculo presidencial fue Ernesto Sanz, aunque algunos señalan que esa decisión implica buscar un contrapeso a la figura del líder de la UCR, Alfredo Cornejo, y de paso acallar los cuestionamientos de los aliados, que igualmente se siguen sintiendo alejados de la toma de decisiones. Sin apelar a falsos altruismos, todos debieron poner un poco de lo suyo para controlar la hoguera de vanidades, que venía haciendo temblar la armonía interna en los meses que antecedieron a la tormenta económica.

Hoy, cada uno de ellos trabaja para sostener al líder de Cambiemos y aconsejarlo ante la dura coyuntura, y algunos de ellos reconocen incluso que habrá paz, al menos hasta que se definan las cuestiones electorales y para eso falta mucho tiempo aún.

“Hoy por hoy estamos muy lejos de esa discusión”, señalan desde el entorno de uno de ellos, a quien para criticarlo lo corren por su pasado peronista. En la Casa de Gobierno insisten en considerar como “mala información” los rumores que apuntan contra el jefe de Gabinete y las versiones que lo postulan para pasar a morar en el Palacio San Martín, para despejarle la cancha a Rodríguez Larreta, que sería el flamante ministro coordinador.

“Hace meses que se viene diciendo esto y todavía no ocurrió. No hay nada de eso”, señalaron, para luego destacar las habilidades de Peña en tiempos de campaña electoral. En otra foto que dejó la semana, aparece Mario Quintana, otro de los que siempre forma parte de la danza de nombres que están de salida y que, sin embargo, sigue firme en su cargo. Es uno de los más cuestionados por sus pares de la Casa Rosada, a quien le achacan la incompatibilidad de su vida empresarial con la de funcionario público.

En los últimos días fue noticia su paso por Nueva York, adonde viajó para desarrollar confianza entre los inversores extranjeros. A él se le adjudica una frase poco feliz, que fue publicada por Clarín. “Hay mejoras en el frente fiscal que no se pueden anunciar porque nos perjudicaría en lo político, como por ejemplo la caída del salario real”, habría dicho Quintana.

El exrresponsable del Fondo Pegasus es uno de los laderos más importantes de Marcos Peña, junto con Gustavo Lopetegui, otro que sigue firme en su cargo, pese a que ambos perdieron la coordinación económica que hoy concentra Dujovne, el superministro económico ungido bajo el padrinazgo de Madame Lagarde.

En el medio de la tormenta económica y el torbellino político derivado de los cuadernos de la corrupción, el escenario que más alerta a Mauricio Macri es el de la recesión. Y la necesidad de resolver esa encrucijada posterga cualquier definición electoral en la Casa Rosada: “Todavía no podemos enfocarnos en eso y no hay ninguna mesa habilitada para discutir esas cuestiones todavía. Hoy lo más importante es la economía, y a todos nos une el mismo objetivo”, señaló a Noticias Urbanas un asesor que siempre está cerca de uno de los que lideró la estrategia electoral que llevó a Macri a la Casa Rosada. Esta ya incluía entonces el eje de la lucha contra la corrupción para disputarle el poder al kirchnerismo.

El Gobierno estudia el impacto social de la causa que llevan adelante el juez Claudio Bonadio y el fiscal Carlos Stornelli, pero los números todavía no conforman en absoluto sus expectativas. Cristina crece a un ritmo mayor al de Macri, señalan, sin ofrecer demasiadas precisiones, pero en sintonía con los estudios de las consultoras privadas que se dieron a conocer en los últimos días. Estas tampoco arrojan demasiadas certezas sobre si la indignación por la corrupción se impondrá sobre el malestar económico, aunque ambas incidan una sobre la otra.

Lo que más perjudica al Gobierno es que debe brindar mayores certezas a los inversores extranjeros, entre las que se cuentan algunas de las empresas más importantes del país, algo que se dificulta si en las tapas de los diarios aparecen constantemente las patas de la corrupción.

La Casa Rosada quiere inclinar la balanza sobre los funcionarios kirchneristas y viene lanzando distintas acciones que refuerzan la idea que prima hoy en la Justicia: los empresarios fueron las víctimas de la extorsión kirchnerista, que los sometía a un sistema de coimas. Esto les otorgaría la posibilidad a las empresas para que puedan lavar sus culpas por haber tenido en sus estructuras a ejecutivos corruptos, incluso a los que hoy aparecen como arrepentidos.

Además de impulsar recompensas para quienes aporten información sobre la corrupción, el Gobierno impulsa un “aporte voluntario” de las empresas involucradas a la causa para que el Estado pueda recuperar parte del dinero ilícito y sigan operando como si nada hubiera ocurrido, hasta que la realidad imponga lo contrario.

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