“Creo en las instituciones”, dirá en un momento de la entrevista Laura García Tuñón, maestra de grado, legisladora de Buenos Aires para Todos (un espacio político que confluye en el partido Unidad Popular, de Claudio Lozano y Víctor de Gennaro) y exsecretaria general de la CTA de Capital.
García Tuñón llegó a la política desde el sindicalismo ocupando, por primera vez, una banca en diciembre de 2009. Y cuando dice que cree en las instituciones no se refiere a la política sino al amor. Es que, a los 53 años, va por su tercer matrimonio (sí, matrimonio con papeles y no mera convivencia). “Y también creo en el amor”, rematará esta militante del espacio progresista que lidera Fabio Basteiro, para que no queden dudas de su compromiso con la formalidad (burguesa, dirían algunos). Su marido actual es, como ella, sindicalista.
“La oposición no fue capaz de generar una oferta creíble”, dirá, a modo de autocrítica (y esta vez sí se refiere a la política y a su fallida alianza con Pino Solanas), pensando en este año electoral y en la imposibilidad de generar, hasta el momento, una oferta atractiva y única de las fuerzas progresistas porteñas. En las elecciones de 2011, el espacio de Lozano y Basteiro, que empujaba un acuerdo entre Proyecto Sur y FAP en la Ciudad, vio frustradas sus expectativas. Resultado: Buenos Aires para Todos quedó como un bloque solo y definitivamente separado de Proyecto Sur, contribuyendo aún más a la fragmentación política en el distrito. García Tuñón culpa al vedettismo y a las peleas de cartel, viendo allí el origen de las dificultades en la concreción de un frente común entre Hermes Binner y Solanas, que a la vez pueda albergar a otros espacios de centroizquierda.
Su expertisse es la política social: vivienda, salud, niñez, mujer, trabajo. Además, es madre de tres hijos y flamante abuela. “Llegamos al tercer matrimonio con nuestros hijos y nietos”, informa.
–Hay denuncias de que quienes se albergan en los paradores de la Ciudad están mezclados, y que además los centros no son suficientes para contener a la gente que vive en situación de calle, que ha aumentado en los últimos años.
–Es cierto que no hay suficientes paradores, pero no que la gente esté mezclada. Hay paradores para hombres, para madres con chiquitos y para familias. Lo grave, en todo caso, es que Pro vulnere la ley que regula la situación de la gente viviendo en la calle porque solo atiende la emergencia social, pone parches ignorando el armado de una política de largo plazo, estratégica, que genere el acceso a la vivienda para los más vulnerables, o el acceso a créditos por parte la población más carenciada.
–Lo irónico es que, en la Ciudad, asistimos a una oleada de construcciones en los últimos años.
–Sí, claro, pero el 60 por ciento de esas construcciones son viviendas suntuosas. Se ha construido, pero la mayoría son más para la renta que para la vivienda, y están vacías, esto es lo triste. La carencia de una política pública de vivienda es, tal vez, una de las deudas más grandes que tienen tanto el Gobierno porteño como el kirchnerismo.
–¿Considera que Pro y el kirchnerismo tienen una forma de pensar la Ciudad parecida, a pesar de las diferencias declamadas?
–Sí, además de que votan cosas similares. Tanto el kirchnerismo como el macrismo apelan a parches, y nunca al tema de fondo. Nunca a un desarrollo estratégico. Si nos fijamos en las estadísticas (NdR: Tuñón apela a estadísticas extraídas del último Censo, y también a datos obtenidos por distintos organismos de la Ciudad, como la Defensoría del Pueblo), las cifras son reveladoras: en los últimos diez años aumentó en un 70 por ciento la gente que vive en los asentamientos y se incrementó también el alquiler en las villas. Todo descendió un escalón. Los que antes eran de clase media baja, ahora viven en la villa.
–La paradoja también es que la Argentina creció mucho en estos diez años. Creció pero no se desarrolló.
–Exacto, y el resultado es que no hubo ninguna solución de fondo al tema de la pobreza. Ni tampoco se generaron nuevas industrias ni nuevas fábricas que amplíen las posibilidades de generar empleo. Entre 1991 y 2010 creció a un 77 por ciento la gente que tiene problemas de vivienda.
–¿A qué llama problemas de vivienda?
–Que uno de cada tres porteños tiene dificultades con el alquiler, vive en lugares precarios o se le dificulta el acceso al crédito. Tanto el kirchnerismo como el macrismo votaron leyes que le piden a la gente que gane al menos 10 mil pesos mensuales (y con recibo de sueldo) para acceder a un crédito. Es obvio que son solo para un segmento.
–¿Por qué cerraron varios centros de la Ciudad que se dedicaban a la rehabilitación de los chicos adictos al paco?
–No cerraron, se volvieron a centralizar en el hospital Tobar García, también violando la Ley de Salud Mental, que promovía la cercanía del paciente con su entorno y, por ende, la descentralización. Hubo distintos conflictos –nosotros los investigamos desde la Legislatura–, tanto ideológicos (NdR: Se refiere a cómo encarar la cura de los chicos adictos) como de caja. Es obvio que la centralización en el hospital Tobar García genera un ahorro de dinero, pero que va en detrimento de la calidad de vida de los pacientes, que están lejos de su hogar y, además, los padres se tienen que trasladar con sus hijos a Barracas.
–Dice el macrismo que se ocupó como ningún otro gobierno de la infraestructura en las escuelas públicas. ¿Cómo ve usted el tema de la Educación?
–Es cierto que puso gas en la mayoría de las escuelas. Al menos han hecho mucho más que Aníbal Ibarra, un seudoprogresista cuya gestión no resolvió el problema de la falta de gas en el 70 por ciento de las escuelas porteñas. Pero el problema son las condiciones de falta de equidad, que no han variado. Hoy la dicotomía ya no es educación pública-educación privada sino que, dentro de la misma educación pública, hay diferencias siderales de calidad entre la zona norte y la zona sur de la Ciudad. Y eso es por falta de una política pública educativa.
–¿El FAP y Pino Solanas se unirán, finalmente, en estas elecciones en la Ciudad?
–No perdemos las esperanzas.
–Una se pregunta cuál será la diferencia entre ambas fuerzas. ¿O tal vez habrá que pensar que los egos o los problemas de cartel no tienen ideología?
–Y… yo me inclinaría más por lo segundo.