Tras una larga espera, la misión del Fondo Monetario desembarcó en Buenos Aires mientras arreciaban los rumores que le adjudicaban al Gobierno proyectos de futuros ajustes, fuertes recortes y otra serie de monstruosidades.
Los enviados del organismo son, en esta ocasión, la subdirectora del Departamento del Hemisferio Occidental Julie Kozack y el jefe de la deuda argentina, Luis Cubbedu, que estarán acompañados en las reuniones con el Gobierno por el delegado permanente en Buenos Aires, Trevor Alleyne. No tienen un plazo determinado para culminar la primera etapa del acuerdo, pero se evaluó que podrían permanecer en Buenos Aires por alrededor de dos semanas.
Las negociaciones serán ríspidas, porque se trata de modificar los términos de los acuerdos que firmó Mauricio Macri por un crédito de 44.000 millones de dólares, con vencimientos tan próximos que obligan a reflexionar acerca de las razones para haberlo tomado. Si ese dinero era necesario para cubrir gastos corrientes, ¿cómo iban a ser pagados en tan corto plazo, si la recaudación no alcanzaba? Además, ¿pensaba Macri que iba a existir un crecimiento tan rápido en el país, otorgando ventajas sólo a los sectores financieros y de servicios? ¿Para qué eran los fondos? ¿Para sostener el valor del dólar o para pagar los sueldos de la administración pública? En todos los casos, el solo hecho de tomar ese volumen de deuda, para los fines que fueran, se podría considerar casi como un acto de extrema iresponsabilidad.
Quizás ser éste el momento de develar un enigma. Parafraseando al Indio Solari, que alguna vez dijo que “todo preso es político”, se puede decir paralelamente que “todo préstamo es político”. Se otorgan créditos por varias razones, pero hay dos que son las más habituales: o los bancos occidentales están excesivamente fondeados y necesitan prestar para generar dividendos o algún país sufre alguna carencia de dólares frescos, en general para disponerlos en beneficio del propio FMI por deudas anteriores. No se toma deuda para construir grandes obras de infraestructura. Volviendo al sano ejercicio de la paráfrasis, como dijo el gobernador puntano Alberto Rodríguez Saá, acerca del dinero que “prestó” el FMI, “no me dieron ni un peso para hacer un metro de cordón cuneta”. En lo concreto, todos los préstamos que se han otorgado a los países del Tercer Mundo sirvieron solamente para diseñar un futuro sombrío.
Adelantándose a la llegada de los enviados del Fondo, Guzmán envió al Congreso un proyecto de ley que estipula que no podrán realizarse en el futuro negociaciones que comprometan el futuro económico de la Argentina sin aprobación parlamentaria. De esta manera, además de poner una traba al endeudamiento irresponsable, compromete a la oposición a colaborar en la solución de los problemas.
Además, Guzmán decidió solicitar al FMI un acuerdo de facilidades extendidas, habitualmente destinado a “países que experimentan graves problemas de balanza de pagos debido a deficiencias estructurales o a un lento crecimiento y una situación de la balanza de pagos muy debilitada”. Por esta razón, así se otorgan plazos de pagos más largos –hasta diez años, con cuatro años y medio de gracia para comenzar a abonar- y este tiempo sin pagar es, precisamente, lo que una Argentina con fuerte iliquidez necesita.
El ministro piensa que lo ideal sería comenzar a pagar alrededor de 2025, con la Espada de Damocles adicional que significa la otra negociación con el sector externo que aún resta, que será con el Club de París, el año que viene. Diferir vencimientos es la única opción posible, entonces, en una economía a la que “el asado no llegó”, tal la cínica afirmación vertida recientemente por un líder opositor.
En las condiciones que exigirá el FMI no habrá condescendencia. Desde 2016, cuando recomenzó la relación del organismo con Argentina, desde el que había sido relegado por Néstor Kirchner cuando saldó la deuda del país, sus técnicos vienen insistiendo con la reducción del gasto público. Exigen que todo comience con la reforma previsional, que se choca de frente con la ampliación que definió Néstor Kirchner, que incorporó a dos millones y medio de personas al sistema jubilatorio. No sólo eso, sino que se termina de reponer la fórmula de actualización que se había diseñado en 2009, en los tiempos de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, que quedará atada a la evolución de los salarios y a la recaudación. Si crece la actividad económica, la fórmula es más ventajosa. Si, por el contrario, disminuyera, los jubilados perderían la batalla contra la inflación.
Pero también exigen Kozack y sus adláteres que desaparezca el déficit de las cuentas públicas, una manera poco sutil de demandar el fin de cualquier modelo de desarrollo industrial. El Gobierno prometió que el déficit primario del 4,5 por ciento del PBI que prevé Guzmán en el presupuesto 2021 sea el techo. Luego intentará reducirlo, con promesas –casi siempre vanas, en el pasado- de llegar al uno por ciento. Lo inquietante es la afirmación del vocero del FMI, que habló de la “agenda estructural” como uno de los puntos centrales a discutir, eludiendo la cuestión cambiaria, que en otras ocasiones estuvo al tope de los temas a tratar.
Otro de los temas sobre los que va a pivotear la reunión es la posibilidad del giro de los fondos que Argentina había decidido desechar en primera instancia. El préstamo que fue otorgado a la Argentina de Macri fue, inicialmente, de 57 mil millones de dólares, pero hasta ahora fueron girados sólo 44 mil millones. Los restantes 13 mil nunca llegaron porque el actual presidente no quiso aumentar la vulnerabilidad argentina frente al FMI.
Las circunstancias han cambiado. Las reservas del Banco Central estaban severamente debilitadas cuando asumió el Gobierno el Frente de Todos y en estos momentos existe una corrida cambiaria que las debilita aún más. Con el dinero restante en mano, se podría hacer frente a la agresión contra la moneda argentina. El tema está en estudio, aunque las autoridades de Economía niegan, por el momento, la versión.
Quizás sea éste el momento de develar un enigma. Parafraseando al Indio Solari, que alguna vez dijo que “todo preso es político”, se puede decir paralelamente que “todo préstamo es político”. Se otorgan créditos por varias razones, pero hay dos que son las más habituales: o los bancos occidentales están excesivamente fondeados y necesitan prestar para generar dividendos o algún país sufre alguna carencia de dólares frescos, en general para disponerlos en beneficio del propio FMI por deudas anteriores.
La ley del dólar
Pero, en el proyecto que envió Guzmán al Congreso hay varias cuestiones que tienen que ver con el patrón dólar.
El ministro reclamó que “los préstamos en divisas tienen que ser responsables, y los países que han tenido una larga historia de inestabilidad en deuda tendrían que darle una mayor participación al Congreso en estas decisiones”.
Pero luego, el ministro reclamó por la urgencia de “implementar reformas a nivel internacional que aseguren que las crisis de deuda soberana se resuelvan a tiempo”, abogando por “un mejor sistema en lo que respecta a la arquitectura financiera internacional, que se complementa con mejores contratos con Cláusulas de Acción Colectiva modernas”.
El reclamo de fondo llegó inmediatamente después, cuando Guzmán se mostró partidario de avanzar con el consenso que se logró en las últimas reuniones del G20 con respecto a “una ampliación de los derechos especiales de giro”. “Es el momento de ampliar los derechos especiales de giro, es esencial crear liquidez, se necesita del liderazgo del FMI y éste es el momento para hacerlo”, reclamó.
Con respecto a este tema, es necesario destacar que el punto es resistido en el seno del FMI, que incluso sacrificó a uno de sus directores ejecutivos, el francés Dominique Strauss-Kahn. En febrero de 2011, éste había instado a los países miembros del organismo a adoptar como divisa de reserva el DEG, en detrimento del dólar estadounidense. El objetivo era otorgarle mayor estabilidad al sistema financiero mundial y para prevenir futuras crisis. Durante su gestión, la utilización de DEG’s se incrementó fuertemente, en especial durante la crisis de 2008.
No casualmente, en mayo de 2011, el francés fue denunciado por una camarera estadounidense por un supuesto intento de violación. En mayo de ese año, Strauss-Kahn renunció y en octubre de ese mismo año, tampoco casualmente, en una reunión de directores del organismo, se resolvió que no se debía seguir aumentando la canasta de DEG’s, aparentemente para evitar costos excesivos y ciertas no descriptas confusiones en las que solían caer los usuarios del instrumento. Desde entonces, nunca se incrementó el volumen de DEG´s, destinados a minimizar la necesidad de dólares en los bancos centrales del mundo.
DEG’s, ¿la Cenicienta del futuro?
Los Derechos Especiales de Giro (en inglés, Special Drawing Rights, SDR) fueron definidos como “una cartera de monedas fuertes que se utilizan en el comercio internacional y en las finanzas”. Actualmente, están conformados por el renminbi (Yuan), el Euro, la Libra Esterlina, el Yen y el Dólar estadounidense.
La determinación de cuáles monedas forman parte de esta cartera y de su valor es realizada cada cinco años por el Comité Ejecutivo del FMI cada cinco años.
En la actualidad, muchos acuerdos comerciales bilaterales utilizan el DEG como unidad de cuenta para fijar parámetros de referencia que se necesitan para mantener valores semi constantes.
¿Cuándo llegará el fin?
Teniendo en cuenta la notoriedad del FMI, es necesario aclarar que se alude al fin de las negociaciones por la deuda argentina. Según los voceros del organismo, que hablaron desde Washington, “no hay fechas establecidas para finalizar las negociaciones”.
Sin embargo, los argentinos evaluaron que el acuerdo llegaría en el primer trimestre de 2021, aunque el presidente se esperanzó en que fuera antes de esa fecha.