El consultor Julio Burdman, doctor en Ciencia Política e investigador en la UBA y la Universidad de la Defensa, analiza la política exterior de la Argentina en 2018 y su impacto en la esfera doméstica. Destaca los hitos en este sentido, con sus claroscuros, y remarca la importancia de cambiar la estrategia geopolítica del país. El mundo, considera, es muy distinto del que Macri pensó que enfrentaría al asumir la Presidencia.
–¿Cuáles fueron, este año, los hitos en términos de política exterior? ¿Cree que la cara internacional es la más exitosa del Gobierno?
–En primer lugar, pondría los acuerdos con el FMI; luego, la organización del G20; luego, la reunión bilateral entre Macri y Xi Jinping en el marco del G20; la elección de Brasil y las lecturas de Bolsonaro sobre el Mercosur. Y, finalmente, las conversaciones con Gran Bretaña por Malvinas respecto del vuelo directo. Esos son los hechos más relevantes en materia de relaciones exteriores en la Argentina. Algunos pueden leerse en términos de política exterior y otros no tanto. La realización del G20 o el FMI no entran tanto en estos términos sino más bien en hechos relacionados con la política exterior de la Argentina con el mundo. Creo que la política exterior es una de las variables más vistosas del Gobierno, pero no usaría la palabra “exitoso”. Muchas de las situaciones que describo son conflictivas o similares.
–¿Cuál es el impacto doméstico?
–No estoy convencido de que podamos decir que las relaciones exteriores de la Argentina hayan tenido un impacto sustantivo en la política doméstica. La Argentina ha tenido una política exterior activa en términos de la revinculación con los Estados Unidos y Europa. Sin embargo, esto no ha producido necesariamente resultados. Tal vez tiene que ver con el hecho de que el mundo al que aspiraba Macri al asumir resultó no ser tal. Europa está fragmentada, y los Estados Unidos, cerrados en términos comerciales. Es un mundo donde prácticamente no se firman nuevos tratados comerciales. Creer que la diplomacia es un factor de competitividad de los Estados forma parte de un mundo abierto. El rol de la diplomacia, según Macri al principio de la gestión, es un rol que hoy no se desarrolla en la mayor parte de los países del mundo. Al contrario, tiene más que ver con aspectos defensivos, en especial en los espacios comerciales.
–¿Macri debería tomar medidas de cierre?
–Creo que nuestro principal socio comercial y estratégico, Brasil, hoy está en las puertas de un enfoque económico y político cerrado. La Argentina debe desarrollar una estrategia de política exterior sin anteojeras ideológicas. Me da la impresión de que el gobierno de Cambiemos, a pesar de que se presenta y considera a sí mismo como pragmático, viene obrando con una visión muy ideológica respecto de cómo funciona el mundo y cómo debería funcionar. La complementariedad de la Argentina se da con otras regiones, no tanto con Europa y los EE.UU. Tenemos que proteger nuestra competitividad tomando en consideración todos los escenarios externos posibles. Mauricio Macri y su gestión se han movido con una suerte de creencia deontológica acerca de los beneficios inherentes de la revinculación con Occidente y esto debería ser analizado con mayor nivel de precisión.
–¿Es viable para la Argentina tomar medidas proteccionistas dado que es un país muy dependiente de las exportaciones?
–La Argentina tiene un sector agroexportador muy dinámico pero tiene una economía más diversa de lo que mucha gente supone. Tiene una economía de servicios muy amplia. Quizá no se trate de proteccionismo, posiblemente lo que tenga que hacer es contemplar que su economía es vulnerable a los shocks externos y que sus actividades económicas no agroindustriales requieren promoción y ayuda por parte del Estado. Por otra parte, la Argentina necesita abrir mercados para sus productos agroindustriales. Y eso implica una mirada más amplia sobre nuestros aliados estratégicos.
–¿A qué países habría que apuntarles?
–Creo que las grandes oportunidades comerciales de la Argentina tienen que ver con los países emergentes, y eso implica mayor presencia en el mundo árabe y en Asia, más allá de China y Japón.
–¿Cree que hay razones políticas detrás de la ausencia anunciada de Macri en la asunción de Bolsonaro?
–No me animo a ser asertivo en este punto porque no tengo una explicación clara. Brasil es el país más importante para la Argentina y debe ser nuestro principal esfuerzo diplomático. Es cierto que la asunción del presidente de Brasil siempre es incómoda porque es el 1º de enero. Y eso siempre es así. Tal vez pudo haberse previsto este dato, tan importante. También es cierto que Bolsonaro anunció en varias oportunidades que la Argentina no va a ser su primer destino en el exterior, como lo ha sido en los gobiernos anteriores de Brasil. Y esto puede haber abierto una cierta tensión en la simbología diplomática de las relaciones bilaterales. Pero no me animo a decir que esta sea la razón.
–¿Qué balance hace del G20?
–Creo que salió muy bien. Sin duda, es un dato interesante y creo que fue una gran oportunidad para que el Gobierno argentino tenga acercamientos diplomáticos de altísimo nivel con los principales gobiernos del mundo. Pero no creo que haya que sobreestimar esto ni ponerlo en un lugar de hito refundacional del Gobierno. El G20 terminó pero los problemas continúan. Me sorprendieron algunas interpretaciones exageradas acerca de los impactos benéficos de esto para nuestro país. Creo que es un aspecto positivo pero no me transformaría en un fanático de las sobreinterpretaciones.
–¿Y el acuerdo con el Fondo?
–Creo que los alcances del acuerdo con el FMI fueron ayudados por la reconstrucción de las relaciones entre Buenos Aires y Washington. Pero habría que tomar con pinzas en qué medida esto es un éxito. Creo que nuestra visión internacional fue muy miope en la forma en que la Argentina encaró su política de financiamiento de los mercados internacionales. Estuvimos actuando en función de un mundo que ya no existía. Creo que estamos viviendo en un mundo en el cual la apertura financiera y comercial son bienes escasos y sigue siendo importante contemplar los efectos que esto tiene sobre nuestra economía. La Argentina debe hacer una política que combine de forma inteligente nuestra necesidad de salir hacia afuera y de proteger lo que tenemos aquí.
–¿Las elecciones del año que viene dependen mayormente de la economía?
–No, creo que se van a conjugar muchos aspectos. El Gobierno mantiene un núcleo de apoyo que no se debe a lo económico. La mayor parte de los que siguen apoyando a Macri están disconformes económicamente. No obstante, me cuesta imaginar un crecimiento del caudal electoral de Cambiemos sin que medie una percepción más favorable de la economía de parte del electorado. Al menos tiene que haber un crecimiento de la economía para que crezca el electorado.