El mercado quiere secuestrar al futbol argentino

El mercado quiere secuestrar al futbol argentino

Por Carlos A. Villalba

El nuevo eslabón de la entrega al mercado pretende instalar un negocio tan fabuloso como poco deportivo.


Chiquitito, bajito, vio cómo la primera pelota le pasó por al lado, sólo atinó a mirarla. La segunda le fue a la zurda, la tocó suavecito… y empezó a gambetear, a todos. El nene era un espectador más cuando el “Grandoli”, equipo del sur rosarino tenía un jugador menos en la cancha, el entrenador lo vio, pidió permiso para ponerlo, la mamá tuvo miedo, la abuela se metió y esa jornada parieron la máxima estrella del fútbol mundial: Messi, Lionel Andrés Messi, conocido como Leo, por ignorancia de una letra.

En la antípoda geográfica de aquella canchita, en “la Perdriel” de la zona norte de la ciudad, más alto, igual de flaquito, picaba con velocidad de atleta y, con cuatro años, “le pegaba a la pelota como un chico de ocho”. Un tal Ángel Fabián, inevitablemente apodado “Fideo” por la banda del “Torito”, el clubcito de Parque Field. Un lugar de “fóbal” y contención social, detección de situaciones de violencia, preocupación por los problemas nutricionales de los chicos que pasan horas en las modestas instalaciones, donde nació el talento de un tal Di María.

Aunque dicen que se especializa en la “formación de chicos”, la verdad es que la Asociación de Fomento que lleva el nombre del barrio capitalino de Parque Chas, le hizo honor a las historias míticas de la zona y se transformó en una fábrica de campeones del mundo: Enzo Fernández, Gonzalo Montiel, Exequiel Palacios y Guido Rodríguez jugaron, crecieron, aprendieron, en el club más chico y barrial que engendró más jugadores que alcanzaron la cumbre universal de la pelota.

El tiempo pasa, los chicos crecen, dirían en cada uno de los barrios mencionados, y todos ellos, al igual que Dibu Martínez, Nicolás Tagliafico, Lisandro Martínez, Cuti Romero, Rodrigo de Paul, Alexis Mac Allister, Julián Alvarez llevaron sueños y botines a clubes como Independiente, Rosario, Argentinos Juniors, River, Newell’s Old Boys, Belgrano. Les fue bien, llamaron la atención de los ojos internacionales, cruzaron mares y desembarcaron en clubes europeos. Todos se formaron en sociedades civiles argentinas; incluso el ídolo que, del potrero, saltó a Barcelona para jugar en un equipo que, aún hoy, tampoco es una sociedad anónima, sino propiedad 100% de los socios y cuyas decisiones importantes deben aprobarse en una Asamblea General o en un referéndum donde todos tienen voz.

Once errores sobre once nombres

Ya subido al carro hacia la victoria de la selección argentina de fútbol, el presidente Javier Milei decidió negar la realidad y asociar a los multicampeones (“de América y el Mundo” dirían en Uruguay) con las Sociedades Anónimas en las que juegan en la actualidad, a las que solo los ligan un contrato y negar su formación en sociedades civiles. Faltaban 48 horas para el estallido final del minuto 112 del partido con Colombia que provocó el gol de Lautaro Martínez, otro de un club de barrio como el Atlético Liniers de Bahía Blanca, que terminó de forjarse en el predio Tita Mattiussi, de la no menos asociación civil sin fines de lucro Racing Club de Avellaneda.

Equivocado o con calculada intención, el mandatario que fue arquero de Chacarita y San Lorenzo en inferiores, otros dos clubes barriales, salió a la cancha del X de Elon Musk con el interrogante irónico de once errores sobre once nombres: “Si AFA se opone a las Sociedades Anónimas Deportivas ¿por qué motivo permite que el plantel titular provenga de estas sociedades? ¿Acaso será que los resultados son importantes y las SADs tienen a los mejores?”.

El autodenominado “topo” destructor del Estado, tiró su dardo para reinstalar otro capítulo de su plan de negocios, que incluye la privatización de los clubes, una propuesta que no cuenta con las simpatías de la inmensa mayoría de los clubes del país, sus dirigentes y socios, ni de los hinchas. El DNU 70/2023 que destruyó vida y sonrisas de la mayoría de argentinas y argentinos, ya había enterrado el puñal; la “ley ómnibus” que las fraternas “oposiciones” parlamentarias apoyaron, redondeó el daño, y la Inspección General de Justicia de la ciudad macrista de Buenos Aires abrió las puertas de par en par, en una medida que, para la AFA, está fuera de jurisdicción, además de las prohibiciones de su estatuto y de la Justicia.

La bravata digital terminó con una frase difícil de decodificar: “No más socialismo pobrista en el fútbol”, aplicada a una asociación, como la del fútbol argentino (AFA), que recauda de a millones. El concepto “pobrista”, de difícil traducción hasta para la Real Academia Española, seguramente fue usado en el sentido que lo aplica el profesor de historia italiano Loris Zanatta, de ideas replicadas con frecuencia en Clarín y La Nación, en especial a partir de sus críticas furiosas hacia el Papa Francisco. Él sí logra una explicación, prejuiciosa, de la palabra: constituye “una ideología de ricos para aliviar el sentimiento de culpa”.

Ofensiva sobre el éxito

El fútbol argentino ha logrado mantenerse al margen de la tendencia de las otras potencias mundiales y sus clubes continúan siendo asociaciones civiles sin fines de lucro, en manos de los socios, con un estatuto de la asociación que los nuclea y garantiza su existencia y características, gracias al veto a la posibilidad de que se conviertan en sociedades anónimas deportivas (SED), como pretenden los ultraliberales, invadiendo incluso territorio privado, como es el de las instituciones deportivas.

Esa realidad, a pesar del “x” de Milei, permitió que el país constituya uno de los mayores semilleros de astros futbolísticos, con talentos requeridos por las principales ligas del mundo, cada año con menos edad. Tras el fracaso del mundial de Rusia en 2018, la selección nacional entró en la racha triunfal más importante de su historia, con dos copas continentales consecutivas y la conquista de su tercer galardón planetario. Probablemente, las mieles de esos brillos rutilantes decidieron al actual gobierno a desatar una ofensiva salvaje para dar otro paso en su concepto privatizador. La pelota debiera seguir el camino que proponen para las empresas públicas, los parques nacionales, los bienes naturales comunes, el sistema previsional.

El nuevo eslabón de la entrega al mercado con resignación de soberanías y controles pretende instalar un negocio tan fabuloso como poco deportivo: la apertura a capitales privados transnacionales, “inversionistas” que incluyen decenas de miles de millones de dólares de procedencias dudosas e ilegales. Antes lo intentó, y fracasó, Mauricio Macri.

El gerente general de Sociedad Macri S.A (SOCMA), empecinado en armar el negocio de la privatización del fútbol, creyó que Grondona lo acompañaba en la intentona y explicó a las autoridades de los clubes las supuestas conveniencias de abandonar la configuración de las sociedades civiles sin fines de lucro (clubes de y para los socios) y transferir los activos, que son los futbolistas, a sociedades comerciales por un plazo promedio no menor a los 10 años. Aquel 20 de julio de 1998, “día del amigo”, chocó contra el paredón de 34 manos alzadas en rechazo contra su voto solitario. Escuchó el irónico “´Perdimo’, Mauricio” pronunciado por Julio Humberto Grondona, por entonces presidente de la AFA.

Ahora, el mismísimo ministro de Justicia actual, Mariano Cúneo Libarona se encargó de que no queden dudas de la intención. Aseguró que se busca “fomentar la inversión en Argentina” y posibilitar que los clubes se “transformen” en Sociedades Anónimas Deportivas (SAD) “en una reforma integral del régimen societario” a nivel nacional, a través de una normativa destinada a que “se simplifiquen, flexibilicen y desregulen” los trámites de la “creación, el funcionamiento, la disolución y la liquidación de las asociaciones civiles y fundaciones, por parte no sólo del país” sino, también, “para las sociedades constituidas en el extranjero y favorecer las inversiones extranjeras”.

La Secretaría de Turismo, Ambiente y Deportes de la Nación es el bunker en el que se planifica la entrega al mercado del deporte que Diego Armando Maradona y Lionel Andrés Messi llevaron a lo más alto del escenario mundial. El ex motonauta polipartidario que la conduce, Daniel Scioli, junta los papeles que le envían los bufetes de abogados de las corporaciones que generan la letra que pretenden imponer sus mandantes, junto a Guillermo Tofoni, agente de partidos FIFA que aceita los contactos con posibles interesados extranjeros en comprar clubes argentinos; la diputada libertaria Juliana Santillán, y el ex árbitro, hoy diputado nacional macrista, Héctor Baldassi.

Sería falso hablar de “virginidades” en este tema. Además de Macri, el presidente e ídolo de Estudiantes de La Plata, Juan Sebastián Verón, y su colega de Talleres de Córdoba Andrés Fassi, hacen fuerza hacia el mercado. El hoy más padre que futbolista, Carlos Mac Allister, hombre del PRO y ex secretario de Deporte, que fuera investigado por presuntos “manejos irregulares y prácticas indebidas”, es otro de los fogoneros, como muchos de los periodistas “especializados” que trajinan los principales micrófonos y cámaras del medio.

La lista de intentos, en su mayoría fracasados, es larga. Puede ubicarse uno de los mojones iniciales con Amalia Lacroze de Fortabat y su “Loma Negra” (1981), Defensa y Justicia (1989), Villa Dálmine/Siderca (1990), Mandiyú de Corrientes (1991), Argentinos Juniors/ Torneos y Competencias (1993), Racing (2000), Ferro Carril Oeste (2002), Quilmes/Exxel Group (2002), Talleres de Córdoba (2005). El Independiente de Néstor Grindetti y Cristian Ritondo parece ser hoy el banco de pruebas del PRO para avanzar, con la ayuda descarnada del mileísta Kun Agüero, hacia las manos extranjeras. Hay más y en el camino quedan las frustraciones de uno de los mandantes presidenciales, Eduardo Eurnekian, por no poder apropiarse de Huracán y de Alvarado de Mar del Plata (1993(1994); del propio Macri, interesado en Deportivo Español y Deportivo Italiano (1993), y hasta de Carlos Bilardo, con el ojo puesto en “su” Estudiantes de La Plata sin éxito décadas atrás.

Y, “por si esto fuera poco”, a pesar de las prohibiciones, en la actualidad se dan experiencias disfrazadas de “gerenciamiento” en instituciones como Defensa y Justicia/ Bragarnik, Deportivo Riestra/ Speed, Talleres/ Grupo Pachuca o Independiente Rivadavia/Daniel Vila.

Este no es más que un recorrido rápido, que lleva desde el barrio y los pibes corriendo detrás de la pelota, hasta las guaridas fiscales y las transnacionales que, en lugar de autos o tecnología, compran y venden clubes. Tal vez el ejemplo más sencillo lo ofrece el Manchester City o, para hablar con propiedad, el City Football Group Limited (CFG), una sociedad tenedora de acciones (78% propiedad del Abu Dhabi United Group), que administra 13 clubes en cuatro continentes. Una transnacional que iba a comprar los derechos federativos del capitán de Vélez, Valentín Gómez por una decena de millones de dólares, para ficharlo en el Palermo de Italia pero… dejarlo jugando en el River argentino, hasta que un menisco dijo no y tiró la operación a la basura.

Los millones salen de caza

A lo largo de las ocho cuadras de Wall Street hay inversionistas hambrientos, que buscan hacia donde desplazarse en busca de potenciales “retornos” gigantescos. En los últimos lustros percibieron que apostar al deporte es una forma “estable” del negocio. Según los datos de las investigadoras financieras más precisas, ya en 2019 las corporaciones invirtieron 54.600 millones de dólares en deportes dentro de su propio país y dos tercios de las principales ligas deportivas obtuvieron respaldo en los últimos cinco años.

Además de considerar que el rubro “prestigia” a las empresas, en especial en el mundo posterior al coronavirus, otros factores contribuyeron a ese auge, en particular la tecnología y la comunicación:

• La competencia de empresas tecnológicas como Amazon y YouTube elevó el precio de la transmisión de juegos. El desembarco de Messi en Miami, ya muy lejos de aquel pibito que “la vio pasar” y convertido en mascarón de proa de una verdadera corporación, contribuyó a esa evolución.
• Los derechos de transmisión, bases de aficionados leales y anunciantes que desean llegar a ellos aumentaron los flujos de ingresos.
• Las apuestas deportivas se constituyeron en nuevas fuentes de ingresos para los equipos y las empresas de medios.
• Tras la pandemia de Covid-19, el deportivo se constituyó en el contenido más importante.
• Los proveedores de video y televisión necesitan ese tipo de contenidos para mantener su base de clientes y todos los escenarios los requieren para que su estructura funcione de manera competitiva.

Cuando los asesores de Milei lo convencieron de atraer a las empresas tecnológicas de Silicon Valley, con la excusa de desembarcar capitales, el mandatario corrió a abrazarlos. Sin embargo, lejos de traer los capitales prometidos, terminó pagando por servicios de inteligencia artificial. Ahora van por esos millones con la zanahoria de las sociedades anónimas que destruirían a las que no tienen fines de lucro.

Ése es el modelo de negocios de las corporaciones transnacionales; su contracara local implica la destrucción de la cultura futbolera argentina, el traslado de camisetas y personas como si fueran toneladas de soja o electrodomésticos y la libre entrada de capitales opacos. Lo más parecido al mercado de ganado y a las guaridas fiscales donde se afincan las mafias.

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