Uno de los símbolos importantes de un país es la bandera. Otro, el mapa que simboliza el territorio que hay que defender. Pero lo que enciende el corazón de los patriotas es la canción patria. La que cuenta la historia, lo que somos, de dónde venimos. El sentido de pertenecer a esa tierra, a ese colectivo de personas que se reconocen a sí mismas como un Pueblo.
La canción patria de los argentinos es el Himno Nacional, que también tiene –como la Argentina- una historia en sí mismo.
En 1812, todavía la Argentina no era un país. Estaba en vías de serlo, pero para eso aún faltaba mucho. Por de pronto, el ejército español aún peleaba en territorio americano y sus soldados estaban dispuestos a seguir rigiendo el destino de un continente que les proveía de casi todo lo que necesitaba la corona española para ser una potencia europea.
En vísperas del segundo aniversario de la Revolución de Mayo, el 24 de mayo, para ser precisos, se representó en la Casa de la Comedia la obra teatral de Luis Morante denominada, no muy creativamente, “El 25 de Mayo”. En ella, el cierre era una canción que coreaban todos los actores, compuesta por el autor y director, con música del español Blas Parera, que se llamaba Marcha Patriótica.
Uno de los espectadores de la obra fue Vicente López y Planes, que, inspirado por la canción, escribió una poesía que al año siguiente, 1813, el mismo Blas Parera musicalizó. En principio se llamó, como la anterior, Marcha Patriótica, luego se la conoció como Canción Patriótica Nacional y después simplemente como Canción Patriótica.
La Asamblea Constituyente del año 1813 ordenó que se compusiera el himno. Fue aprobada la composición poética de Alejandro Vicente López y Planes el once de mayo de ese año -se terminan de cumplir 107 años- y al día siguiente se le solicitó a Blas Parera que compusiera la música, encargo que cumplió al día siguiente.
El 14 de mayo de 1813, en la tertulia que se realizaba en la casa de Mariquita Sánchez de Thompson, ésta interpretó la nueva canción patria por primera vez, para un público reducido.
El 25 de mayo, cuando apenas se cumplían tres años de la Revolución de Mayo, la obra fue presentada ante las autoridades. El 28 se cantó nuevamente en la Casa de la Comedia, en el marco de una función patriótica. Por entonces, se la conocía sólo como Canción Patriótica. Recién en 1847 una partitura fue titulada como Himno Nacional Argentino, marcando el comienzo de esa denominación.
Las estrofas que cantan los argentinos por estos días, llenas de sentimentalismo y contenido poético, no expresan realmente el espíritu que el Himno Nacional tuvo en un principio. El sentimiento de los días inmediatos a la Revolución de Mayo estaban imbuidos de animadversión contra la España que oprimía a los argentinos y a los sudamericanos. Es necesario recordar que los primeros movimientos independentistas tenían un tinte anfictiónico panamericanista.
Inclusive, tres años después, cuando se realiza el Congreso de Tucumán, que declaró la Independencia de las Provincias Unidas en Sudamérica, el Cabildo de Buenos Aires, que había designado como Director del Estado –después fue denominado como Director Supremo por los historiadores- a José Rondeau, invitó a él a todas las provincias unidas para que enviaran a sus diputados, incluyendo a Paraguay y el Alto Perú.
Por eso, la letra del Himno tenía un tono antiespañol, con ciertos resabios guerreros. Ya en la primera estrofa se podía escuchar que ante la nueva nación, que se levanta a la faz de la tierra, tiene “a sus plantas rendido un león”, que simbolizaba a España.
En la tercera estrofa, López y Planes lanza otro dardo envenenado contra los españoles: “en los fieros tiranos la envidia, escupió su pestífera hiel”. Luego, sin respirar, la cuarta estrofa es lapidaria:
“¿No los veis sobre México y Quito
arrojarse con saña tenaz? (bis)
¿Y cuál lloran, bañados en sangre
Potosí, Cochabamba, y La Paz?
¿No los veis sobre el triste Caracas
luto, y llanto, y muerte esparcir?
¿No los veis devorando cual fieras
todo pueblo que logran rendir?
Después de aparecer el himno en la vida cultural, la Asamblea del Año XIII, como se la conoció, pidió un “suavizante” de la letra. El embajador inglés en Río de Janeiro, Lord Strangford, le había hecho saber al Gobierno instalado en Buenos Aires acerca de “lo loco y peligroso de toda declaración de independencia prematura”.
Se quita entonces de la versión original aquello de “se levanta a la faz de la tierra una nueva y gloriosa Nación” y se introducen algunas alusiones a la monarquía, como “ved en trono a la noble igualdad” o como “sobre alas de gloria alza el pueblo, trono digno a su Gran Majestad”. Estas frases pueden haberse debido a algunas gestiones que se desarrollaban en esos momentos en Argentina para coronar a un príncipe de la casa de Orléans, aunque existían conspiraciones paralelas para convencer a príncipes portugueses, franceses y hasta italianos. Eran tan apasionados los conspiradores que hasta alguno pensó en secuestrar a algún desprevenido pariente lejano de alguna casa real para traerlo a estas pampas y entronizarlo para que rigiera los destinos de este territorio tan alejado como impredecible.
Las estrofas que cantan los argentinos por estos días, llenas de sentimentalismo y contenido poético, no expresan realmente el espíritu que el Himno Nacional tuvo en un principio. El sentimiento de los días inmediatos a la Revolución de Mayo estaban imbuidos de animadversión contra la España que oprimía a los argentinos y a los sudamericanos. Es necesario recordar que los primeros movimientos independentistas tenían un tinte anfictiónico panamericanista.
La versión que cantamos los argentinos en estos días fue diseñada por el músico Juan Pedro Esnaola en 1860, que la realizó a pedido del Gobierno. Le agregó una orquestación dotada de mayores elementos armónicos.
Una vez superados los fuegos independentistas llegó la hora de enfrentar una nueva etapa política con la “Madre Patria”. Sus diplomáticos no dejaron de quejarse por el furor antiespañol de la poesía de López y Planes. Hasta que el 3º de marzo de 1900, durante la segunda presidencia de Julio Argentino Roca, éste sancionó un decreto, que llevó además las firmas de sus ministros Luis María Campos, Emilio Civit, Martín Rivadavia, Felipe Yofre, José María Rosa (padre del popular historiador) y Martín García Merou por el cual decidió que en adelante sólo se cantarían las estrofas que no molestaran a los españoles.
Daba cuenta en su texto que “hay en él estrofas que responden perfectamente al concepto que universalmente tienen las naciones respecto de sus himnos en tiempo de paz y que armonizan con la tranquilidad y la dignidad de millares de españoles que comparten nuestra existencia, las que pueden y deben preferirse para ser cantadas en las festividades oficiales, por cuanto respetan las tradiciones y la ley sin ofensa de nadie, el presidente de la República, en acuerdo de ministros decreta:
Artículo 1°. En las fiestas oficiales o públicas, así como en los colegios y escuelas del Estado, solo se cantarán la primera y la última cuarteta y el coro de la Canción Nacional sancionada por la Asamblea General el 11 de mayo de 1813″.
Luego hubo diversos avatares, como cuando Marcelo Torcuato de Alvear designó a una comisión de músicos que hizo determinados cambios en la música del Himno, que no fueron del agrado de muchos argentinos, por lo que nombró a otra comisión –tozudo, el hombre-, que aconsejó simplemente que se respetaran los arreglos que hizo Esnaola 68 años antes.
Finalmente, por medio del decreto N° 10.302, firmado el 24 de abril de 1944, la canción patria fue designada oficialmente como el Himno Nacional, algo que habían evitado todos los gobiernos anteriores. El decreto fue firmado por el general Edelmiro Farrel y por Luis Perlinger, ministro del Interior; César Ameghino ministro de Hacienda; Juan Domingo Perón, Vicepresidente; Alberto Teisaire, Ministro de Marina; Diego I. Mason, ministro de Agricultura y Ganadería y Juan Pistarini, ministro de Obras Públicas.
Así llegó hasta nuestros días el Himno Nacional, que cantamos emocionadamente en los actos oficiales, en los actos escolares y que a veces vemos cantar con lágrimas en los ojos a algunos deportistas, que nos recuerdan que la Argentina es nuestro lugar en el mundo, más allá de cualquier circunstancia.