Las consecuencias del impacto tecnológico en el mundo del trabajo fueron el eje principal de una charla organizada por la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), que reunió al secretario general del Movimiento Evita, Emilio Pérsico; al cosecretario general de la CGT Juan Carlos Schmid; a la dirigente del colectivo Ni Una Menos Verónica Gago; al decano de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella, Eduardo Levy Yeyati, y al presidente del Consejo Económico y Social de la Ciudad, Matías Tombolini.
El encuentro, que forma parte de un ciclo denominado Ciudad Revuelta, se realizó el martes a la noche en el Centro Cultural Torquato Tasso, con el auspicio de la revista Crisis, frente a una audiencia que colmó la sala porteña.
A cada expositor se le realizó una pregunta vinculada con el tema, para desarrollar en aproximadamente quince minutos. Luego hubo una segunda ronda de conclusiones generales.
Pérsico: “No queremos planes sociales, queremos salario social complementario”
El primero en exponer fue el dirigente del Movimiento Evita e integrante de la CTEP, Emilio Pérsico, a quien se le realizó la siguiente pregunta: “Parece evidente que el capitalismo ya no garantiza la integración y el bienestar de toda la población a través del trabajo asalariado tal y como lo conocimos en el siglo XX, ¿qué tienen que hacer los que quedan marginados del empleo formal en blanco para conseguir un lugar digno en la sociedad que viene?
“En realidad no sé lo que tenemos que hacer. Sí sé lo que estamos haciendo”, arrancó Pérsico, para, luego, proseguir con su análisis sobre las condiciones del capitalismo en la Argentina y el mundo: “Este capitalismo ya no es el que conocíamos, y los modelos alternativos que históricamente construimos los trabajadores no aparecen como alternativas a este nuevo capitalismo: ni el socialismo real, ni el Estado de bienestar, ni el peronismo”, afirmó el dirigente social.
Luego repasó el proceso que se dio a partir de los 90, en el que miles de trabajadores comenzaron a ser desplazados masivamente de sus puestos, y la necesidad de implementar como método de lucha el corte de rutas (ante la imposibilidad de la huelga), de dar prestaciones en los barrios en los que el Estado había dejado a la gente a la deriva y de conseguir planes sociales para, finalmente, pelear por recuperar la “dignidad del trabajo” a través de la implementación de formas de “economía popular”.
“Los compañeros y compañeras decidieron no quedarse en sus casas, sino resistir la falta de empleo y hacer cosas. Salieron a vender con la manta, los corrían de la calle e iban para otro lado; vendían pan, chipá. Se resistían a vivir en la marginalidad. Y empezaron a construir una nueva economía”, detalló, para luego sentenciar: “No queremos planes sociales, queremos un salario social complementario. Si yo trabajo y no me alcanza, entonces acepto lo que me da el Estado, pero no como plan, sino como salario complementario de mi trabajo. Porque es la dignidad del salario lo que te recupera frente a tu familia, ante la sociedad”, expresó Pérsico.
También habló de la “productividad oculta” de trabajos no visibilizados, como el que realizan quienes cuidan a niños, enfermos o adultos mayores, o de quienes, en los comedores sociales, ayudan a los chicos a hacer los deberes del colegio. También, de la necesidad de crear condiciones para revertir el proceso de urbanización de la mano de obra (“en la Argentina, solo el ocho por ciento de la población vive en el campo”, señaló) y de apuntar a la obra pública como herramienta para combatir la desocupación.
“Fuimos una organización piquetera, fuimos una organización social y hoy somos un sindicato. Empezamos a discutir y disputar modelos de país. Ni el Gobierno ni todos los que dicen cómo salir de la crisis nos contemplan. No ven la situación en la que estamos parados. Pareciera que no existiéramos. No veo ninguna propuesta para el 50 por ciento de la sociedad argentina”, cuestionó, para, finalmente, concluir que “el problema no es la tecnología, es el capitalismo”.
Levy Yeyati, entre la viabilidad de la renta básica y su contradicción cultural
A Levy Yeyati, se le preguntó acerca de la atención y rechazos que genera la propuesta de ingreso universal. “Hay dos respuestas, una por el lado de la viabilidad y otra cultural”, entendió el catedrático.
“Creo que la tecnología no va a aumentar la productividad del trabajo sino que lo va a desplazar. Y que una manera de compensar el impacto que esto tiene sobre el trabajo es dividiendo el trabajo en la gente. La famosa reducción de la jornada laboral. El punto que uno tiene que tener en cuenta es que si la tecnología no aumenta la productividad, al reducirse la jornada laboral, se va a reducir el salario. Para plantear el ingreso universal como forma de compensación de la tecnología, nos está faltando ese plus de productividad que lo permita. Yo aspiro a que lleguemos a eso, si no, vamos a tener desplazamientos sin productividad”, aseguró.
Después, se refirió a la “contradicción cultural” que constituye cobrar un subsidio sin trabajar, debido a que, como sociedad, “hemos sido criados en esta ética protestante del trabajo y no es tan fácil decirle al trabajador ‘a partir de ahora, hacé lo que quieras’. Necesitamos darle a la gente un trabajo para que se realice. Y coincidió con Pérsico en que, en estas condiciones culturales, “el subsidio destruye familias”, ya que, sin una prestación concreta, lleva al desocupado a la depresión y a sentirse indigno. “Estamos formateados para pensar así. Gradualmente tenemos que desvincular nuestra realización como seres humanos del trabajo asalariado al cual nos ha condenado esta solución capitalista de la ética protestante. Por eso hay dos aspectos: uno económico pero también uno cultural que hay que empezar a limar”, concluyó.
Gago y los aportes del feminismo a la lucha popular
A Verónica Gago se le preguntó sobre el impacto del movimiento feminista en las luchas y la imaginación política de la clase trabajadora.
“Venimos planteando de manera muy fuerte cómo el feminismo se plantea ser feminismo popular. La manera de hacerlo es ligarse a la conflictividad social. Y ahí la cuestión del trabajo tiene un papel fundamental”, comenzó la dirigente. “Lo primero que empieza a pensar el feminismo cuando sale a la calle –continuó– es por qué nos matan. Esta es una pregunta incluso anterior a si nos explotan o no nos explotan. Pero el movimiento inmediatamente posterior es cómo vinculamos esta violencia que hoy se ensaña especialmente contra el cuerpo de las mujeres, de las lesbianas, de las trans y de los travestis, con las violencias laborales, institucionales y las distintas formas de explotación. Y esto nos obliga a mapear el tema del trabajo en clave feminista. Esto es muy importante, porque históricamente el trabajo de las mujeres es el trabajo no reconocido, no pago, no remunerado, invisibilizado. Entonces esto nos permite una conexión con las formas de trabajo de la economía popular, que son las que tienen las características más afines a lo que son los trabajos históricamente feminizados.” En consonancia con la lucha llevada a cabo por los trabajadores desocupados, Gago recordó que “el paro es una herramienta que tampoco estaba disponible para estas formas de trabajo, muchas veces informales, no remuneradas y no reconocidas”.
Finalmente, remarcó: “El movimiento feminista aporta la idea de que no son solo trabajadoras y trabajadores quienes cobran salario y, en ese sentido, desobedece la idea del capitalismo de que el salario marca la jerarquía entre ocupados y desocupados, y entre ocupadas y desocupadas. Porque desde el punto de vista histórico del capital, las mujeres siempre fueron desocupadas o trabajadoras de segunda. Hay una desobediencia de que el capital defina qué es el trabajo”.
También aseguró que hay otras formas de explotación sin salario, como la explotación financiera a través del endeudamiento. Además, mencionó como otro aporte del feminismo a “la construcción de escenarios de transversalidad política”.
Tombolini: “La discusión no es por las respuestas, sino por las preguntas”
“La tecnología es un factor clave en el desarrollo de la productividad del trabajo. Sin embargo, el capital la utiliza como un arma contra los trabajadores. En lugar de reducir su esfuerzo y mejorarle la vida, lo expulsa del proceso productivo o precariza su prestación. ¿Qué regulaciones pueden pensarse desde el Estado para modificar esta realidad?”, fue la pregunta que se le realizó a Matías Tombolini.
El economista y dirigente del partido Avancemos por el Progreso Social (APPS) usó el término “exponencial” para definir el crecimiento de la tecnología y aseguró que “lo que está cambiando es la relación de producción capitalista en el mundo”, que “replantea la contradicción entre el trabajo y el capital, y de hecho, genera contradicciones hacia el interior del mundo del trabajo y el mundo del capital”.
“Esto no se va a resolver con una receta de cocina”, manifestó. “Los sectores conservadores –dijo– quieren que discutamos un conjunto de respuestas. Y nosotros tenemos que darnos la posibilidad de discutir cuáles son las preguntas.” Acto seguido, se preguntó si el fin de lucro es exclusivo y excluyente para la felicidad del pueblo. Y se respondió: “Para mí no. Y como creo que el factor de lucro no es el elemento exclusivo y excluyente que debe organizar a la sociedad, pienso que la discusión es preeconómica y profundamente política. De lo que se trata es que nos preguntemos qué tipo de sociedad queremos ser. Tenemos que preguntarnos qué ordena las relaciones humanas. ¿Queremos que nos ordene la exaltación del individualismo? ¿O, por el contrario, podemos pensar en cambiar esa liquidez por la posibilidad de reconstruir las raíces de las relaciones sociales, el concepto de lo colectivo, que, de alguna manera, es lo que está en el fondo de la discusión hoy, no solo en la Argentina sino en el mundo?”.
Luego contó que su función al frente del Cesba lo llevó a recorrer los clubes de barrio, “abandonados por el Gobierno, olvidados, porque no son espacios de rentabilidad económica, sino de encuentro colectivo”. “Allí se establecieron historias, en la milonga, en la murga, con los abuelos jugando a los naipes. ¿Qué plata hay ahí para ganar, cuál es el criterio del fin del lucro ahí? No hay”, puntualizó. Para finalizar, dijo que “suponer que la situación se va a resolver con menos Estado, achicando, es exactamente lo contrario a aquello que nos podría dar la construcción de un modelo que nos encuentre y recomponga esos vínculos sociales que hoy no existen”. “Por eso, hay que dejar de estar callados. Si nosotros no queremos que nos gobierne una propaganda, si no queremos que el futuro del mundo del trabajo dependa de un algoritmo, tenemos que seguir levantando la voz, y como dice el Papa, lo que hay que hacer es mucho pero mucho lío”, concluyó.
Schmid: “Nada va a ser igual que antes”
Finalmente, el cosecretario de la CGT Juan Carlos Schmid habló sobre las respuestas del sindicalismo ante los cambios tecnológicos en la producción y si es posible reconstruir una estrategia común para el conjunto de la clase trabajadora.
El gremialista coincidió con el resto de los expositores en que “este ciclo del capitalismo es totalmente distinto al resto de la historia”, ya que “en la revolución industrial hubo un desplazamiento gigantesco de mano de obra de la ruralidad a los centros urbanos, que dio origen al proletariado. Pero este sistema expulsa mano de obra y no sabemos adónde va a parar”.
También se preguntó si el impacto tecnológico es “una maldición bíblica o esconde toda una serie de oportunidades que no conocemos”. “Muy poca gente hoy se anima a decir dónde van a estar los trabajos del futuro”, dijo. Sobre la renta básica universal, coincidió con Levy Yeyati en que “tiene una dimensión cultural para atender”. Y afirmó: “Como sindicalista, para mí el trabajo no es una mercancía, tiene un valor que va más allá de lo que me dice el sistema capitalista, encierra mi dignidad, mi lugar en la sociedad”.
Acto seguido, se refirió a las corrientes del pensamiento que impulsan “meterles mucho impuesto a la robótica y a la automatización, porque, obviamente, ese desplazamiento de mano de obra debilita el costado fiscal. Si no hay gente que aporta a la tributación, no lo va a hacer una chatarra por más inteligencia artificial que tenga”. Y concluyó: “Estos cambios que se avecinan son disruptivos. Nunca más nada va a ser igual que antes. Esto no es que va a pasar: está sucediendo en un montón de lugares. No hay respuesta única. Pero hay algo que tenemos que anotar con mucha precisión: no es verdad que el impacto tecnológico va a tener la misma velocidad en todos lados. Es la política la que interviene administrando el paso de la tecnología. No va a llegar el impacto de la misma manera en Europa, en África, en Asia o en América latina. Llega de distintas formas. Por eso, frente a estos desafíos, la respuesta es política”.
El sindicalista finalizó con una cita de Gandhi sobre las cuatro cosas que destruyen al hombre: “La riqueza sin trabajo, los negocios sin moral, la política sin principios y la ciencia sin humanidad”.