En tiempos en los que la serie de ficción más vista de nuestro país es una novela turca, la política de la provincia de Buenos Aires no quiso escapar a la tendencia y parece haberse convertido en un mercado gigante de compra y venta de dirigentes y voluntades. Algo así como el legendario Grand Bazaar de Estambul, pero donde lo que menos precio tiene son las convicciones y la palabra.
La semana pasada, los intendentes de Pilar, Humberto Zúccaro, y de Merlo, Raúl “Vasco” Othacehé, fueron las últimas transacciones a favor del kirchnerismo y en desmedro del massismo –al menos hasta el cierre de esta edición–. Después de varias semanas de amenazar a través de trascendidos mediáticos, el pilarense definió que “su corazón peronista”, como decían en su entorno, lo hacía girar más a favor de volver al kirchnerismo que de probar suerte en el Pro, como hace su amigo y socio de jugadas, Jesús Cariglino.
Lo de Othacehé también venía anunciándose a través de algunos medios como algo inminente o hecho consumado, pero todo rumor se encontraba luego con la información –constatada por Noticias Urbanas– de que en La Cámpora ese pase no había sido digerido del todo como para que se concretara. Los tiempos políticos, que nadie controla y a la vez controlan un poco todos, hicieron que el hombre al que acusaban de violar los derechos humanos hace 16 meses (cuando se pasó al Frente Renovador) ahora fuera recibido por el estratega cristinista, Wado de Pedro, y por el ministro Julio de Vido en la Casa Rosada.
Los casos de los barones de Merlo y de Pilar pueden haber pasado como dos fugas más, pero no lo son. El primero es referente del segundo municipio con mayor cantidad de votantes en la Primera Sección (bastión de Sergio Massa, o al menos supo serlo), y su jefe comunal es quien tal vez tenga el aparato político más desarrollado en todo el Conurbano. Por su parte, Pilar es, quizás, la intendencia más simbólica de la zona norte, y en la que el massismo tenía el triunfo más asegurado (aunque su candidato presidencial perdió 20 puntos allí y Mauricio Macri le empata a Daniel Scioli).
Pero un golpe mediático aún más contundente de esta especie de mercado persa en el que se fusionan el massismo y el kirchnerismo fue el del intendente de Olavarría, José Eseverri, al Frente para la Victoria.
El jueves pasado, José Eseverri –por entonces hombre del riñón de Massa– mostraba el puñal. Participaba de un acto en su ciudad junto al ministro Florencio Randazzo y le regalaba elogios en una conferencia de prensa conjunta, confirmando los rumores de que si tuviera que elegir, se iría al kirchnerismo de la mano del hombre de Chivilcoy y no de Daniel Scioli.
El martes siguiente, Eseverri clavó el puñal. Se dio a conocer la foto que ya mostraba su pase como un hecho consumado, retratándose con el estratega K, Wado de Pedro, en su despacho de la Casa Rosada, donde ejerce la secretaría general de la Presidencia.
De traje y compartiendo un mate, la foto muestra a un Eseverri sonriente. El Gobierno difundía la foto como un trofeo de caza, el quinto que logra (tras las conquistas de Sandro Guzmán, Daniel Bolettieri, Humberto Zúccaro y Raúl Othacehé) en el ya tragicómico mercado persa de compraventa de jefes comunales en el que se ha convertido el Frente Renovador.
Sin embargo, la foto esconde una mentira que desnuda una jugada fría y calculadora de Eseverri que despertó la furia entre sus ex compañeros del FR: la reunión con De Pedro no fue el martes, sino el lunes, según confirmaron a Noticias Urbanas fuentes del kirchnerismo.
“Eseverri y Wado se vieron el lunes por la tarde pero el intendente pidió que se demore unas horas el anuncio para que tenga tiempo de acomodar unas cosas”, explicaron desde la Rosada con un inocultable placer. La visita del barón de Olavarría al Palacio de Gobierno fue confirmada a Noticias Urbanas por otro intendente massista: “José me contó que ese día ya se había reunido con Aníbal Fernández”.
En una movida insólita por su osadía, Eseverri se reunió luego de acordar su fuga del massismo con los intendentes del FR y el propio Sergio Massa en la cumbre que mantuvieron el lunes por la noche en Tigre, para analizar los pasos a seguir.
“Juraron lealtad sea como sea a la candidatura presidencial de Massa, todos menos Eseverri, que prácticamente ni habló”, señaló uno de los presentes a Noticias Urbanas, y agregó: “El enojo es doble porque nos hizo comer dos fotos, una con Randazzo y ahora esta, y además se podría haber ahorrado ir a la reunión de intendentes si ya lo había arreglado”.
Eseverri se convierte en el séptimo intendente en irse del FR en tres meses (además de los fugados al kirchnerismo, están Gustavo Posse y Jesús Cariglino). Así, le quedan 17 jefes comunales a Massa, cuando llegó a tener 24.
Dentro de toda esta trama también hubo espacio para la tragicomedia. La crisis de expectativas en el massismo ya llevó a que se le vayan de su trinchera hasta los reemplazos de los fugados: es el caso del joven radical Leandro Costa, a quien Massa puso en Escobar para competir por la intendencia una vez que rompió lanzas con Sandro Guzmán. Pero el hijo del senador bonaerense Roberto Costa siguió los pasos de su padre y se fue al Pro. La avalancha es tan fuerte que ni el propio macrismo buscó filtrar el pase y lo hizo el propio precandidato a jefe comunal a través de diarios locales. Un gusto que se pueden dar los que, al menos por el momento, van en pole position.
Domínguez, primero en la colecta
El presidente de la Cámara de Diputados no ostenta el mismo poder de fuego mediático ni la sagacidad verbal de su principal rival interno para las PASO kirchnerista a gobernador, Aníbal Fernández, pero por ahora viene picando en punta en la recolección de apoyos de intendentes.
Allí, en el territorio donde se define una nada despreciable parte del voto bonaerense gracias al poder del aparato, quien lleva la delantera es Domínguez, quien hace ya casi un año que bajó su candidatura presidencial y se enfocó en la gobernación. Haciendo un recuento de las últimas manifestaciones públicas y cotejando con fuentes del kirchnerismo bonaerense, el diputado ya cuenta con el respaldo de 18 intendentes de la Provincia, entre los cuales se destacan algunos viejos barones como Hugo Curto (Tres de Febrero), otros productos del kirchnerismo como el impopular Barba Gutiérrez (Quilmes), el joven Patricio Mussi (Berazategui) y el influyente marplatense Gustavo Pulti (General Pueyrredón).
Por su parte, el jefe de Gabinete logró que solo cinco intendentes expliciten un apoyo a su candidatura y –dato no menor– solamente uno del Conurbano: Enrique Slezack (Berisso). El otro de la contienda, el matancero Fernando Espinoza, en tanto, solo contaría con tres (el flamante exrenovador Raúl Othacehé es uno de ellos).
Sobre Espinoza, las versiones que llegan desde el FpV bonaerense es que finalmente “bajará a La Matanza para cuidar el triunfo oficialista allí”, aunque el intendente dijo en varias declaraciones públicas que tiene pensado pelear hasta el final. Otros creen que intenta “subirse el precio” para granjearse más lugares en las listas para los suyos. Restan poco más de dos semanas para develar el misterio. Una eternidad.