En el interior del radicalismo crece una corriente crítica que cuestiona la figura del presidente del partido y gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, tanto por su estilo de conducción como por los acuerdos políticos electorales que ha tejido en los últimos tiempos.
Este grupo está liderado por el gobernador de Corrientes, Gustavo Valdés, y cuenta entre sus filas al otro gobernador radical, Rodolfo Suarez (Mendoza) y a líderes parlamentarios como los senadores Alfredo Cornejo (Mendoza), Luis Naidenoff (Formosa) y Carolina Losada (Santa Fe). Es lo que desde el sector de Morales señalan como el “Grupo Malbec”.
Para los “Malbec”, la alianza táctica que sellaron el jujeño y el senador Lousteau no alcanza para arrogarse la representación del centenario partido a nivel nacional.
De hecho, uno de los referentes del grupo dice que no es tal como aseguran los seguidores de Morales que Maximiliano Abad, precandidato radical a la gobernación bonaerense, juega de neutral en la disputa a nivel nacional. Por el contrario, lo cuentan entre los propios.
Más duro aún es un dirigente del interior bonaerense, que acusa al gobernador jujeño de jugar en varios tableros al mismo tiempo. “El problema de Gerardo es que no se puede tener tres sombreros puestos”, afirmó el hombre, quien asegura que el presidente de la UCR mantiene también acuerdos políticos subterráneos con Sergio Massa en la provincia de Buenos Aires y con la Casa Rosada, con la que ha establecido una excelente relación que nació en la época de la pandemia de coronavirus.
Los cuestionamientos a Morales llegan hasta su estilo de conducción. “Se maneja como un patrón de estancia”, le dijo a este diario un diputado nacional. “Parece que los ocho años de gobernador lo cambiaron”, dice el legislador, que supo llevarse bien con el jujeño en otros tiempos.
Las críticas no se agotan ahí. Muchos dirigentes señalaron las últimas movidas políticas de Morales como una serie de errores tácticos. Por ejemplo, el apoyo a la decisión de Larreta de convocar a elecciones concurrentes (con urnas y boletas separadas) en la Ciudad de Buenos Aires.
Esta situación es vista entre sus críticos como una clara señal de que la precandidatura de Morales no tiene demasiado futuro, que en realidad la apuesta es a compartir la fórmula de las primarias con el jefe de gobierno porteño.