El intendente Migliore

El intendente Migliore

Nota de opinión.


Las tragedias climáticas de gran envergadura siempre dejan al desnudo las capacidades o discapacidades operativas, la previsión o no del Estado ante las mismas y las miserias políticas que siempre se interponen entre la solidaridad de una gente y la necesidad de otra. Alientan también a pensar.

Quedó claro que este país no puede ponerse de acuerdo ni siquiera en las situaciones más angustiantes, no existe la preparación adecuada para ello y se montan los operativos de ayuda de la misma manera que se hace todo el resto de las cosas, o sea, de manera esquizofrénica y entremezclando otros intereses. Esa locura que llegó hasta los tiros de la Uocra, pero que se presentó en todos los frentes de la “solidaridad” que seguimos viviendo, incluso en las presentaciones de las distintas pantallas de TV, tiene la raíz profunda en la decadencia que presenta nuestra sociedad cuando se la echa a andar por caminos colectivos conectados al poder.

Las convulsiones que tiene la Argentina cíclicamente ya parecen formar parte de la cultura de país, y ya quizás no debiera sorprendernos. Deberíamos estudiar las características del fenómeno aunque difícilmente sea posible transformar la misma en el corto plazo por la herencia que estamos dejando. De modo simple se podría decir que si siempre hacemos lo mismo, difícilmente cambien los resultados. Y curiosamente no es un problema ni de partidos políticos ni de estilos de hegemonías en un movimiento como lo es el Justicialismo, que casi siempre se apodera del gobierno mediante una comprensión absoluta del fenómeno. La década de los noventa y estos tres períodos kirchneristas fueron bien diferentes en su estructura económica, en sus formas y estilos de gobierno y en sus objetivos tanto regionales como internacionales. Nadie lo puede negar. Pero fueron idénticos a la hora de manejar y mantener el poder, a fuerza de importantes aportes discrecionales a los gobernadores e intendentes amigos, o la Siberia para quien los contradijera y se fuera a la vereda de enfrente.
De esa forma, podemos convenir que cada tanto el peronismo, que más que un partido es una manera de sentir y vivir la vida (política) con un manejo sin escrúpulos pero certero en la toma de las riendas, se da un respiro para regenerar el nuevo modelo que tomará seguramente el poder en el próximo turno. Es bastante cierto aquello de que el peronismo no es bueno en la oposición ya que no lleva en el ADN esa posibilidad. El peronismo o está ejerciendo el poder o se está preparando para tomarlo, con una salvedad que lo hace legítimo y es que llega siempre por el voto de la gente. La excepción fue la de Eduardo Duhalde, que debió hacerse cargo de un país rifado por el irresponsable de Carlos “Chacho” Álvarez y su renuncia que vaciaron de legitimidad al gobierno de una Alianza que, en realidad, nació vacía, y la inoperancia extrema de Fernando de la Rúa para defender la posición.

Hoy la Argentina se prepara para una elección en la cual es difícil ver el futuro a través de la misma. Es muy escabroso el clima que se genera desde la cima con el duelo entre Cristina Fernández y Daniel Scioli. La Presidenta, si bien comete errores en su soledad, no es de las que tiran a matar sobre al gobernador, sino más bien la que prepara y adoctrina a los batallones, principalmente de La Cámpora pero también a un montón de grupejos y dirigentes obsecuentes para que dosifiquen de acuerdo a sus necesidades el fuego con el que deben incendiar al gobierno provincial. Nunca al máximo, ya que está visto que cuando se incendia la Provincia, el resto de la política no lo puede resistir y las llamas y los muertos toman más temprano que tarde la Casa Rosada.

Así, entre choques fatales de trenes que se arreglan de manera fácil comprando otros (¿por qué no lo hicieron antes?), inundaciones violentas en La Plata y Tolosa justo donde vive la señora madre de la señora y la publicidad hasta el hartazgo en el Fútbol para Todos, una verdadera conquista social del gobierno mal aprovechada tanto desde lo político como desde lo comercial, el kirchnerismo estudia de qué manera puede evitar ya no mantenerse en el gobierno otro período, sino controlar el poder de manera férrea como lo hicieron siempre, tal cual es su característica. Y van con todo pero se encuentran siempre con un Scioli que está blindado, al que no le entran las balas. Al menos por ahora, y ya pasaron casi diez años de convivencia. ¿Quién paga la cuenta en la Provincia? Alicia Kirchner, ametrallada en su candidatura 2013. El gobernador intuye que está empezando su momento y ya, si bien no provoca la ruptura, no disimula su apetencia para lo que se preparó desde 1997: la Presidencia del país.

El Papa Francisco llama a la Argentina para darle su solidaridad a…  Scioli. “Seguí con tu trabajo”, le dice en forma críptica. El resto de los gobernadores no le van a regalar nada, lo harán parir para darles su apoyo y Cristina, seguro, venderá caro su derrota.
Lo cierto es que hoy bailan a su alrededor jugadores de primer y segundo orden pero importantes a la hora de definir el futuro provincial y el del país. Además de los gobernadores atentos, dirigentes de todos los partidos. Y tanto Sergio Massa como Francisco de Narváez, por ejemplo, discuten quién de los dos es el heredero del sillón de la ciudad inundada cuyo intendente ya debería haber renunciado. La política lo despedaza porque necesita un culpable. Y él se lo merece, se pasó de la raya, acá vale casi todo, no todo. Juicio político ya para el mentiroso Bruera.

Igual tranquilo, que el único Pablo preso acá es Migliore.

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