Carlos Campolongo, periodista, profesor y uno de los panelistas del programa Intratables, acaba de publicar su primer libro. Indignados. La Argentina de todos contra todos es el producto de su experiencia de años en el mundo político, siempre bajo el ala del peronismo. El periodista analiza el fenómeno de la “grieta” y, también, la “decadencia” de la Argentina, a la que considera una “sociedad en ruinas”. Critica a la élite dirigente, no solo política sino sindical, deportiva y educativa. Y en pleno año electoral, Campolongo cree que existe la “avenida del medio”, desliza que Sergio Massa le parece la opción más viable dentro del espectro político actual y se muestra seguro de que la grieta “kirchnerismo versus macrismo” es fogoneada desde el Gobierno.
–¿Qué es Intratables para usted?
–Es una dulce revancha de la vida. He tenido muchos problemas a lo largo de mi carrera, por los contextos, tanto dictatoriales como democráticos. Tuve problemas con los radicales en Radio Belgrano, con los peronistas en ATC. Después no trabajé, estuve en cable. Lo que sí es un punto importante sobre Intratables es que cuando me ofrecieron trabajar allí se me generó un dilema interno. Porque la experiencia de esa dinámica panelística no era el oficio adquirido a lo largo de los años. Mi trabajo era más argumentativo, no era en 140 caracteres. Eso permitía una elaboración distinta de la noticia. Para tomar la decisión escuché a muchos amigos, algunos a favor y otros en contra. Recordé mi primera vez frente a una cámara y decidí que sí. Y se ve que les gustó porque estoy hasta hoy. Hay días que me gustan los debates y días que me parecen insuficientes. Sé qué lógicas internas atraviesan a la TV en general y al programa en particular, el minuto a minuto. Pero tengo la convicción de que siempre que aparece una cámara mediatizando algo, aparece un personaje creado para el espectador. Y después uno mismo va internalizando el personaje. El problema es que el personaje no devore a la persona. Creo que es una suerte de equilibrio entre las reglas del show de la TV y los límites que marca uno. Es muy placentero, porque puedo desarrollar ideas condensadas. Creo que en cualquier tiempo uno puede brindar una idea.
–¿Cuál es la relación entre su libro e Intratables?
–Acá se da una síntesis en mí. Desde distintos lugares yo siempre tuve una actuación pública, la tengo. He sido candidato, y me siento bien pudiendo pensar la política. Lo cual también me lleva a decir que, en términos generales, si bien me resisto a ser un pensador de la decadencia, creo que el país está en un proceso gravísimo de decadencia general. Si hay que optar entre un país con ruinas o en ruinas, diría que es una sociedad en ruinas.
–¿Dónde ve que esto se manifiesta?
–En la deserción de las élites dirigentes del país. Y no solo político-partidarias. En el libro explico que no construyo un chivo expiatorio. No hago una generalización. Conozco políticos sátrapas. Y conozco otros que lo hacen con entrega y vocación de servicio. Aunque no son los más visibles. Por otro lado, hay una ausencia de proyecto nacional. Frente a la globalización hay quienes exageran y dicen que no existen más los emplazamientos. Pero yo creo que siempre hay que situarse en espacio y tiempo. Lamentablemente, las reglas del juego del llamado “poder” han hecho que ciertos políticos no hayan podido llegar. Otra cosa son las élites dirigentes. Y hablo de lo político-partidario, lo sindical, lo económico, lo deportivo, lo intelectual. Creo que podemos ver realmente catástrofes. Después de la disolución en 2001 de los partidos políticos, en doce años el kirchnerismo no quiso recuperar en serio el sistema político. Se pasó del partido a los espacios, que no duran sino que son evanescentes. Desaparecen rápidamente. Con lo cual no puede haber idea política. Hay hiperpersonalismo de la dirigencia, cuando no narcisismo. Y eso no genera buena política. Los dirigentes no son ángeles, y Santo Tomás de Aquino no nos va a venir a gobernar. Sin estas élites, ¿cómo se genera el proyecto nacional? Por otro lado, la educación es catastrófica. La pública, que debería ser de excelencia. Y después hay ciertas vulnerabilidades del sistema privado. No creo en las encuestas internacionales que se hacen, son indicativas. Pero tengo larga experiencia en la docencia universitaria. No hay política educativa. No hay conciencia profunda del desmembramiento social que tenemos.
–¿Si le ofrecieran un cargo dentro del gobierno de Cambiemos, lo tomaría?
–No creo que vengan a ofrecérmelo. Pero en el contexto actual de la política y con lo que está haciendo el oficialismo, de ninguna manera. Pero si después de las elecciones se genera un contexto distinto, no digo un gobierno de coalición, sino de unos puntos sobre los que se pueda trabajar, será distinto. Hay que ver desde qué lugar se va a hacer qué y en qué condiciones. Pero como están llevando las cosas prefiero contribuir pensando, escribiendo.
–¿Como miembro del Congreso se presentaría por alguna fuerza, este año o en los siguientes?
–Yo creo que hay que reconocer los ciclos vitales de cada uno. No tengo un aferramiento por el mal llamado poder. Creo que tenemos una concepción ingenua del poder. No es Balcarce 50 solamente. Menos en estos tiempos. En la vida no me aferro a esa idea de que hay que tener cargos. Creo que hay que aprender a resignar algunas cosas. Y la verdad es que tendría que pensarlo mucho. A mí la competencia de ideas políticas no me asusta. Pero tener que terminar admitiendo el escándalo permanente, la verdad, no tengo ganas. Hoy todo tiene que ser escandaloso. Son cosas importantes de nuestra cultura que no se toman en cuenta. Reconstruyendo los ciclos, esto se agudiza a partir de 2001. No es que haya empezado ahí. El desbaratamiento empezó antes. Y el kirchnerismo no hizo nada para cambiarlo.
–¿Qué piensa, por ejemplo, de la medida de implementar las PASO?
–Las PASO no generaron ningún tipo de debate. Fijate lo que es hoy el debate sobre cómo se van a hacer las PASO. ¿Cuál es la diferencia entre Cristina y Randazzo? ¿Qué es lo que construyen como contenido profundo de iniciar un proceso? La política es el arte de combinar pasado, presente y futuro. Y no veo eso. Todo es denuncia, a veces cierta, a veces exagerada. Y la foto. La selfie. La verdad es que no me entusiasma. Además, para la política hay que tener pasión, que no es fanatismo.
–¿Con qué alianza iría?
–En la última elección hice impugnar mi voto. Lo voté a Massa y cuando quedaron Scioli y Macri impugné. No sé. Lo veo con picardía a Massa. Pero con picardía no alcanza.
–¿Cree que existe la avenida del medio de la grieta?
–Sociológicamente, existe. Políticamente, no sé. Pero en los últimos días hubo una encuesta que mostró que el cuarenta y pico por ciento de gente rehúye de la polarización. Van perdurando los núcleos duros que son funcionales entre sí. Eso puede ser eficaz electoralmente. Me parece desintegrador para la Argentina futura.
–¿El Gobierno está fogoneando la grieta?
–No me cabe la menor duda. Y en ese núcleo duro hay quienes piensan que este es el momento para darle el golpe mortal al peronismo. Ya lo han intentado muchas veces. Lo han intentado sangrientamente.
–¿Y cree que es posible darle ese golpe mortal?
–Esa es la pregunta del millón. Yo creo que el sendero está en el punto de la bifurcación, parafraseando al maestro Borges. El peronismo es un fenómeno político que, a nivel de Occidente, su supervivencia no la tuvo ni el gaullismo en Francia. Perdura.