L a pandemia de Coronavirus que azota al mundo desde hace algo más de un año atrás no tiene partidarios, pero tuvo profetas. “Si algo ha de matar a más de 10 millones de personas en las próximas décadas, probablemente será un virus muy infeccioso más que una guerra. No misiles, sino microbios”, advirtió el fundador de Microsoft, Bill Gates, en 2015.
No casualmente fue Gates, uno de los millonarios surgidos del mundo digital, el que anticipara la aparición del más malvado asesino de los comienzos del tercer milenio. Tampoco es casualidad que entre los principales beneficiarios de la crisis económica que desató la pandemia estuvieran las empresas TIC (Tecnologías de la Información y Comunicación).
El ‘Gran Reset’
El “Gran Reset” que siguió al aislamiento obligado que decretaron muchos países significó el hiperdesarrollo de tecnologías que ya existían, pero eran utilizadas con menor frecuencia, como el uso masivo del teletrabajo, la educación a distancia y la transferencia de datos.
El economista Cedric Durand planteó en su libro “Tecnofeudalismo – Crítica de la Economía Digital” que, contra lo que auguraban muchos optimistas, la aparición de las tecnologías digitales exacerbó la tendencia que encarnaba el neoliberalismo, que contiene en sí mismo a las glorias de la innovación y el emprendedorismo y a las miserias de la depredación y la degradación del capitalismo.
“La estrategia de las plataformas que controlan esos territorios digitales es una estrategia de desarrollo económico por medio de la depredación, por medio de la conquista. Se trata de conquistar más datos y espacios digitales. Y adquirir más y más espacios digitales significa acceder a nuevas fuentes de datos”, planteó Durand.
La aparición de la tecnología digital trajo aparejada la acumulación de enormes fortunas, que quedaron en manos de los llamados “tecnooligarcas”, a la vez que se produjo la profundización de la desigualdad, el desempleo, la restauración de los monopolios, la dependencia, la manipulación política y la depredación global.
Por el contrario, a principios de los ’90, cuando el fenómeno recién comenzaba, la promesa era que gracias a las TIC se bajarían los costos de producción y esto daría origen a una nueva prosperidad. Durand evaluó que en realidad esto no fue “un horizonte radiante del capitalismo sino todo lo contrario, es decir, una degradación del capitalismo”.
Gran Reset vs. Gran Despertar
El filósofo ruso Aleksandr Dlugin planteó que “la cuestión más importante es estar a favor de la globalización y el ‘Gran Reset’ o estar a favor del ‘Gran Despertar’”. Incluso, este influyente intelectual consideró que ser de izquierda o de derecha no es relevante en estos tiempos.
La teoría habla de que por estos días está comenzando la primera etapa de un gran salto tecnológico, que será capitalizado por unos pocos. En las portadas del diario The Economist y en las lujosas instalaciones que albergan a los seminaristas de Davos ya se venía planteando el Gran Reset.
Por esta razón, el conflicto que presenció el mundo cuando se transmitieron aquellas imágenes de los partidarios de Donald Trump trepando por las paredes del Capitolio como ágiles simios, no es sólo norteamericano, sino que agita a otros países como Argentina, Turquía, Rusia, China e Irán.
La base del conflicto radica en el enfrentamiento entre la élite globalista y los cultores del llamado “populismo”, que abogan por darle prioridad a la inclusión social –que los globalistas consideran casi como un insulto-, a la soberanía de los países para la toma de decisiones y a la libertad para diseñar las políticas que garanticen estos objetivos.
La pandemia puso en cuestión a los valores que cultiva el neoliberalismo, ya que, según Durand “de aquellas teorías que nos hablaban del final del trabajo, la crisis del coronavirus nos ha mostrado que hay una serie de tareas fundamentales y vitales para la sociedad. Por eso, necesitamos la contribución de todo el mundo”.
Paralelamente, los consumidores no están comprando de acuerdo a las a menudo falsas premisas que plantea el marketing. Los ciudadanos se limitan a cubrir sus necesidades, haciendo muchas menos concesiones a la libido de la billetera, tan vulnerable a las tentaciones de los colores, el packaging y el brillo de los supermercados. ¡¡¡Qué reivindicación para los filósofos marxistas que predicaron durante tantos años en el desierto académico acerca de la teoría de don Carlos, que planteaba la parábola del Fetiche de la Mercancía!!!
Esta “huelga de las faltriqueras” está poniendo en crisis a la economía liberal, ya que existieron muchos casos de consumidores que regresaron a las casas de sus familias (padres, abuelos, hermanos o tíos) y afrontan la crisis desde esos hogares de familias ampliadas, como era antes, en un tiempo que es casi prehistórico para los jóvenes, pero no lo es tanto para los mayores.
De todos modos, el primitivismo de algunas costumbres no descarta la posesión de las imprescindibles artes que les permitan a las personas adultas desarrollar el teletrabajo y a los menores, educarse a distancia, utilizando las mismas tecnologías digitales, tan cuestionadas por muchos. Luces y sombras. Paraísos e infiernos.
Por esa razón, otros polemistas caen en la necedad al circunscribir el problema a la existencia de clases presenciales o remotas. Será, seguramente, una mezcla de ambas prácticas.
La post-pandemia vendrá con cambios en la vida diaria, en las formas de trabajar, en las costumbres, en las relaciones sociales y hasta en los hábitos sexuales. Por de pronto, muchas personas deberán reaprender sus capacidades de relacionamiento social, después de haber pasado por una temporada de aislamiento. Así de profundos serán los cambios, aunque también habrá otros que aún son impredecibles.
Lo único seguro es que nada será como era hasta el 20 de marzo de 2020.